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El Mundial de Fútbol tuvo su componente sobrenatural, representado por el pulpo Paul, ese cefalópodo clarividente que viene a ser una versión marina de los adivinadores televisivos.
Aquí, como estamos acostumbrados a comérnoslos a la gallega, no hemos aprovechado el potencial esotérico que atesoran los pulpos en su cabeza de traza alienígena, y nos limitamos a cocerlos y a espolvorearlos con pimentón. Para ser pionero en algo, me he comprado un pulpo vivo. Se llama Peter.
Gracias a Peter, la semana pasada acerté el pleno de la lotería primitiva, y ya sé los números que saldrán premiados en el próximo sorteo de Navidad y en el del Niño. No es por darles envidia, pero, aparte de eso, conozco los resultados de los partidos de la próxima liga, por no hablar de los números de los cupones de
Ahora bien, que quede clara una cosa: no todos los pulpos poseen facultades adivinatorias. Yo es que he tenido suerte y he dado con uno de los buenos a la primera, pero lo normal es que la gente se vea obligada a probar con varios pulpos antes de encontrar el adecuado. Si te sale malo un pulpo como vidente, tienes el consuelo de poder comértelo, porque todos los pulpos tienen el mismo sabor, ya sean del tipo corriente o del tipo nigromante.
Como voy a tener dinero para vivir a cuerpo de sultán de Brunei de juerga consumista en Dubai, pienso dedicarme a indagaciones ociosas, siempre en colaboración con Peter. Ya sé, por ejemplo, quién será el próximo presidente del Gobierno, qué porcentaje de trabajadores secundará la próxima huelga general, qué penas van a caerles a los de la banda Gürtel, cómo andará el PIB durante el próximo semestre, a cómo estará el Ibex 35 de aquí a dos años, y así. Gracias al pulpo, me he convertido en el hombre que sabe demasiado, y no sé si eso es bueno, porque la ignorancia del porvenir resulta más emocionante que la certeza sobre lo por venir.
He recibido varias llamadas de ministros para hacerme una oferta de compra sobre mi pulpo prodigioso. Les he dicho que el dinero me sobra y que, en cualquier caso, lo normal sería que el presidente del Gobierno crease para Peter un ministerio específico: el Ministerio de Futuribles y Fatalidades, o algo similar.
En este momento, Peter expande sus tentáculos fantasmagóricos sobre dos cajas de metacrilato. Tiene que elegir si nos vamos a la playa o si nos metemos en el jacuzzi de agua salobre, porque los dos vivimos a lo grande. Ya les contaré su decisión.
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Bueno, yo también me lo había pedido para ver si acertaba los números de la bono. Pero tanto pulpo me ha creado constipación mental.
ResponderEliminarCreo que el ayuntamiento de Sevilla quería comprarlo, a ver si se dedican a gastar el dinerito en el hospital Virgen Macarena por ejemplo, que hacen faltas sábanas y toallas para los enfermos, además de arreglar el aire acondicionado y bla, bla, bla..., y se dejan de tantas chorradas.
Besos.
Aproveche, que un pulpo vive un par de añitos...
ResponderEliminarSi van a parar al jacuzzi NO LO PONGA A TEMPERATURA MUY ALTA, que lo veo venir y luego todo es una desgracia.
Buena idea la del pulpo.
ResponderEliminarMe compro uno.
Excelente la ocurrencia.
Hasta que el rabino de Shoham lo ha hecho público no me atrevía ni a pensarlo: "una expresión de la bancarrota (moral) que plaga el mundo occidental", "Estas formas de predicción son contrarias a la ley judía", y es que la peseta de cobre era el tributo o la remisión de la paliza antes de la olla, cual signo de Caronte porque a la suerte la pintan calva.
ResponderEliminarYa, pero es que los profetas judíos hace tiempo que están más callados que una meretriz (por no soltar la chocante de cuatro letras). Y donde digo tiempo pongan unos cuantos miles de años... creo que han perdido el carro de las profecías (menos Elías, que ese tiene el suyo tadavía, y además tuneado con sus llamitas y todo)...
ResponderEliminarY bueno, no me hagan caso, que es viernes y estoy ya medio chalado.
Abrazotes.
¿Sabe ud. si se pueden leer augurios en las entrañas de los pulpos normales? Antes de cocerlo, claro.
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