(Publicado ayer en prensa)
Gane quien gane el próximo jueves
las elecciones catalanas, las ganarán, aunque las pierdan, los
independentistas. Las ganarán no sólo porque entra dentro de lo posible que las
ganen, sino porque ya han elaborado el discurso del triunfo moral en previsión
de un fracaso porcentual: unas elecciones ilegítimas e ilegales, con riesgo de
pucherazo, en desigualdad de condiciones, con candidatos encarcelados, y
sometidas además a la manipulación por parte de los poderes estatales. Pero lo curioso
es que, gane quien gane, si se cumplen las previsiones, las perderán todos, lo
que sin duda servirá, en atención a la peculiar lógica política, para que todos
se consideren triunfadores. Un triunfo prorrateado que tendrá como consecuencia
previsible una situación de ingobernabilidad.
En
Amanece que no es poco, aquella
película disparatada de José Luis Cuerda, un lugareño grita emocionadamente a la
primera autoridad de su pueblo: “¡Alcalde, todos somos contingentes, pero tú eres
necesario!”. Un sentir similar ha venido imponiéndose en Cataluña: España es
contingente, una convención ahistórica, pero Cataluña es necesaria como entidad
histórica natural. De ahí se ha pasado a un sentir un poco más desconcertante,
aunque esperemos que transitorio: Cataluña puede ser de momento contingente, pero
Puigdemont es necesario. Para coronar la deriva, el proceso parece estar ahora en
su punto supremo: Cataluña es coyunturalmente contingente, pero inaplazablemente
necesaria.
Este punto de
equilibrio entre lo contingente y lo necesario sólo presenta un defecto: que
nadie acabe sabiendo qué es lo uno y qué es lo otro, de modo que lo contingente
se confunda con lo necesario y viceversa, lo que no dejaría de ser una
contingencia innecesaria. Por ejemplo: que, para que Cataluña se erija ante el
mundo como una necesidad, los catalanes tengan que extremar su contingencia
ante el mundo; que, para que la patria se imponga como necesidad, los
ciudadanos contingentes padezcan la contingencia del sacrificio por la patria. O
dicho de otro modo: para que exista una república independiente, resulta
inevitable que la ciudadanía en pleno se someta a la dependencia de su
república, ya sea esta contingente o necesaria para cada cual, así se dé la
contingencia de que la corriente secesionista se erija en necesaria frente a la
contingencia de los unionistas innecesarios.
¿Fuga de
empresas e incertidumbre económica? Sacrificio. ¿Políticos heroicos que acaban
resultando cómicos? Sacrificio. ¿Perspectivas de aislamiento aldeano? Pues
sacrificio. Y así hasta que el entendimiento aguante, en el caso de que podamos
implicar al entendimiento en los mecanismos emocionales de las quimeras colectivas.
El
próximo jueves ganarán todos y perderán todos. Porque no se trata de una pugna
entre programas políticos, sino de un pulso entre realistas y utópicos, entre
mártires y opresores, entre alucinados y pragmáticos. Entre la contingencia, en
suma, y la necesidad. Sin punto medio.
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