(Páginas de LA CONSPIRACIÓN DE LOS CONSPIRANOICOS)
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Mangoli estuvo anoche en modo
profeta distópico radicalizado. Dio por hecho nuestro amigo que esto de la pandemia propiciará el reajuste
del concepto de “clase social”, que ya no se medirá en términos de renta, como
hacemos por inercia clasificatoria desde hace siglos, sino en términos de
salud, aunque una cosa tendrá relación –¿cómo podría ser de otra manera?- con
la otra: en la cumbre de la pirámide estarán los jerarcas –esos nunca se mueven
de ahí- que hayan tenido acceso a la vacuna… pero no a una vacuna cualquiera,
sino a la trifásica, de efecto vitalicio, que costará en torno a los doce mil
euros la dosis; justo por debajo, estarán quienes hayan sobrevivido a la enfermedad
y se hayan vuelto inmunes a ella, ya sean ricos o pobres; a continuación, los
individuos sanos sin anticuerpos y, por último, a nivel de parias, los enfermos
crónicos y sin anticuerpos, vulnerables a pillar cualquier patología y a
disfrutar a corto plazo del Prado Eterno junto al Padre.
“Lo que
acabará rigiendo el mundo no será el capitalismo ni el comunismo, sino el
sanitarismo”, sentenció Mangoli a través de ese neologismo tan preciso como
afortunado: el sanitarismo como ideología predominante.
Mangoli
no dudó en entrar en detalles concretos: los dos estamentos superiores –los
vacunados y los inmunes- no tendrán que llevar mascarilla, lo que será un signo
de distinción social y de poder. Aparte de eso, dispondrán de un certificado
médico en el que se acredite su condición de ciudadanos inocuos, lo que les
permitirá la libre circulación por el mundo, la asistencia a eventos sociales
–incluidas las orgías- y el contacto físico ilimitado, aunque con una
diferencia: los vacunados dispondrán de un certificado sin caducidad, mientras
que los inmunizados se verán sometidos a revisiones mensuales para así evaluar
su carga de anticuerpos, según los criterios que al respecto fije la OMS -de
modo que vamos listos.
Las
personas sanas vivirán con el temor continuo a enfermar, lo que provocará
psicopatologías muy diversas, incluidas las psicosomáticas, que tienen un
tratamiento muy dificultoso, por brotar de una raíz misteriosa.
Por otra
parte, comoquiera que no habrá vacunas para todo el mundo y que serán muy pocos
los que puedan permitirse pagar la trifásica (con un coste total de unos
treinta y seis mil euros), Mangoli dio por sentado que las falsificaciones se
venderán sin control por Internet, lo que a su vez provocará la aparición de
nuevas y atroces enfermedades y deformaciones físicas, pues si venenos son las
vacunas supuestamente testadas, las fraudulentas serán ya venenos de ración
múltiple: te pondrás una vacuna comprada en el mercado negro y tus hijos
nacerán con una oreja en el sobaco o con una nariz en la oreja, por lo de la
alteración del ADN.
“Se hará más
verdad que nunca, en fin, ese dicho que inventaron los pobres para consolarse
de ser pobres: lo importante no es el dinero, sino la salud”, apuntó Mangoli,
que anoche estaba muy inspirado.
“¿Y qué pasará
con los enfermos y los asintomáticos?”, se interesó Montse. Mangoli lo tenía
clarísimo: a los más graves los aislarán en una especie de cápsulas herméticas
de metacrilato que no serán más que una morgue anticipada, pues, a falta de
medicamentos específicos, sólo se les administrarán narcóticos para que tengan
al menos una muerte apacible y acorde con los derechos constitucionales, en
tanto que los asintomáticos y los menos graves serán aislados en pabellones
medicalizados y vigilados por el ejército, como una versión moderna de aquellas
islas a las que mandaban a los leprosos, y sólo saldrán vivos de allí los que
generen anticuerpos suficientes, con lo cual ascenderían de clase social de
manera mecánica, aunque no se librarían de padecer los prejuicios clasistas de
los individuos que no hayan padecido la enfermedad, pues uno de los pilares de
cualquier disposición jerárquica es el prejuicio, ya sea fortuito o metódico.
“¿Y los que no
generen anticuerpos suficientes?”, le preguntó Beltrami.
Mangoli no
tenía dudas al respecto: “Pues mala suerte. Lo más probable es que no vuelvan a
pisar la calle. Cadena perpetua”.