(Publicado el sábado en prensa)
Si alguien levanta el puño, no
tardará en aparecer quien salude a la romana. Vamos de eso. Estamos en eso.
Durante
los años en que PSOE y PP se repartieron el gobierno central, así fuese con el
apoyo de doble filo de los nacionalistas, compartían un espacio confortable
tanto en el mando como en la oposición. Una cuestión básica de antagonismo
dual, según soplase el viento del electorado: o vosotros o nosotros, sin
sobresaltos. La irrupción de Podemos les supuso un elemento de distorsión en
aquel panorama, y algunos intuíamos que era cuestión de tiempo el que surgiera
el discurso opuesto, aunque de raíz idéntica: el de la purificación social a
partir de un proceso de purificación política. Y ahí tenemos ya a VOX, que ha
ascendido de anécdota pintoresca a comodín potencial de los futuros gobiernos
en todas sus escalas. Ciudadanos, por su parte, aporta a esta biodiversidad el
desconcierto: el que parecen padecer ellos y el que transmiten a la gente
gracias a sus incoherencias de pensamiento, de palabra, de obra y de omisión.
En ese mercado
de espejismos en que nos han convertido la política, el discurso ha sido
sustituido por el pregón, sin miedo a los argumentos gruesos, desenmascarando
de ese modo el gran engaño de la politología, a saber: que todos los ciudadanos
se rigen por criterios politológicos a la hora de votar. De ahí que los
políticos cuenten con el factor de irracionalidad y de visceralidad en que se
fundamentan por lo común las decisiones de voto, y de ahí –al menos en buena
parte- su estrategia de sobreactuación.
Los dirigentes
de los principales partidos parecen estar en fase de metamorfosis: Sánchez asumiendo
el desengaño de no haber podido gobernar con el apoyo incondicional y leal de sus
adversarios, incluida la derecha catalana; Iglesias desinflándose como el
mesías de la izquierda que quiso ser y Casado inflándose como el caudillo de la
derecha dura que alguien le ha recomendado que sea, en tanto que Rivera ha
pasado de la pretendida moderación a la desacomplejada indefinición, hasta el
punto de convertirse no tanto en un representante del pensamiento líquido como
en un malabarista del pensamiento gaseoso.
Frente a las
teatralizaciones del independentismo, PP, Ciudadanos y VOX no han tenido otra
ocurrencia que promover una teatralización unionista, como si los fuegos se
apagasen con fuego y como si una plaza representase a todo un país, cuando ya
sabemos que un mismo espacio puede llenarse por la mañana con los partidarios
de una cosa y por la tarde con los partidarios de la inversa. Las dos caras, en
suma, de una misma moneda: la independencia y la reconquista.
Mientras tanto,
Sánchez, tras su tentativa aventurada de convertir en fortaleza su debilidad, ha
estado deshojando hasta ayer mismo la margarita de las elecciones, aunque por
cada pétalo que le arrancaba le añadía dos, sin duda porque intuye lo mismo que
intuimos algunos.
Y todo está
por ver. Y ya veremos.
.
Muy buen análisis, a cada uno lo suyo. No en vano estamos ya calentando motores (¿acaso han llegado a enfriarse?), inmersos ya en pleno preámbulo a la introducción de la precampaña.
ResponderEliminar
ResponderEliminarQue pase por el lado de Vox, en el artículo, y no le dedique alguna palabra fina, de esas que se esconden de la descalificación abierta pero con su misma carga de munición, y en cambio a C's le hable de tú sin ser presentado, y les recuerde -con razón- el deterioro que ate-soran, no me parece bien. Las cosas son como son. Hay que ser justo, o intentarlo al menos, si hay que repartir que cada uno lleve lo suyo. y ellos, casi todos buenos cristianos, se lo agradecerían.
Por lo demás, el artículo excelente.
Es posible que VOX no necesite ninguna "palabra fina", como usted dice: ellos mismos se encargan de definirse a la perfección en cuanto abren la boca.
ResponderEliminar