domingo, 10 de septiembre de 2017

EL DIÁLOGO



(Publicado ayer en prensa)

Mientras EEUU y Corea del Norte juegan a las guerras mundiales, el gobierno central y el catalán siguen jugando al guerracivilismo retórico. Les confieso que con el PP no estoy de acuerdo ni en su segunda sigla, pero en este caso les confieso también que no acierto a imaginar del todo cómo se manejaría en esta coyuntura otro partido, a pesar de que si el presidente del gobierno fuese Pedro Sánchez no resultaría descartable, dada su volatilidad intelectual, que negociase con el gobierno catalán con la oferta de cederle no ya el dominio del archipiélago balear, sino incluso el del canario. 

Se le achaca al gobierno central el mirar para otro lado ante el conflicto independentista, pero nadie especifica hacia qué lado debe mirar, y, sobre todo, qué medidas tiene en su mano que no sean las estrictamente legales. Hay quien reclama una “solución política” para el  problema, como si lo político fuese un grado superior de las soluciones, pero el verdadero problema radica en que con alguien que quiere decapitarte –valga la metáfora extrema- ¿qué puedes negociar? ¿Qué se limite a cortarte las orejas y la nariz en vez de la cabeza? A esto último parece inclinarse el PSOE con su pintoresca ocurrencia de la plurinacionalidad, según la cual habría que vertebrar de nuevo la totalidad del Estado, a costa del Estado, y sin su opinión, con arreglo a las exigencias telúricas de los mandatarios catalanes.

            El diálogo tiene el prestigio de lo racional, aunque sabemos que existe la modalidad del diálogo de sordos, que es en el que andan el gobierno central y el catalán; el primero, con tendencia al exabrupto moderado y poniendo cara de póquer; el segundo, con inclinación al delirio incontenido y jugando al póquer con la totalidad de la baraja. En medio de ellos, los demás partidos lanzan sus ocurrencias, ya que estamos en época de improvisaciones, quizá porque los conflictos artificiales no casan bien con la lógica ni con el sentido común, sino en cualquier caso con las soluciones igualmente artificiales.

            Hay quien supone que el simple hecho de poner unas urnas es un acto democrático. Depende: las urnas son democráticas cuando parten de la legalidad democrática, y no tanto cuando son el disfraz de una estrategia que aspira a convertir en una realidad común e incontestable una realidad parcial y controvertible. Nadie puede estar en contra de que un pueblo se exprese con su voto, pero, dejando aparte la convocatoria paroxística de un referéndum paródico, hay ocasiones en que ese voto requiere un debate previo a su ejercicio; en este caso, y sin ir más lejos, el debate sobre la posesión territorial, ya que la idea tribal de que los diferentes territorios de un Estado pertenecen en exclusividad a su censo no deja de ser una convicción un tanto primaria a la que convendría dar un par de vueltas no sólo por los circuitos de la razón, sino también por los vericuetos de la historia.

            Mientras tanto, en estas andamos. Muy entretenidos.

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2 comentarios:

Unknown dijo...

Así es y abundando en el tema permiteme apuntar que cualquier doctrina( que no ideologia) nacionalista es intrinsecamente insaciable y por serlo, aspira al poder pero a todo el poder no a una transferencia aqui, una competencia allá o un traspaso acullá. Sin embargo la miopia politica de los sucesivos gobiernos,de todos ellos, el cortoplacismo interesado tan habitual en los partidos politicos españoles, el complejo atávico de la derecha y la asunción por la izquierda del discurso nacionalista nos ha llevado a donde estamos..."muy entretenidos". Gracias

Anónimo dijo...


No hay que temerle a un referéndum, hagámoslo a la americana (como Bush y Trump), si los votos no nos favorecen se le pedimos prestado a los de enfrente,(a los rusos también) les quitamos unos cientos de miles por aquí, otros miles que desaparecen por allá, y ¡magia cadabra!, solucionado; además, contamos con magos muy populares, maestros en desapariciones de todo tipo.
(Por muchas ocurrencias que tengamos entre todos, sospecho, a mi pesar, que el referéndum consensuado es la única salido al embrollo catalán y cuanto antes se haga mejor para los que queremos que Cataluña siga con nosotros.)