jueves, 21 de mayo de 2009

BENEDETTI Y UN ENTERRADOR ESPONTÁNEO



Suena el teléfono: “Hola, soy X, del periódico H. Estoy escribiendo un reportaje sobre W y me gustaría hacerle unas preguntas”. Uno sabe de sobra que la única salida sensata consiste en decir: “Muchas gracias por contar conmigo, pero lo siento mucho. No tengo ninguna opinión sobre ese asunto que merezca la pena hacer pública”, pero enseguida cae uno en la cuenta de que al otro lado de la línea hay un becario que tiene que sumar méritos para que lo despidan un poco más tarde y que cobra además dos pesetas, si las cobra, y acaba uno, en fin, entrando al trapo, aun sabiendo que al día siguiente, cuando lea la trascripción de sus opiniones, se avergonzará de sí mismo, se reñirá a sí mismo por haberse prestado a que un desconocido entrecomille unas palabras que no se parecen en nada a las que uno dijo, palabras que le harán quedar como una especie de cretino asintáctico ante quienes lean aquello.

Acaba de pasarme –anteayer- con una periodista del diario El Público. A raíz de las opiniones de Gamoneda sobre Benedetti. Opiniones que -todo sea dicho- no serían tan sangrantes si no lloviera sobre mojado.

Mis supuestas declaraciones quedaron de este modo: “Aunque Benítez Reyes destacó que la poesía benedittiana “no está cerca de la que yo entiendo mejor”, si tuviera que elegir entre Gamoneda y Benedetti, “me quedaría con este último, ya que Gamoneda es un hombre tosco, con mucho complejo de inferioridad, y que además se ha creído un gran poeta cuando es un poeta del montón”. Luego, en una ventana, añade esta otra perla mía: “Benedetti ha sido un poeta muy citado y cantado y eso es un gran mérito. Seguirá teniendo su público”.

No creo que puedan decirse más simplezas en tan poco espacio.

Cuento la historia…

Pues eso: me llama la periodista. Le digo que, entre Benedetti y Gamoneda, me pongo de parte de Benedetti, que al menos era una persona decente. Y que eso es todo. Pero ella insiste: “¿Es Benedetti uno de sus poetas de cabecera?” Le digo que no. “¿Ha influido mucho Benedetti en su obra?” Le vuelvo a decir que no. “¿Cree usted que Benedetti es un maestro para las nuevas generaciones de poetas?” Le digo que me temo que no, pero que, en cualquier caso, a un poeta no le hace falta influir en nadie para ser un buen poeta. “¿Usted cree que a partir de ahora se dejará de leer a Benedetti?” Le digo que no veo por qué, que es un poeta muy leído y que, además, muchos de sus poemas han sido musicados, lo que les asegura una difusión incluso mayor que la que ya tienen como tales poemas. “Pero, ¿no cree usted que Benedetti es un poeta menor?”. Por un momento, llego a sospechar que al otro lado de la línea está el propio Gamoneda impostando una voz femenina.

Luego me tira de la lengua para que hable de Gamoneda como cosa en sí. Debo confesar que siento debilidad por Gamoneda, de modo que hago gala -¿por qué?- de esa debilidad: “Ramón Gaya decía que el problema de la reina de Inglaterra es que de verdad se ha creído que es la reina de Inglaterra. A Gamoneda le ocurre lo mismo: se ha creído que es Gamoneda, lo que alguna gente dice que es Gamoneda, cuando es posible que Gamoneda no sea en realidad sino un poeta del montón, un poeta voluntarioso que, durante años, ha tenido que sufrir por fuerza un complejo de inferioridad con respecto a sus compañeros generacionales y que ahora, cuando los poderes políticos lo han puesto en órbita mediática, se dedica a mearse en la tumba abierta de los demás poetas. Ya lo hizo con Ángel González. Y le ha negado incluso la condición básica de poeta a Gil de Biedma, a José Agustín Goytisolo, a Carlos Barral. Con Valente, en cambio, se comporta de otro modo. Cuando José Ángel Valente vivía, se dedicaba a adularlo. Cuando murió, dejó de hablar de él de manera instantánea. Dejó incluso de citarlo como uno de sus coetáneos más próximos a su estética, porque no le conviene que se proyecte esa sombra sobre él. Gamoneda, que tiene un algo napoleónico, parece querer arrasar a la generación del 50 en pleno, para que quede un solo emperador, aunque ese emperador fuese antes el chiquillo de los mandados. Valente no sólo fue un poeta mucho mejor que Gamoneda, que a fin de cuentas se dedica ahora a imitarlo con meras formulaciones verbalistas, sino que también fue una persona mucho peor que Gamoneda, aunque Gamoneda se empeña en imitarlo también en eso, él sabrá por qué. Pero hasta para ser un malvado se necesita algún tipo de refinamiento, y Gamoneda es un hombre bastante tosco. Aspira a ser un malvado, pero se queda en bocazas”.

