Jorge Luis Borges, en una de
las clases que impartió en la
Universidad de Buenos Aires, expuso al alumnado lo que sigue:
“Coleridge viajó a Alemania y se dio cuenta de que no había visto nunca el mar,
a pesar de que lo había descrito admirablemente, inolvidablemente, en su poema The Ancient Mariner. Pero el mar no le
impresionó. El mar de su imaginación era más vasto que el mar de la realidad”.
(Algo más adelante, Borges le atribuye a Coleridge, por cierto, la condición de
haber sido “un teólogo de Shakespeare”.)
Jules Verne, un escritor que suele
resultar aburrido a fuerza de querer ser entretenido, formuló esta hipótesis:
“Las masas líquidas transportan las más grandes especies conocidas de
mamíferos, y acaso oculten moluscos de talla considerable, crustáceos que dé
miedo contemplar, tales como serían langostas de 100 metros o cangrejos
que pesasen 200 toneladas. ¿Por qué no? En otras épocas, los animales
terrestres contemporáneos de las edades geológicas, los cuadrúpedos, los cuadrúmanos,
los reptiles, los pájaros, estaban construidos
sobre modelos gigantescos. El Creador los había arrojado a un molde
colosal que el tiempo redujo poco a poco. ¿Por qué el mar, en sus profundidades
ignoradas, no habría guardado esos colosales restos de la vida de otra edad;
él, que no se modifica nunca, mientras que el macizo terrestre cambia casi
incesantemente? ¿Por qué no habría de ocultar en su seno las últimas variedades
de esas épocas titánicas, cuyos años son siglos y sus siglos milenios?”. (De lo
que no cabe duda es que una langosta de 100 metros sería el
sueño de cualquier pescador y de cualquier restaurante californiano.)
El poeta renacentista
Francisco de la Torre escribió un soneto en que describe el mar a través de la
metáfora de un caballo: “Espumoso caballo en quien procura / ser señal, como
estrella, el norte frío; / carreras se le imponen a tu brío / y pasos se le
miden a tu altura”. Y así sucesivamente.
Swinbourne le otorgó la
cualidad de “madre grande y dulce”, de “amante y madre de todos los hombres”,
aunque en este particular habría que recabar tal vez la opinión de los
náufragos. El poeta vasco Blas de Otero se atrevió a imaginarlo como “un himen
inmenso”, de modo que podemos calcular las proporciones de la doncella. Para el
poeta chileno Vicente Huidobro, el mar es un azar. El también chileno Pablo
Neruda confesó lo siguiente: “El hecho es que hasta cuando estoy dormido de
algún modo magnético circulo en la universidad del oleaje”.
El mar pasa por ser azul,
aunque se trata de una simplificación, ya que también puede ser del gris de la
plata, verde –muchos verdes-, ambarino o blanco fantasmagórico, o incluso todos
ellos a la vez, en parte porque su cromatismo depende de los caprichos solares,
ya que el astro Sol es aficionado a pintar marinas, en especial a la hora del
crepúsculo vespertino, de igual modo que la luna se distrae en convertir la
superficie marina en algo parecido a esas bolas de espejos que giran en el
techo de algunas discotecas.
Sobre todo en los días
tormentosos, el mar también puede presentar el color sin color de los
escenarios de la pesadilla.
.
"―Es un contrasentido, el mar. Te limita el paso y sin embargo a la vez te promete un horizonte infinito" (Rafael Marín: Mobtel).
ResponderEliminarYa como nota de biólogo (no me resisto a ello): Dicen los entendidos que no pueden existir crustáceos muy-muy grandes porque el volumen del caparazón crece al cuadrado, mientras que el volumen de dentro crece al cubo, y las estructuras no soportarían el peso. Yo no sé si a mucha profundidad la cosa cambia.
Corrección del correo anterior: es la SUPERFICIE del caparazón lo que crece al cuadrado. Cachis.
ResponderEliminarGracias por olvidar la política durante unos días y regalarnos un texto estupendo, una delicia. Me he acordado de Plasson y Bartleboom, dos personajes inolvidables de "Océano Mar". Plasson es un pintor que abandona su carrera para dedicarse a pintar un retrato del mar, pero no consigue más que lienzos en blanco. Bartleboom está escribiendo una enciclopedia sobre los límites del mundo, que naturalmente no puede dejar de contener los límites del mar. Así pasan los días ambos, pasmados en la playa, incapaces de captar algo tan inefable ...
ResponderEliminarCon su permiso...interesante la aportación de Microalgo. No crustáceos, pero puede ser ésta que se apunta , - la relación masa-volumen, o en sentido animal la cantidad de bicho que entra en una estructura externa - el motivo por el que la babosa abandona su concha de caracol.
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