(Publicado en prensa)
Estamos en un momento en que no
podemos saber si una noticia que en apariencia es mala puede acabar resultando
una buena noticia, y al contrario: tampoco podemos saber si una noticia
aparentemente buena puede convertirse en una noticia pésima.
Por
ejemplo: Corea del Norte lanza un misil que sobrevuela territorio japonés y,
como es lógico, lo interpretamos como una noticia preocupante, pero al momento
decidimos transformarla en una noticia tranquilizadora: al menos el misil no
impactó en Japón. Nos conformamos con eso: con que la chaladura belicista se
quede en un amago. Claro que no tardamos en reconvertir esa noticia
tranquilizadora en una noticia preocupante: ¿qué demonios hace Corea del Norte
lanzando misiles que sobrevuelan territorio extranjero? Por lo demás, resulta
difícil saber con precisión si es una noticia buena o mala el que Corea del Sur
y EEUU respondan a ese alarde temerario con otro alarde temerario, lanzando
misiles sin ton ni son, hasta el punto de que uno de ellos ha impactado en las
cercanías de una base militar surcoreana, aunque en ese punto –quién lo diría-
la noticia se hace inmejorable: más vale no imaginar lo que hubiese ocurrido si
ese misil defectuoso llega a impactar por error en suelo norcoreano.
Leemos la noticia de que las tropas ucranianas avanzan sin resistencia por zonas ocupadas por los rusos y, en principio, nos decimos que se trata de una buena noticia, pero al instante caemos en la cuenta de que Rusia tiene en su mano, y en cualquier momento, la posibilidad de detener en seco ese avance en teoría victorioso. (He escrito “Rusia tiene en su mano”, pero sería más exacto haber escrito “Putin tiene en su dedo”, ya que le bastaría con pulsar un botón para destruir no ya Ucrania entera, sino media Europa). Es curioso: cuantas más batallas gane Ucrania, en fin, más cerca estará de perder la guerra, por la sencilla razón de que Rusia se comporta como el gato que juega con el pájaro antes de darle el zarpazo de gracia.
Joe Biden, que se ha revelado como un
hombre de un nivel de prudencia mejorable, avisa a las claras de la posibilidad
de un Armagedón, lo que sin duda es la peor de las noticias, lo que no quita
que nuestro subconsciente la transforme en una conjetura catastrofista y sin
fundamento, más propia de un guionista de películas de ciencia-ficción que del presidente
de una gran potencia.
En contra de
la opinión de Biden, el camarero de una cafetería de mi barrio me confirma hoy
que Putin no va a usar armas nucleares por un motivo secreto que él, no
obstante, conoce: todo el arsenal nuclear ruso está oxidado y ya no sirve sino
para mandarlo al chatarrero. De modo que la alarma lanzada por Biden queda de
inmediato convertida en una noticia estupenda. Y así vamos tirando.
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El camarero de tu barrio dede tener una fuente muy fiable y eso me tranquiliza.
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