domingo, 3 de abril de 2011

COMIDA










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A estas alturas, la cocina se ha convertido en una rama del arte vanguardista, hasta el punto de que los platos tradicionales no merecen otra consideración que la de tanteos jurásicos -por así decirlo- para llegar a la cumbre estética en que se mueve hoy el sector estelar de la gastronomía.

La condición humana requiere vivir frente a un espejismo constante de progreso, para mantener de ese modo la ilusión de constituir una especie animal ascendente, inconformista con respecto a los logros del pasado y necesitada por tanto de novedades.

La nueva gastronomía ha echado raíces incluso en la poesía lírica: hoy por hoy, leer la carta de determinados restaurantes equivale a leer un poema mitológico de Góngora, un poema de tono imperial de Rubén Darío o incluso una cursilería evanescente de Núñez de Arce. En la carta de los restaurantes de avanzadilla, todo se llena de palabras más o menos esdrújulas que uno no entiende del todo, de plantas exóticas, de metáforas complejas, de sinestesias sorprendentes, de conceptos difíciles como el de “espuma de jamón” o el de “soplo de cilantro”, que desplazan ya la gastronomía al territorio de la alquimia e incluso de la metafísica.

Se mire como se mire, el acto de comer no es elegante. Nutritivo sí, indispensable, gozoso, pero elegante no, por elegante que sea el restaurante en que nos alimentemos, por distinguidos que sean nuestros modales y por bien vestido que vaya el camarero: hay que masticar, hay que deglutir, hay que limpiarse los labios manchados, hay que desplazar con la lengua los restos que se nos quedan adheridos a las encías, hay que reprimir los eructos, hay que segregar jugos por dentro… Una verdadera asquerosidad, por triste que resulte decirlo. De ahí, tal vez, que la gastronomía moderna recurra a lo etéreo y a lo mínimo para paliar los matices salvajes que confluyen en el acto de comer. Porque esos parecen ser los principios esenciales de la nueva cocina: transformar lo sólido en volátil y reducir la proporción de los alimentos. Y los divos actuales de los fogones han llevado a cabo esos principios hasta tal grado de perfección y sutileza, que se diría que no cocinan para estómagos humanos, sino para paladares de ángeles y de arcángeles, de tronos y de dominaciones, por no meter a Dios en esto.

La cocina tradicional parece haber quedado para gente que tiene el cielo de la boca hecho de papel de lija. Pero el caso es que los humanos somos más complejos de lo que parece, y se da el caso de que solemos llegar a la cima para volver a la sima, sobre todo en cuestiones de moda, de manera que hay personas que consideran un signo de distinción social -e incluso intelectual- el hecho de desdeñar la vanguardia gastronómica en beneficio de los platos tradicionales, hasta el extremo de burlarse de quienes alardean de finura de paladar. ¡Oh, mundo!

11 comentarios:

  1. Si no es por burlarse, Felipe: es por evitar poner la cara de gilipollas que se te queda cuando te traen la cuenta.

    (Fiel a mi sutil y refinado gusto, voy a ver cómo va mi asado de gorrino, que se me quema...)

    Un abrazo.

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  2. Muy buen artículo, D. Felipe, auténtica pieza literaria escrita con la precisión de un poema. No en vano estamos ante uno de los escritores con más talento de cualquier generación.
    Por si eso fuera poco, no he conseguido echar en falta (por el momento) alguna tilde para pedirle su corrección, así que enhorabuena.

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  3. "Soplo de cilantro"; con qué cubiertos especiales se tendrá que comer eso. Con cuchillo y tenedor parece difícil.

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  4. Pues que quieren que les diga: yo soy uno de esos que defiuende la cocina tradicional y no solo porque me quede cara de gilipollas cuando me sacan la cuenta,como bien dice Miguel angel,sino porque tambien me queda cara de gilipollas cuando me sacan el plato
    Un abrazo

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  5. Marketing del paladar que explica tanto refinamiento, del que puede que se escape como un día le ocurrió al tenedor, algún utensilio o uso en la mesa (minimal o zen) que se vuelva imprescindible según los cánones de la restauración futura; ¿quién sabe? pero dudo mucho que la creatividad literaria en las cartas pueda enmendar el gusto estético del comensal; como apuntas en el post dependerá del estómago y de sus preferencias en la presentación, y el apetito.

