domingo, 16 de junio de 2013

EL SUELDO HUMILLANTE



Donde se divaga más que se razona sobre las melancolías derivadas de un salario sin sorpresas sobrevenidas


Si eres político y careces de sobresueldo, resulta que sólo tienes un sueldo, que da para lo que da, de manera que, a pesar de tener un sueldo, por reconfortante que resulte en nuestros días el disfrute de tal exotismo, acabas sintiéndote un desdichado y aspiras legítimamente a reparar esa desdicha con la aspiración tangencial a la consecución de un sobresueldo, ya que la idea de tener que vivir con un simple sueldo promueve no sólo la melancolía espiritual, que eso al fin y al cabo es lo de menos en estos casos, sino también la material, que es la modalidad de melancolía que está relacionada directamente con el concepto de sueldo. No nos engañemos: el político que disfruta de un sueldo no disfruta en realidad de nada, pues un sueldo a secas es cosa propia de votantes, aunque impropia de votados, en tanto que el sobresueldo viene a ser algo así como el manto de armiño que se le pone al sueldo, y ahí ya la cosa cambia.

            A nuestros políticos, tan ajenos por naturaleza a los hechizos pasionales que provoca el dinero, los hemos humillado al ponerles un sueldo, a pesar de que el importe de sus sueldos respectivos lo ponderen ellos mismos, que son a fin de cuentas quienes pueden saber mejor que nadie cuánto necesitan para ir tirando. Pero les hemos humillado sin necesidad, ya digo: a un político, a un ser elegido para llevar a cabo la tarea impagable de construir el paraíso en la Tierra, a un ente filantrópico que ha asumido el sacrificio personal en aras del bien colectivo, resulta que le decimos que se conforme con un sueldo, un sueldo apenas alegrado por unas dietas y complementos de esencia más o menos esotérica y por unas prerrogativas que pueden incluir en el mejor de los casos el disfrute de un coche oficial de color invariablemente negro y de un Ipad del color que le toque. ¿A qué tanta pobretería? Les hemos negado, en fin, la estimulación laboral

Una de las grandes máximas morales de nuestra historia democrática se la debemos al actual alcalde de Barcelona -cuyo sueldo, con ser de risa, es superior al del presidente del Gobierno, que es ya de puro chiste-, que vino a decir, desde esa montaña envuelta en nubes bíblicas desde la que suelen hablar los profetas sociológicos, que los políticos deben tener sueldos fulgurantes para evitar así tentaciones tenebrosas. A pesar de su ligero optimismo ante el tope de la codicia, no le faltaba razón, ya que a los políticos les suele ocurrir lo contrario que a los santos, que tanta firmeza demuestran ante la tentación, así les venga dicha tentación por emperre directo del Maligno, infinitamente más poderoso y persuasor que un contratista de obras. 

La presidenta del parlamento catalán, por su parte, llegó a hacerse en público una pregunta desgarradora: “Si algún día los diputados llegamos a cobrar menos de 3.000, ¿adónde iremos a parar?” Eso mismo me pregunto yo.

   

7 comentarios:

  1. Genial, Felipe. ¿Y no cabría un matiz entre el sobresueldo y el sobre sueldo? Ojito que el espacio gramatical tiene lo suyo.

    ResponderEliminar
  2. El sobresueldo puede aterrar por su importe escondido, por duplicar incluso el sueldo, también por su oscuro origen, como contraprestación a servicios inconfesables; pero podría también hacernos saltar pavorosos por su destino, quizás banal en el lujo inmobiliario o sensual, en la escolarización de élite de los vástagos o en la adquisición improbable de productos culturales de dudoso gusto; ahí el derecho fundamental a la intimidad nos libra de la desagradable sorpresa de descubrir la psicología del sobresoldado.

    ResponderEliminar
  3. Los sobresueldos aparca el desánimo por el sueldo "escaso", acumula obediencia en el escalafón, fija la disciplina ideológica,desactiva la impaciencia, aclara quién es quién en la fila; normaliza la vida cotidiana del partido (si se olfatea dinero es que triunfan las ideas). En fin, los sobresueldos no sólo hace más rico al que los cobra, sino que crea compañerismo de mano pordiosera, adicción al silencio de secta, sarcasmo de una clase heredada y corrupta.
    Lo peor de lo peor esperan condenas.

    Uno de la Judería

    ResponderEliminar
  4. Hay sueldos que, con sobresueldo, no llegarían a la categoría de sueldo. Tendremos que meternos en política para poder vivir dignamente. Saludos

    ResponderEliminar
  5. Y yo, con lo pacífico que siempre he sido, ¿por que no paro de evocar guillotinas en cuanto dejo que mi mente divague, aunque solo sea un poquito?

    ¿Es grave, doctor?

    ResponderEliminar
  6. En la forma imperante de entender la política a mayor sueldo o sobresueldo menor caoacidad de empatía: el mundo se reduce a "yo" y mis circunstancias (básicamente monetarias). El clásico "ande yo caliente.... jodase la gente".

    Saludos F.B.R.

    ResponderEliminar
  7. Adición a la corrupción acompañada de desprecio a los trabajadores (Supuestos votantes de Zapatero ) . De que sirve el dinero si todos disponemos de él , se trata de presumir y disfrutar con la orquesta .
    Algunos fiscales equivocan su función y las decisiones que toman los jueces elegidos por el PP . La banalidad del mal lleva a la catástrofe y muchos corruptos dicen cumplen ordenes de otros de mayor rango , sin condenas ejemplares buscaran " nuevas " tácticas .

    ResponderEliminar