La identificación popular del
político con el gusto por el dinero fácil constituye una leyenda inmemorial que,
visto lo visto, ha acabado perdiendo su condición nebulosa de leyenda para
convertirse en una realidad bastante obscena. “Todos roban”, clama la voz
popular. “Todos no somos iguales”, claman los políticos. Uno no sabe si todos
roban ni tampoco si son todos iguales, pues para eso tendríamos que ser amigos
suyos del alma, pero mucho me temo que tenemos fundamentos de sobra para llegar
a la conclusión de que todos son parecidos. Los niveles de corrupción son variables,
claro está, lo que no significa que una corrupción insignificante deje de ser
una corrupción, por la misma razón por la que una cría de elefante no deja de
ser un elefante: basta con que un político haga una llamada privada con su
teléfono oficial para convertirse no diremos que en ladrón, pero sí al menos en
raterillo.
Y de ahí para abajo: ves a un concejal de
jardines y cementerios subirse, trajeado de oscuro, a un coche oficial de color
igualmente oscuro y te dices: “Ahí va Martínez, gran servidor público, a velar
por nuestros intereses con la colaboración inestimable de su chofer”. Y te
conmueve la entrega de Martínez al bien común a cambio de casi nada: de un
sueldo, de unas dietas, de una tarjeta de crédito de libre disposición, de un
despacho, de una secretaria, de un gabinete técnico, de un teléfono con cargo
al presupuesto común, de un coche oscuro y de un chofer.
Y todos, en
fin, tan contentos. Empezando, claro está, por el propio Martínez.
3 comentarios:
Pura vocación la de los Martínez esos, o estos...no sabría decir.
Uno de la Judería
Cada vez que le leo me convierto en alumno.
Uno de la Judería
y la impunidad , la impunidad .
Como es posible que una persona ( broker español que busca el FBI para cumplir una posible perpetua ) que gana 10 M de € al año se atreva a estafar a JPMorgan .
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