Si las bombillas no sirviesen para nada, si no alumbrasen, si se limitaran a ser objetos sin función, las veríamos expuestas en los museos, pues pocos ingenios resultan tan hermosos y delicados como una bombilla clásica. Pero, como alumbran, las bombillas tienen que conformarse con ser bombillas, que no es un gran destino, de acuerdo, pero que tampoco está mal, sobre todo para el usuario.
La bombilla es un mundo hermético, simplicísimo y complejísimo a la vez, como casi todas las cosas que merecen la pena. Una bombilla apagada es un mundo despoblado, sin el duende dentro. Una bombilla encendida es un pequeño prodigio: una luz que tiene su origen quién sabe dónde y que encuentra la meta en un filamento que puede ser de platino, de carbón, de wolframio o de tungsteno, entre otros materiales posibles, según informan quienes saben.
Una bombilla no se pone al rojo vivo, sino al rojo blanco, que es un rojo muy peculiar, al menos para tratarse de un rojo. El bulbo de cristal de toda bombilla contiene un gas inerte que protege los filamentos de las altas temperaturas, lo que convierte a la bombilla en un ámbito con fantasma incorporado, pues como tal fantasma podemos considerar el mencionado gas inerte, que suena más a ocurrencia lírica que a término científico: inerte… El gas…
Una bombilla encendida atrae a los insectos (salvo a los traicioneros mosquitos, que son amigos de las tinieblas, porque ellos son como murciélagos en miniatura), y lo cierto es que comprende uno a esos insectos que no paran de revolotear en torno a las lámparas domésticas o a las farolas públicas: si uno hubiera nacido insecto, también se fascinaría ante ese espectáculo de refulgencia en plena noche, y creo que más de un insecto acabará pensando que una farola es en realidad la Luna misma, que se ha desprendido del cielo y ha ido a parar a un muro de la calle Aribau o de la calle Pedro Pérez, por no señalar a nadie en concreto.
Para una polilla con un poco de mentalidad estética, una bombilla debe de representar algo así como un palacio impenetrable de cristal en el que de noche se produce el milagro de la luminiscencia, de la luz surgida de la nada. Por eso, algunos insectos se apostan durante el día en las inmediaciones de la bombilla o sobre el cristal mismo de la bombilla, a la espera de que se ponga el sol y de que una mano distraída active el mecanismo prodigioso que permite que llegue al filamento un caudal inextinguible de luz, la luz a chorros, la luz navegante que viene de qué ríos.
En cuanto al destino trágico que está reservado a casi todas las cosas del mundo, digamos que las bombillas suelen tener una muerte fulminante. No hay bombilla que muera de muerte natural, de muerte lenta, por desgaste paulatino. No: la bombilla muere siempre electrocutada. En una micra de segundo, puede pasar de la actividad al acabamiento irreparable. Se trata de una muerte tan sumamente súbita, que en realidad parece un suicidio, pues nada se da tanta prisa en morir como una bombilla sana, ella sabrá por qué.
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14 comentarios:
Admiro tu obra Felipe, un saludo desde Sevilla, la ciudad de las madrugadas más oscuras.
http://animalendisturbio.blogspot.com/
Hoy tenemos una gran súper luna bombilla al rojo blanco.
Saludos desde este populoso desierto
Impresionantes todos los enigmas que puede ocultar una bombila
Enhorabuena por tu precioso texto
¿Existe algo en el mundo a lo que no sea capaz de sacarle jugo? Ja, ja, ja. Como siempre, genial, maestro.
Un saludo.
Qué artilugios tan grandes las bombillas, todas de China, en sus paquetes viajando a Europa a nacer y morir
Llevo tiempo siguiendo tu obra y me encanta como escribes, sobre todo poesía que es lo que más hago. Me permito la osadía de hablarte de tú porque si yo hubiese sido "espabilailla" en mis tiempos, hasta casi podría ser tu madre :-)
Felicidades, con mucho cariño.
Mª Jesús (Marisú para los internautas)
Es usted sencillamente genial. ¡Sacarle ese partido a una simple bombilla! Qué arte, maestro.
Me fascina tu sensibilidad, diría que a veces es más frágil que una bombilla.
Saludos.
Muchas gracias por los comentarios.
La verdad es que las bombillas dan mucho juego.
Si le saca este jugo (como dice Maese Pacheco) a una bombilla, qué no hará Usted con un pomelo.
Descojonante lo del pomelo, Microalgo. Genial. Ni me lo quiero imaginar, que más enjundia y predicamento literario que una bombilla seguro que tiene.
No obstante, una bombilla de éstas de ahora, de las de bajo consumo, con lo feas y retorcidas que son seguro que daría para una historia de intrigas y traiciones. Piénsalo, Felipe.
Saludos.
Ah, po sí, ahora que lo dice.
Qué malos tiempos estos, en que hasta las bombillas se han vuelto intrincadas. And so on.
Una bomba en miniatura cuya explosión en lugar de crear tinieblas produce luz.
Siempre me han atraído por todo lo que D Felipe comenta y por un no se que de ser completo en si mismo.
Lastima de suicidio .
Saludos. A.
Hermoso texto.
Me gustaría sumarme a esta oda a la bombilla:
http://www.flickr.com/photos/buhoazul/3408575895/
Saludos.
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