lunes, 24 de febrero de 2025

FÁBULA

 


(Publicado el sábado en prensa)


El incipiente idilio geopolítico entre Putin y Trump podría trasladarse al territorio de las fábulas protagonizadas por animales: el zorro plateado y el oso pardo… teñido de rubio. El zorro astuto que intenta ganarse la confianza del oso para que no interfiera en sus depredaciones y el oso grosero y fanfarrón que se cree más astuto que el zorro y da por sentado que lo manejará a su antojo y conveniencia.

         Las principales virtudes de Putin las conocemos: psicopatía, megalomanía y cinismo. Las de Trump también: insensatez, megalomanía e ignorancia. Coinciden en lo de la megalomanía, lo que no deja de abrir una expectativa interesante: ¿cuánto tiempo tardarán dos megalómanos de libro en tirarse los trastos a la cabeza?

Hay diferencias, no obstante, entre ellos, aunque tal vez menos esenciales que aparentes: Putin entiende la política exterior como un videojuego de guerra en el que mueren unos meros muñecos, mientras que Trump parece concebir el mundo como una cadena de franquicias de una megaempresa de su propiedad, y de ahí tal vez que tanto en Gaza como en Ucrania no vea un conflicto bélico, sino una oportunidad de negocio.

Para asegurar la prosperidad y los beneficios de la empresa, Trump le ha regalado al visionario Elon Musk unas tijeras patrióticas para que recorte en gasto público, sin miramientos ni sentimentalismos, a partir de la convicción de que el gasto público supone un despilfarro. Como gesto de profundo simbolismo, el pintoresco presidente argentino, por su parte, le ha regalado a Musk una motosierra, emblema macarra del neoliberalismo en estado salvaje.

         Aunque zorro el uno y oso el otro, Putin y Trump coinciden en lo básico: no les basta con la erótica del poder, sino que aspiran a la pornografía dura del poder. Ya dijo el tenebroso Kissinger que el poder es el afrodisiaco más potente. Aun así, estos dos parece que lo suplementan con viagra.

         De momento, la armonía fluye entre ambas potencias y la Guerra Fría ha sido sustituida por una fiesta de pijamas, celebrada en Arabia Saudí, en la que han jugado a la PlayStation con Ucrania y, por extensión, con el resto del mundo. Visto lo visto, Europa en concreto quedaría como un territorio geopolíticamente insignificante, militarmente débil y comercialmente amenazado, por no hablar de su tendencia autodestructiva a dejarse fascinar por facinerosos equiparables a los actuales líderes ruso y norteamericano, así sea en la escala de los imitadores que acentúan los rasgos grotescos de un original ya de por sí grotesco, hasta el punto de que las convenciones de la ultraderecha internacional acaban teniendo mucho que ver con los concursos de imitadores de Elvis Presley.

         Pero no todo resulta preocupante: hoy es sábado. Tal como están las cosas, no es poco.


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sábado, 8 de febrero de 2025

EL SHOW DE T.

 



Cuenta Suetonio, aunque parece ser que se trata de una mera leyenda, que el emperador Calígula sentía tanta pasión por su caballo Incitatus que calibró la posibilidad de nombrarlo cónsul. El polidelincuente Trump, esa especie de Calígula con temperamento de caballo de rodeo, ha ido un poco más lejos y, a falta de un caballo adecuado para el cargo, ha nombrado director del Departamento de Eficiencia Gubernamental a Elon Musk.

Vamos progresando.

         Y es que, en las primeras semanas de su segundo mandato presidencial, Trump no solo ha cumplido con todas las expectativas, tanto las malas como las peores, sino que incluso ha sobrepasado lo imaginable: amenaza de subida de aranceles, anhelos colonialistas y guerra indiscriminada tanto al inmigrante como al fentanilo, hasta el punto de que el fentanilo determina buena parte de su política exterior. A juzgar por sus proclamas, no me atrevería a suponer que Trump se cayó de niño en la marmita del fentanilo, pero sí que se dio un chocazo en la frente con la marmita. Algo desde luego pasó.

         Con determinación compulsiva, en su afán por poner la realidad patas arriba cuanto antes, el presidente se pasa el día firmando decretos estrafalarios con un rotulador de punta gorda, lo que lo iguala grafológicamente a esos grafiteros que dejan su apodo artístico en los muros. Habrá quien vea en ese detalle un rasgo narcisista y habrá quien lo vea como una muestra de poderío imperial, quién sabe, y seguro que el referido Calígula hubiese firmado de manera similar de haber existido en su época los rotuladores de punta gorda.

En cualquier caso, y rotuladores al margen, no hay punto de comparación entre el romano y el estadounidense: Calígula llegó al poder por designio del emperador Tiberio, mientras que Trump, según su propia interpretación teológica, alcanzó la presidencia por designio de Dios, que se encargó personalmente de desviar la bala para que le diese en la oreja, al considerar la deidad que con un tiro en la oreja era suficiente para convertirlo en mártir.

         Trump resulta tan irreal y tan irracional, en fin, que parece el protagonista de un programa televisivo de humor en el que se parodiase a un gobernante chiflado, ignorante, rimbombante, infantiloide y de modales gansteriles. Algo así, no sé, como El Show de Trump, sobre la pauta de El Show de Truman, aquel personaje cinematográfico que vivía en un mundo artificial con un desconocimiento absoluto del mundo real.

La penúltima ocurrencia de quien promete la renovada grandeza de EEUU sería cómica si no fuese espeluznante: expulsar de Gaza a los palestinos, someter el territorio a la autoridad norteamericana y convertirlo en un resort. La geopolítica sujeta a las reglas, en fin, del Monopoly: “Compro Groenlandia y pongo un hotel en Gaza”.

         Estos gobernantes trastornados están al alza en medio mundo, entre otras cosas porque lo tienen muy fácil de cara a su clientela electoral, tan trastornada como ellos: solo tienen que prometer el arreglo instantáneo de la realidad común mediante el método paradójico de fomentar el caos y el disparate.

         De entrada, el experimento, de tan descabellado, puede parecer divertido, pero no nos vamos a reír.


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