Todo en este mundo, absolutamente todo, parece estar sujeto a la controversia. Incluso el horario de sueño, y ya es decir. No dudamos en otorgar la categoría de perezosa a la persona que se levanta en torno al mediodía, pongamos por caso, así se haya acostado a las 6 de la mañana, y, sin embargo, consideramos diligente a la persona que se levanta a las 7 de la mañana, así se haya ido a la cama a las 10 de la noche.
Da la impresión, no sé, de que identificamos la tiniebla con la disipación, con el vicio, con las malas costumbres, con el crapuleo y el hampa. Le dices a alguien que sueles acostarte cuando clarea el día y lo menos que sospecha de ti es que eres un vampiro.
A los diurnos les inquietan los noctámbulos, mientras que los noctámbulos suelen considerar seres desdichados a los diurnos, muertos siempre de sueño, arrojados de la cama al amanecer por el pitido agresivo y marciano del despertador.
Hay quienes encuentran en la madrugada un espacio de sosiego, un paréntesis de la realidad agitada, un tiempo fuera del tiempo. Es la hora de los gatos, de las ratas, de las salamanquesas, de los búhos y de ese tipo de bestias, y digo yo que de ahí debe de venirles la mala fama a los trasnochadores, esa fauna lunar que merodea y vigila mientras los demás duermen.
La mañana, en cambio, es el reino natural de los colibríes o, como poco, de los jilgueros, de casi toda la pajarería canora, de los inocentes colegiales, de los adultos que acuden al trabajo con el pelo húmedo y con los ojos un poco perdidos aún en las lejanías alucinadas y oscilantes de la soñera. La mañana nos parece una cosa limpia y la noche una cosa turbia. La mañana nos parece el reino de las hadas y la noche la gruta de los monstruos. La mañana nos otorga respetabilidad y la noche nos vuelve sospechosos.
Los madrugadores tienen un raro prestigio de personas honradas y laboriosas, así vayan a una oficina bancaria a extorsionar a los hipotecados morosos, así vayan a un organismo público a malversar fondos igualmente públicos o así vayan a un negociado municipal a pasarse la mañana dormitando, tomando café con los cofrades de condena y tratando con la punta del zapato a quienes se dejen ver por allí para incordiarles con problemas mezquinos y pequeñoburgueses.
Los noctámbulos, por su parte, tienen un igualmente raro prestigio de gente disipada y canallesca, cabaretera y juerguista, así se pasen la noche leyendo a Homero o a quién sabe qué filósofo pesimista y tal vez algo abstruso, así se pasen las horas de oscuridad escribiendo agradables novelas infantiles o redactando áridos informes comerciales, así empleen ese tiempo silencioso en montar maquetas de barcos o en resolver crucigramas, mientras los demás deambulan perdidos por sus sueños amables o por sus pesadillas atroces, a la espera de que la luz del día les depare una nueva aventura rutinaria, una dosis cíclica de realidad.
Cada cual pactando, en definitiva, con sus fantasmagorías, que es de lo que se trata al fin y al cabo. Buscándole un sentido a todo esto. A la hora que sea, porque eso es lo de menos.
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Ilustración: R: DUFY, Ventana en Niza (1927)
10 comentarios:
Yo pienso que los noctámbulos que tienen mala fama son los noctámbulos "de calle". De hecho, cuando comento que me he pasado toda la noche corrigiendo exámenes, o terminando un trabajo para la editorial, o escribiendo... la gente suele considerarlo algo bueno, incluso me da cierto prestigio.
Ma ha gustado la idea de que pactamos con nuestras fantasmagorías.
Un saludo.
Identificar la tiniebla con la disipación es una genialidad.
Un saludo.
Muy ciertos los prejuicios en relación con la vigilia. ¿Y qué me dices del pobre insomne? A pesar de que el insomnio se ha convertido en un dolencia común hoy, hija del estrés, todavía piensan muchos que quien no duerme de noche es porque no tiene la conciencia tranquila. Que es una rareza lo demuestran frases del tipo: "Fulano se pasa la noche despierto", cuando a nadie se le ocurre decir, como cosa inaudita: "Mengano se pasa la noche durmiendo." Un abrazo, Felipe.
Lo ha contado magníficamente.
Todos mis amigos son noctámbulos; soy la única excepción. Antes sentía vergüenza por eso, incluso disimulaba y me aventuraba por las tabernas con ellos, y luego a las seis de la mañana ya estaba a la tarea. Un sinvivir.
