Luis García Gil ha publicado un libro sobre el prodigioso Javier Ruibal.
Va un texto mío que se incluye en ese libro:
RUIBAL EN LA INTIMIDAD
A veces piensa uno que a Javier Ruibal, cuando canta, le sobra en realidad todo: los arreglos instrumentales, los músicos de acompañamiento, las orquestas filarmónicas, su propia guitarra incluso. Porque su voz se basta y se sobra. Su voz de privilegio, con sus ondulaciones de prodigio, con sus matices de hondura y levedad, poderosa y etérea, tan potente, tan frágil.
…Una reunión de amigos, y empieza a circular una guitarra, como quien no quiere la cosa, rasgueada por uno y por otro, cada cual con sus ocurrencias, para compartir. Hasta que la guitarra, como imantada, llega a las manos de Javier, que la mira como si no hubiese visto una guitarra en toda su vida. “Anda, Javier”, le dice alguien, y él, sin carraspear siquiera, empieza a cantar una cosa suya, o unos cuplés de carnaval, y ya todo es pasmo y alegría, o melancolía, o lo que sea. Y no suelta ya la guitarra, porque lo de Javier es cantar por el gusto puro de cantar, la consecuencia lógica tener la música muy adentro, esa música que sale de él como salen los genios de las lámparas maravillosas, entre una neblina mágica.
Javier Ruibal es mucho Javier Ruibal a cualquier hora del día o de la noche: él tiene cautivo el milagro, disponible en cualquier momento, en su alma barroca, en su garganta infalible.
Canta Javier Ruibal y ya estás hipnotizado, y dejas que la música te lleve a donde a ella le dé la gana, su irreal gana, a sus trasmundos de emoción hacia adentro y de maravilla en el aire.
Y, en medio del milagro, el hechicero se para de repente y pregunta: “¿Hay por ahí una cervecita?”. Y luego, claro está, sigue. Seguimos. Como la vida, en la vida.
2 comentarios:
Qué suerte.
Qué lujo.
Ruibal es un lujo. Siempre.
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