A veces, uno no puede esquivar la tentación de arriesgar una frase truquista y paradójica que implique una dislocación de conceptos más o menos asentados. Decir, por ejemplo: “La literatura científica es una rama de la literatura de terror”. No es así, claro está, pero tampoco deja de serlo del todo. Les confieso que el libro más aterrador que he leído no es otra cosa que la narración de unos casos clínicos reales: El hombre que confundió a su mujer con un sombrero, del neurólogo Oliver Sacks. Al lado de ese libro, que uno lee con manos temblorosas, las pamplinas solemnemente macabras de Lovecraft, pongamos por caso, acaban dando risa, que es tal vez lo que menos hubiera deseado el visionario de Providence.
Leo en un artículo científico que es posible que el fin de nuestro planeta se produzca de una manera tan tradicional como tosca: de una pedrada, como quien dice. Si a un asteroide le da por chocar con nosotros, ya podemos despedirnos, como se despidieron en su día los dinosaurios. “Otra preocupación más”, se dice uno, y se resigna, en fin, a esa amenaza. En el mismo artículo, leo que cada día caen a la Tierra entre 100 y 1.000 toneladas de material extraterrestre, y en ese punto me echo a temblar, porque una cosa es lo de la gran pedrada y otra lo de ese chorreo continuo, que viene a ser como la pedrea de la lotería, a la espera de que nos toque el asteroide gordo.
Piensa uno, no sé, que igual nos están cayendo a diario las colillas de los marcianos, sus cáscaras de pipas de girasol, sus envoltorios de patatas fritas, sus pelillos verdosos… Por ahí fuera, por los planetas de los alienígenas, se ve que no funciona muy bien la ley de la gravedad, de modo que las cosas, en vez de caerse al suelo, se caen a la Tierra. En Saturno, por ejemplo, un extraterrestre suicida se arroja por el balcón y no cae a la calle, sino que acaba estrellándose en una plaza de Calatayud o en un parking de Zamora. Se ve que allí hace falta un Newton cuanto antes, porque, como no consigan pronto un inventor de la ley de la gravedad, este planeta nuestro va a parecer una chatarrería intergaláctica.
No sé si nosotros también mandamos una cantidad tan grande de residuos a otros planetas. No creo, porque los extraterrestres suelen tener muy mala leche y nos fulminarían con sus armas protobiónicas -por decir algo- si les ensuciásemos la casa. Pero aquí, ya ven, tenemos que barrer a diario entre 100 y 1.000 toneladas de porquería extraplanetaria, y no sabe uno si el polvo que se ha asentado en los muebles proviene de la obra de al lado o de Plutón.
Del cielo no paran de caer cosas, en fin. Si me cruzo con alguno de ustedes y no lo saludo, no se lo tome a mal, por favor. Es que, desde que leí ese artículo, voy por la calle mirando hacia arriba. Por si acaso.
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10 comentarios:
sí, sí, miremos hacia arriba... pero si ves algo, avisa por favor.
que me dé tiempo a hacer mi úlitma consumición
Camine usted tranquilo mirando donde pisa y no me sea tan alarmista, Don Felipe, que aquí tenemos un pequeñito y muy travieso gremio de controladores que, si se ponen farrucos, pegan el cerrojazo al espacio aéreo sin comerlo ni beberlo y el pedrusco de las narices, que de seguro volará sin los permisos aeroportuarios requeridos, se tiene que ir a hacer arenisca a otro lado, con la consiguiente prolongación de la esperanza de vida de los de aquí abajo, claro.
Cómo será la cosa que ya no pienso explicarles más a mis alumnos el "mito del carro alado" de Platón sin mirar antes la web de AENA... No le digo más.
Saludos.
"El hombre que confundió a su mujer con un sombrero" de Sacks. A mi me resultó aleccionador y no terrible, será por el enorme interés que el neurólogo-autor emplea para llegar al fondo de problemas difíciles y buscarles solución (recuerde por ej. al percusionista que no quería curarse del todo)...
Le recomiendo "Un antropólogo en Marte" del mismo autor y así aprovecho para pasar a la segunda parte de su entrada:
POLVO CÓSMICO: ¿De qué texto científico ha obtenido unsted la información de las pedradas planetarias y de la basura extraterrestre?.
Aunque, puesto a morir mejor todos a la vez y sin larga agonía.
En cuanto a los residuos supongo que, antes de llegar a la Tierra, habrán de atravesar lugares con altas temperaturas.
Ya se sabe que el calor siempre nos protege contra bacterisas, virus y otros bichos e incluso homogeneiza formas, colores y olores cuando todo se torna grisáceo (ceniza, polvo eres...)
Puestos a elucubrar...
Un saludo cordial de Á.
Buenos días Felipe, ya he leído tu artículo en el "Hoy" y me parece estupendo. Un abrazo
Primitivo
El hijo pequeñito de un compañero de mi padre no tenía miedo a las películas de terror.
Pero lloraba todos los días con el telediario.
A mí "1984" me da más miedo que todo lo que escribieron Lovecraft, Poe, Bram Stoker..., pues más que una novela política de ficción distópica, es el reflejo del mundo al que, si no estamos ya en él, vamos a llegar a parar...
Genial como siempre, Don Felipe.
"polvo eres y en polvo cósmico te convertirás" diría un responso astrofísico dado que la formación del planeta lo fue a modo de aliviadero de detritus estelares y una compostura específica respecto del sol, que no fue ajena a un impacto de un asteroide de campeonato millones de años ha. Terrorífico, ¿verdad?.
Jajá, llevo toda la mañana quitando polvo extraterrestre.
Gracias.
Me gustaría invitarte que leyeras "vacío interior" en mi bloc. Es la fuente de la libertad y la esencia del ser cuando no tiene ni siente apego por nada.
No tienes porqué dejar ningún comentario.
Gracias Felipe, sabes que me encantas, y si no, te lo hago saber.
Por cierto, mandé al rincón del lector en Madrid el comentario sobre tu libro y no lo han puesto todavía. Es extraño porque no suelen tardar tanto. Preguntaré para informarme.
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