Poco más o menos.

Mal está hablar mal de alguien, porque es tarea que degrada a quien la practica, por muchas razones y motivos que tenga –o crea tener- para hacerlo. Y yo debí callarme también con respecto a Gamoneda: allá cada cual con lo suyo. Pero hay ocasiones en que no puede uno morderse la lengua y prefiere morder a alguien, y ahí viene el desastre moral: todos igualados en canallería y en bajeza.

Supongo que a Gamoneda le pasa lo mismo con los poetas que acaban de morir: que no puede remediarlo.

Y es que ante un poeta que acaba de morir están de más las valoraciones quisquillosas, ¿verdad? No es el momento: ¿para qué? Se da el pésame a quien corresponda y ya está. O se calla uno.

La muerte no engrandece nada, pero tampoco puede ser pretexto para la devaluación de nadie.

Y el día menos pensado –como dijo el otro- nos morimos nosotros también, y allá tontunas.


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9 comentarios:

Unknown dijo...

Buena entrada, Felipe: por lo que dice de benedetti, por lo que dice de Gamoneda y, sobre todo, por lo que dice de las perplejidades de uno en según qué casos.
Un abrazo.

Anónimo dijo...

Si es que ..... para esto resulta muy útil la poesía del silencio.

Unknown dijo...

Es una tentación hablar mal de quienes no nos gustan como poetas, incluso aprovechando la noticia de que acaban de morir. A mí tampoco me gustaba demasiado Benedetti como poeta. Pero es una bajeza, ciertísimo, ensañarse y encandilarse con la propia opinión en estas circunstancias, aunque uno tenga todo el derecho de decir lo que piense... Además, qué gran verdad la del final: "el día menos pensado nos morimos nosotros también y allá tontunas".

Bárbara dijo...

Gamoneda tiene razón en parte y se equivoca en todo. A mí me parece acertadísimo lo que le dijiste a la periodista, riguroso y preciso. Tal vez sea mejor para uno mismo callar pero es peor para el conjunto, sin duda.
Y mira que me gustó el Blues castellano, con ese lenguaje normalizado...

Anónimo dijo...

Quizá ese algo napoleónico de Gamoneda sea que también él, como Napòleón, como al parecer Franco y otros tiranosaurios, sólo tenía un testículo, ejem...Y eso debe dar muy mala hostia, supongo;-)

blog dijo...

Gracias por vuestros comentarios.
Habrá que zanjar el asunto con una pregunta: ¿por qué tanto silencio en su poesía y por qué tanta cháchara en cuanto le ponen un micrófono por delante?

Antonio Ruiz Bonilla dijo...

Yo no me creo la reina de Inglaterra, sólo el guía del fin de los tiempos. Y adularé tus conocimientos incluso muerto, para que seas condescendiente con mi tosco verso. Es broma.
Un saludo

poesía-levíes dijo...

Creo que pocos poetas no incurren en gamonedas, pero su ejemplo es una lección de lucidez. Demoledor en definitiva.
La tozudez, el empecinamiento en hacer un trabajo a lo largo de la vida premia a todos-hay quien lo llama fe-, por eso hay tantos poetas sobrevalorados; Gil de Biedma(perdón), Juaristi, Villena(qué horror), etc

Anónimo dijo...

"Pero hay ocasiones en que no puede uno morderse la lengua y prefiere morder a alguien". Sí, en la literatura algunos son gatos, chiquillos de los mandados; otros son PERROS.