Ahora, que voy siendo mayor y no tengo porque justificar nada, madrugo a mis anchas, incluso voy batiendo mi marca cada día: siete, siete menos cuarto, seis y media, etc.
Cuando mi familia se levanta, ya tengo limpia la casa de bichos y fantasmas.
Un placer leerle.
He discutido esto muchas veces: "si me levanto al mediodia, pero me acuesto al amanecer, sólo duerno 4-5 horas. Soy mucho menos vago que "vosotros" que dormís como poco 7 u 8 horas. Vagos más que vagos"...jeje..la humanidad es vaga.
Se trata de clichés culturales. Prácticamente no hay escapatoria. El aspecto físico, la forma de vestir, ciertas costumbres... Llevar gafitas y tener cara de bueno, no parece incompatible con leer a Shakespeare; sí lo parece beber litronas en la calle. Ir enchaquetado al trabajo implica ser una persona eficiente y responsable; acostumbrar a ir con una camiseta vieja, parece implicar ser persona poco seria, no apta para gran cantidad de ocupaciones de responsabilidad
Cierto director de banco se empeñó en acercarse al trabajo en su monopatín; empezaron los cuchicheos, los comentarios de poca seriedad, el toque de atención, etc...
Transnochar encaja con ciertas ocupaciones, con otras empezará a funcionar todo lo que dices.
Al final, la solución puede ser la de Onetti: pasarse la vida en la cama, durmiendo o no, que eso es lo de menos.
Gracias por los comentarios.
Parafraseando a Juan José Arreola y su acertado microrrelato "Cuento de horror” ("La mujer que amé se ha convertido en fantasma. Yo soy el lugar de las apariciones"), el ser humano, que es hipócrita por definición, ha convertido la vida en un estúpido fantasma (como todos los fantasmas, por otra parte) difícil de entender, y nosotros somos el lugar de las apariciones. Pues eso. Vive y deja vivir, y piensa lo que quieras, pero piénsalo.
Un saludo más honesto que cordial, Felipe.
Gracias por el comentario, Alejandro.
Por cierto, hace mucho que no leo a Arreola, que es un autor que me entusiasmó durante una época.
He sacado su "Confabulario" de la estantería y lo he puesto sobre los de la lista de espera. A ver qué tal la relectura.
Mi recuerdo de sus relatos es inmejorable, pero nunca se sabe, ¿verdad?
Nunca se sabe, maestro. Por eso, entre otras cosas, hay que enfrentarse a los fantasmas de las dudas.
A ver qué te parecen, Felipe, los dos microrrelatos que he escrito en estos días de dudas e incertidumbres poéticas, precisamente. No sé, de veras, si puedo hacer algo por ellos. Maldita inseguridad.
LOS DÍAS DE CRONISTA
Cuando los guerreros de Alá cruzaron el estrecho por primera vez no pudieron contener sus lágrimas al saberse al fin en el Paraíso, entre el fuego y las flechas enemigas llegadas del Infierno de quien ve amenazados su paz y territorio.
“A la luz de la sangre, al-Ándalus es más verde”, dijo con dulzura Táriq Ibn Ziyad, montado sobre el caballo negro de la desolación, a una de sus bellísimas huríes.
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EL AVIADOR
Cuando el viejo se durmió con el libro entre sus manos no podía imaginarse que Wolfram von Richthofen, Jefe de Estado Mayor de la Legión Cóndor durante la Guerra Civil Española, instaría de nuevo a sus hombres a que se olvidaran del juego limpio porque allá arriba no había héroes: solo víctimas y verdugos.
A la mañana siguiente, después de la batalla, el sol brilla con fuerza sobre los edificios en ruinas y el ingrávido polvo de las calles, iluminándole el pecho igual que una medalla bajo un cielo difícilmente azul. Y el mito de la caballería de las nubes y los caballeros del aire se ha esfumado de sus ojos y de su voz porque ha descubierto que hay enemigos que son inmortales y tal vez los aliados no vengan jamás a seguir una lucha a la que no sobrevivieron. Es entonces cuando el viejo arroja el libro como una granada de mano contra la realidad, mientras la enfermera le pasa como siempre sus dedos por el rostro humedecido.
Un abrazo, maestro. Y espero tu respuesta sin que sirva de precedente, está claro. Tampoco es plan de estar ejerciendo de "poeta de cabecera" en plenas vacaciones, digo yo. Pues eso.
Muy bien los microrrelatos, Alejandro.
Y gracias por dármelos a leer.
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