(Publicado en prensa)
Comoquiera que se negó a que le
hicieran un análisis toxicológico tras su detención, el flamante expresidente
peruano ha añadido un misterio insondable a la mecánica del mundo: ¿qué droga
es esa que hace que leas un texto ajeno como si fuese propio, sin saber lo que
dices, como un loro parlante de juguete, y que te lleva además a disolver el
parlamento de tu país? Una droga dura, desde luego. La única certeza que tenemos
sobre ella es que es líquida o, al menos, soluble, ya que los defensores del
mandatario destituido afirman que alguien se la administró en un vaso de agua,
aunque cabe la posibilidad de que el agua en cuestión proviniera de un
manantial lisérgico controlado por unos demonios amazónicos que se apoderan así
de la voluntad de los mandatarios incautos, porque con estas cosas nunca se
sabe, y episodios aún más prodigiosos nos han brindado los novelistas del
llamado realismo mágico.
Por lo
general, al consumidor de drogas le da por escuchar a Pink Floyd o por ver
conejos y palomas de colores, pero al expresidente le dio, en cambio, por disolver
el parlamento, como ha quedado dicho. Y es que un mal viaje lo tiene cualquiera:
te da el punto de mandar a casa a todos los parlamentarios de tu país y resulta
que acabas en la trena con tu homólogo Fujimori. Los riesgos de la vida loca,
como si dijésemos.
He
buscado en los libros de Jünger, de Escohotado y de Schivelbusch la descripción
de alguna sustancia que conduzca a esos extremos delirantes de colocón, pero no
he encontrado nada que se ajuste a los efectos padecidos –porque disfrutados me
temo que no tanto- por el expresidente de Perú.
Y
piensa uno, no sé, que esa droga misteriosa puede convertirse en una gran
aliada de la clase política universal. Por ejemplo: te pillan prevaricando o
malversando y lo achacas a la droga que te echaron en ese vaso de agua que les
ponen a los parlamentarios cuando suben al estrado para que puedan exponer con
la lengua hidratada una solución expeditiva para los problemas del país. Sería
un eximente inmejorable, y se oirían por los pasillos de los parlamentos
conversaciones de este tipo: “¿Has bebido agua antes de defender la enmienda a
la ley?”, y el otro le respondería: “Un par de sorbos. Por precaución. Aparte
de eso, si no me drogan es que ni yo mismo me creo lo que digo”.
Como
es lógico, habría que convocar una plaza de camello parlamentario, para que lo
que se vierta en los vasos de sus señorías esté sometido a un control de
calidad, porque igual te dan material adulterado y se te ocurre ponerte a
bailar bachata con los de la oposición, o lo que sea, y es ya lo que nos
faltaba.
El
expresidente peruano ha abierto, en fin, un camino.
.
Eso, sin hablar de los que confunden el botón. Le dan al sí en vez de al no, y la lían.
ResponderEliminarPor si acaso, yo no quise ser parlamentario.