martes, 23 de febrero de 2021

A PROPÓSITO DEL PASAPORTE SANITARIO (Se veía venir)

 


(Páginas de LA CONSPIRACIÓN DE LOS CONSPIRANOICOS)


(...)

Mangoli estuvo anoche en modo profeta distópico radicalizado. Dio por hecho nuestro amigo que esto de la pandemia propiciará el reajuste del concepto de “clase social”, que ya no se medirá en términos de renta, como hacemos por inercia clasificatoria desde hace siglos, sino en términos de salud, aunque una cosa tendrá relación –¿cómo podría ser de otra manera?- con la otra: en la cumbre de la pirámide estarán los jerarcas –esos nunca se mueven de ahí- que hayan tenido acceso a la vacuna… pero no a una vacuna cualquiera, sino a la trifásica, de efecto vitalicio, que costará en torno a los doce mil euros la dosis; justo por debajo, estarán quienes hayan sobrevivido a la enfermedad y se hayan vuelto inmunes a ella, ya sean ricos o pobres; a continuación, los individuos sanos sin anticuerpos y, por último, a nivel de parias, los enfermos crónicos y sin anticuerpos, vulnerables a pillar cualquier patología y a disfrutar a corto plazo del Prado Eterno junto al Padre.

“Lo que acabará rigiendo el mundo no será el capitalismo ni el comunismo, sino el sanitarismo”, sentenció Mangoli a través de ese neologismo tan preciso como afortunado: el sanitarismo como ideología predominante.

         Mangoli no dudó en entrar en detalles concretos: los dos estamentos superiores –los vacunados y los inmunes- no tendrán que llevar mascarilla, lo que será un signo de distinción social y de poder. Aparte de eso, dispondrán de un certificado médico en el que se acredite su condición de ciudadanos inocuos, lo que les permitirá la libre circulación por el mundo, la asistencia a eventos sociales –incluidas las orgías- y el contacto físico ilimitado, aunque con una diferencia: los vacunados dispondrán de un certificado sin caducidad, mientras que los inmunizados se verán sometidos a revisiones mensuales para así evaluar su carga de anticuerpos, según los criterios que al respecto fije la OMS -de modo que vamos listos.

         Las personas sanas vivirán con el temor continuo a enfermar, lo que provocará psicopatologías muy diversas, incluidas las psicosomáticas, que tienen un tratamiento muy dificultoso, por brotar de una raíz misteriosa.

Por otra parte, comoquiera que no habrá vacunas para todo el mundo y que serán muy pocos los que puedan permitirse pagar la trifásica (con un coste total de unos treinta y seis mil euros), Mangoli dio por sentado que las falsificaciones se venderán sin control por Internet, lo que a su vez provocará la aparición de nuevas y atroces enfermedades y deformaciones físicas, pues si venenos son las vacunas supuestamente testadas, las fraudulentas serán ya venenos de ración múltiple: te pondrás una vacuna comprada en el mercado negro y tus hijos nacerán con una oreja en el sobaco o con una nariz en la oreja, por lo de la alteración del ADN.

“Se hará más verdad que nunca, en fin, ese dicho que inventaron los pobres para consolarse de ser pobres: lo importante no es el dinero, sino la salud”, apuntó Mangoli, que anoche estaba muy inspirado.

“¿Y qué pasará con los enfermos y los asintomáticos?”, se interesó Montse. Mangoli lo tenía clarísimo: a los más graves los aislarán en una especie de cápsulas herméticas de metacrilato que no serán más que una morgue anticipada, pues, a falta de medicamentos específicos, sólo se les administrarán narcóticos para que tengan al menos una muerte apacible y acorde con los derechos constitucionales, en tanto que los asintomáticos y los menos graves serán aislados en pabellones medicalizados y vigilados por el ejército, como una versión moderna de aquellas islas a las que mandaban a los leprosos, y sólo saldrán vivos de allí los que generen anticuerpos suficientes, con lo cual ascenderían de clase social de manera mecánica, aunque no se librarían de padecer los prejuicios clasistas de los individuos que no hayan padecido la enfermedad, pues uno de los pilares de cualquier disposición jerárquica es el prejuicio, ya sea fortuito o metódico.

“¿Y los que no generen anticuerpos suficientes?”, le preguntó Beltrami.

Mangoli no tenía dudas al respecto: “Pues mala suerte. Lo más probable es que no vuelvan a pisar la calle. Cadena perpetua”.

 


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