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  6. Amo a vé.

    Que el alginato y las deconstrucciones etéreas están muy bien, no tengo nada en contra.

    Pero.

    ONDE CE PONGA UN CHÁNGUI DE PAN BINGO CON MORTAELA DE ASITUNAH, MAYONEZA CAZERA Y PAPAH FRITA AL AHILLO (Franjosé, preferentemente) ACÍN TOAH ESTRUJÁ Y METIÍTA DENTRO, que se desplacen laterlamente y de manera sutil todas la deconstrucciones que las gastronomías pretéritas, presentes y futuras idear puedan.

    Y no me he metido (conste) en la baremación calidad/precio a la que alude Maese Miguel Ángel, porque entonces la cosa se iría de madre, y nos es plan en un blog de esta categoría.

    Hi disho.

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  7. Me da a mí que si alguna vez nos juntáramos unos cuantos de los que por esta santa y buena casa pululamos para darnos un homenaje y echarnos unas risas no iba a ser en un sitio de postín esnifando huevas de lumpo al aroma de albahaca caramelizada y un sutil efluvio hermenéutico de cebollino primaveral, precisamente. Porque en estos lares las cosas huelen que alimentan. Y el olor te lo cobran bien.
    Nos pega más El Segoviano, El Murciano (barro para casa) o similar, por lo que veo.

    (Por Dios bendito, Maese Microalgo, lo que Usted propone no es que sea placentero: es orgiástico. A ver si mi gato y yo terminamos de digerir el gorrino de ayer y nos ponemos en faena)

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  8. Pues no tiene Copyright, la receta...

    Qué envidia de su gato. Seguro que es un gato de Bengala, a estas alturas.

    Viva Montalbán.

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  9. Toda esta comida vanguardista, toda esta llamada "Alta Cocina" siempre me ha resultado grotesca cuando en el mismo televisor de plasma de alguno de estos restaurantes se escapa la noticia de que existen aún más de mil millones de personas sin acceso al agua potable.
    Cuídate.

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  10. Mis tentaciones no me dejan vivir:

    CEREZAS EN MI BOCA

    Hicimos el amor
    con tan solo un beso.

    Tu carne suave de labios
    excitados, melancólicos
    estremecían todo mi cuerpo.

    No necesitábamos más,
    tu lengua saciaba toda
    mi boca, la amaba.

    Esa pequeña dulzura que
    deja un beso, y yo,
    jugando a comerte
    como cerezas en mi boca
    sabrosas y derretidas.

    Me besaste y te comí,
    mis labios color carmesí
    se fundieron en rojo pasión
    y los tuyos:
    !mmm!
    sabrosos, sabrosos.

    * * * *

    Dudo si el acto de comer es elegante o no, es una necesidad y como todas las necesidades básicas, el comer requiere todo tipo de aceptación, con eructos o sin ellos.
    Por lo demás, todo muy bien.

    Por favor Felipe,no nos vuelva anoréxicos.

    Besos.

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  11. Miguel Ángel Malcontentosábado, 18 junio, 2011

    Da vergüenza leer algunos de vuestros comentarios. Es fácil opinar de lo que no se sabe y recurrir a tópicos catetos como : "es muy caro", "te sirven poca comida"...realmente lamentable. Después, claro está, cuando se trata de cortejar a una señorita o a nuestra propia esposa bien que todos váis a este tipo de restaurantes a presumir de que os encanta la nueva gastronomía. En fin, no sabéis el daño que hacen todo ese tipo de comentarios a gente humilde y trabajadora que pretende hacer de la comida un arte y lucha cada día por ofrecer algo "distinto" y "delicioso". Alegraros entonces cada vez que se cierra un restaurante y todo su personal pasa a engrosar las listas del paro, pues con comentarios así contribuíis a ello. Segundo deporte nacional después de la envidia: Valorar cualquier cosa sobre lo que no se tiene ni idea y recurrir a tópicos manidos.

    Un saludo.

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