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El tamaño importa. Si los gatos tuviesen el tamaño de una jirafa, serían animales domésticos en el mismo porcentaje en que lo son las jirafas. Si los gatos tuviesen el tamaño de un tigre, a ver quién se atrevía a darles un cate cuando se afilasen las uñas en el sofá, y a ver qué quedaba del sofá. La discreción de sus proporciones ha liberado al gato, en fin, de las incertidumbres y molestias de la vida salvaje, hasta el extremo de transformarlo en un animal más casero y hedonista que los propios humanos, a los que parasitan con cierto chuleo característicamente felino, sobre todo en lo que se refiere a la dieta, a los requisitos higiénicos y a la cesta de dormir, que han de ser de calidad contrastada para no merecer su desprecio. Sírvele a un gato una lata de comida de oferta y tendrás asegurado un drama familiar importante, porque no hay gourmet en este mundo que entienda más de conservas que un gato, a pesar de tener una lengua con textura de papel de lija.
A cambio de una vida confortable, el gato macho está dispuesto incluso a dejarse emascular, circunstancia que, aunque al principio no le cae bien, acaba reportándole el beneficio de no tener que andar por ahí de noche, en las rachas de celo, maullando como un alma en pena, hecho un donjuán de pelos tiesos, indigno y suplicante, haciendo alarde de lascivia, a la espera de que alguna gata se apiade de él y lo conduzca a un callejón oscuro. Ese tiempo que no tiene que perder en galanteos ni en cumplir los protocolos del instinto de procreación el gato lo invierte en su actividad más característica: dormir, porque todo gato sabe de sobra –y antes incluso que Calderón de
Hay muchas razas de gato, aunque todas tienen en común unos ojos despavoridos, quizá porque no acaban de fiarse del todo de sus propietarios, que lo mismo les dan un manotazo mientras duermen encima de la pila de la ropa recién planchada, soñando con quién sabe qué, y a veces padeciendo pesadillas cuya trama constituye un misterio para el resto de la unidad familiar: ¿cuáles serán los terrores oníricos de los gatos? ¿Grandes peces que los devoran? ¿Una habitación fría? ¿Manicuros que les mutilan las uñas? Un filón que se pierde, en definitiva, el psicoanálisis.
Como dato curioso, habría que señalar que a los gatos les gustan mucho el jamón york y las gambas, factores nutricionales que sería curioso comprobar cómo conseguirían si, por cualquier azar adverso, perdiesen su rango centenario de mascota.
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10 comentarios:
Muy noble y atinado este elogio al minino, Don Felipe. Me ha encantado. Pero véndale usted a mi gatico Pirrín las ventajas de la emasculación para así despreocuparse de la llamada de la naturaleza y dormir a pata suelta más horas. Ambas tareas ya las compagina él a la perfección, y a fe mía que se le da bastante bien. En este preciso instante me está mirando con un ojo entreabierto y desconfiado mientras me ve aporrear el teclado y me consta que sería muy capaz de castrarme él a mí si supiese leer. Menudo es él para sus cosas…
Saludos míos y lametones rasposos de mi dueño.
pero huelen muy feo...a gato!
"Ser el gato..." que decía C. Barral en su libro "Informe Personal sobre el alba ..."
Bonita esa gatita seguidora y tu entrada sobre gatos.
Nunca me gustaron, soy arisca como ellos y me gusta ir a mi aire, pero desde que tengo uno " Nico": mimoso, tontorrón, cariñoso, rencoroso, jugetón..., mi concepto sobre ellos cambió totalmente.
Nos llevamos bien, nació en agosto y es virgo como yo. Nos entendemos.
Los otros días creyendo que la ventana estaba abierta, saltó para subir a ella y se pegó un porrazo que duró un largo rato. La curiosidad le trae loco, como a mí.
Le tiro canicas y él me las tira, jugamos largo rato y a veces cuando no le doy lo que quiere me tira un bocado a traición. Espera que me dé la vuelta y _ Miauuu_. !Vaya bocado!.
Creo que duermen tanto porque son capaces de llegar a otro nivel, otras vidas; jaja...
Besos Felipe.
Estupendo artículo, Felipe. Doy fe de cuanto dices. Uno es también muy partidario de los gatos, y observa con envidia los comportamientos de su gata K. Le leeré sin falta tu texto, a ver qué dice. Un abrazo.
Aunque pocas cosas hay tan inutiles como ponerle nombre a un gato, a los de la familia siempre los llamamos "Fellini" (felinos dedicados a La Dolce Vita)
Rango milenario, si contamos a los egipcios, Maese Benítez.
Supongo que si los gatos tuviesen el tamaño de jirafas serían seres pavorosos y (como a todo lo pavoroso), los humanos nos habríamos dedicado concienzudamente a extinguirlos. Es lo que tenemos, que no aguantamos tener a la mano depredadores peores que nosotros. "Esta aldea global es demasiado pequeña para los dos, forastero", solemos decirle a los depredadores, e inmediatamente ideamos una manera de cocinarlos.
Debería conocer a la Gata Arwen, dueña (la gata, sí) de la gerente del Pay-Pay. Es un felino con un lamentable exceso de personalidad...
Gracias por los comentarios.
Muy bueno lo de llamar Fellini a un gato, Veraneante.
Yo tuve uno que se llamaba Rafael María González Machaquito, pero todo el mundo le llamaba Michi.
Microalgo: no me imagino del todo a Paloma Pay-Pay subyugada por una gata, la verdad, pero si usted lo dice...
Magnífico texto. Permiso para publicarlo aquí:
http://revistaletralibre.blogspot.com/2010/10/un-gato.html
Saludos
www.letralibre.es
(Estás invitado)
Sí, podéis darla en vuestra revista.
Gracias por el interés.
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