Supongo que estaremos de acuerdo
en que las llamadas redes sociales están revolucionando muchas cosas. Creo que estaremos
de acuerdo también en que las revoluciones pueden tener efectos dispares, según
las alienten unos librepensadores franceses, pongamos por caso, o unos talibanes
de Afganistán, aunque lo más frecuente es que el efecto final de cualquier
revolución resulte contradictorio desde un punto de vista perspectivista: pregúntenles,
mediante la güija, a María Antonieta y a Robespierre, por ejemplo.
Una
de las revoluciones más llamativas que están propiciando las redes sociales
afecta de manera directa a una mártir inocente: la ortografía. (Porque a la
sintaxis la damos por muerta.) Hay quien llega a suponer que esa revolución
(que, contemplada con un prisma pesimista, no pasa de ser una especie de
bacanal de la agrafia) tendrá efectos inmediatos y duraderos sobre la
ortografía hasta ahora tradicional. Es posible, aunque el problema tal vez
radique en que, al tratarse de cientos de miles de ortografías personalizadas,
no se consiga un patrón ortográfico con el que sustituir al vigente, ya que
mucha euforia hay que atesorar para dar por hecho que una ortografía tiene
algún sentido sin el establecimiento de un patrón común, a menos que todos nos
especialicemos en criptografías aleatorias.
(Malos tiempos aquellos en que los
alumnos tenían que aprender que, según qué caso, “vaca” se escribe con be o con
uve. Épocas oscuras aquellas en que podías suspender un examen de química o de
ciencias naturales si cometías tres faltas de ortografía, por bien que
estuviera lo demás. Venturoso presente el nuestro, en que incluso algunos
profesores de lengua pueden tener la respuesta a las dudas ortográficas en la
punta de la lengua.)
Las
matemáticas gozan del prestigio de la exactitud, y nos permitiríamos dudar del
concierto psicológico de una persona que sostuviese que dos más dos son 325. La
ortografía es tan exacta como las matemáticas, pero el caso es que le
dispensamos el mismo respeto que a un sereno que anduviese de madrugada por la
calle tocando su pito de sereno y adornado con un sombrero mexicano. Las
matemáticas sirven para entendernos con los números y la ortografía sirve para
entendernos con las palabras, pero se ve que las palabras no siempre sirven
para entenderse. Todo esto está muy bien, y da gusto comprobar cómo los
licenciados y bachilleres modernos aplican un criterio de libertad individual a
las normas represoras de la ortografía, como si fueran discípulos de Juan Ramón
Jiménez, aunque en versión psicodélica. Pero, claro, suponer que esta orgía de
la anortografofilia –palabra más bien ortografofóbica- va a cambiar la
ortografía es tal vez tan optimista como suponer que los videntes televisivos
van a cambiar las investigaciones astrofísicas.
Y es que está
visto que no hay revolución sin dosis de decepción.
(Publicado el sábado en prensa)
7 comentarios:
Corto y pego alguna de estas sentencias impecables para mi colección privada, si me lo permite.
Si la sintaxis está enterrada, la ortografía se halla en el cementerio, que como lo definió Ambrose Bierce, es el lugar donde los poetas escriben contre una víctima indefensa y los lapidarios apuestan sobre la ortografía. Un saludo desde Berlín.
Sin escribir sobre papel y no leyendo más que pantallas y mensajes con faltas a doquier es lógico la laguna se haya convertido en lago . Pero la ignorancia está generalizada en todos los temas y la culpa es de todos , cada promoción es peor por mucho que nos quieran vender la excelencia de la educación . Todo va a menos y la ignorancia a más , como es lógico.
Chao
No todo tiempo pasado es mejor. Los chavales de hoy tienen carencias (¿nosotros no las tuvimos?) y tienen excelencias (¿las tenemos nosotros?). Soy optimista por eliminación (la opción del negativismo no conduce a nada)y sinceramente pienso que parece que hay más ignorantes porque se ven más. Tildes aparte.
Eso pasa porque ahora ortografía quiere decir escribir con el orto.
Hombre, los señores de la RAE no es que ayuden mucho tampoco. Cada vez dejan más cuestiones a criterio del hablante/escribiente. Y si ellos no marcan unas directrices claras, pues hapaga i bamonós.
Creo que la ortografía no se enseña de manera adecuada entre otras cosas por la sobrecarga curricular existente. Cuando éramos niños rara era la semana que no hacíamos dictados y luego había que subrayar las palabras mal escritas, copiarlas y hacer algunas oraciones con ellas (¡qué abuurrimiento, xD! jejeje). También leíamos más, los que lo hacíamos,probablemente porque estábamos menos invadidos por la televisión y la tecnología lúdica.
En cualquier caso creo que en la ortografía tiene más peso la memoria visual que el aprendizaje de reglas, a no ser que éstas sean elementales. Perdón por el rollo. Tu artículo, en tu línea, "mu güeno".
Salud, Felipe
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