El mundo es muy grande, y viajar por él puede resultar fascinante o terrible, ameno o tedioso, inolvidable para bien o para mal. De todas formas, y dejando de lado el ancho mundo, nos basta una ventana, una simple ventana, para que la realidad se manifieste en todo su esplendor misterioso.
Te acodas en la ventana y te pones a observar a la gente que pasa. Y ahí empieza una gran historia. Ves a una viejecilla que lleva una cesta de enea. "¿Qué llevará en la cesta?" Por la forma que se adivina, puede ser un melón. Pero, ¿y si fuese una de esas cabezas parlantes que aparecen en los cuentos añejos, una cabeza prodigiosa y mágica que, por quién sabe qué expediente de hechicería, tiene la facultad de hablar? Porque has notado que la viejecilla masculla, y es probable que ande en coloquios con esa cabeza parlanchina que transporta en la cesta. ¿De qué hablará la viejecilla, en fin, con la cabeza portentosa?
Ves pasar a un hombre con la bolsa de una farmacia. ¿De qué estará enfermo? Es posible que le anden mal los riñones, o que padezca insomnio y sus noches sean infinitas. Y te fijas en el color de su piel, y no le aprecias un tono saludable, porque es el suyo el tono de la cera antigua, amarillenta y transparente. Y el hombre pasa, con su bolsa de alivio, y le deseas en silencio buena suerte.
Pasa un joven con una pala recién comprada. ¿Qué irá a cavar, qué irá a enterrar? Y piensas, ya puesto, que la imagen de alguien con una pala es una imagen sospechosa, sospechosa y aterradora, porque puede tratarse de un asesino de mente fría que tiene escondido un cadáver y se dispone a darle sepultura. “Ahí va un muchacho con una pala”, decimos, sin caer en la cuenta de que esa pala puede ser el instrumento de una aventura atroz.
De repente, pasa un anciano con una bolsa de plástico en la que asoma la cabeza de un pescado de ojos detenidos en el horror, ese horror que les entra a los peces cuando descubren que existe un mundo que no es de agua. Y te preguntas entonces cuántos tesoros submarinos no habrá visto ese pescado antes de caer en el laberinto invisible de una red, cuántas maravillas sumergidas, cuántos amaneceres grandiosos filtrados por el prisma inconstante de las aguas.
Pasa una muchacha con un ramo de flores, como una alucinación primaveral en este otoño que sigue por aquí veraniego, y pasa también un perro que lleva un hueso en la boca, y va el perro a paso ligero, nervioso y clandestino, temeroso de que aparezca por allí un perro mayor y le arrebate el hueso.
Ves entonces al mendigo del barrio, que busca por el suelo una colilla, que mete luego la mano en una papelera y la remueve sin mirar lo que remueve, fiado al tacto y a la benevolencia de los azares, igual que quien escarba ilusionado en la cesta de papeletas de una tómbola.
Cierras la ventana y te ves reflejado en el cristal. “¿Quién será ese?” Pero dejas la pregunta sin respuesta, porque de sobra sabes que la respuesta sería otra pregunta, y así hasta el infinito. Como infinita es la realidad que se despliega ante ti cuando abres la ventana, una mañana cualquiera, cualquier tarde, y empiezas a jugar, contigo, a los enigmas.
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Estimado Sr. Benítez:
ResponderEliminarEncuentro su blog como quien encuentra un cofre del tesoro en la misma orillita de la playa.
Me hago incondicional desde este mismo momento.
Soy un viejo joven lector suyo; desde que encontré un ejemplar de El Novio Del Mundo en casa de un amigo y lo sacé de su envoltorio de polvo.
Recientemente he tenido el placer de leer: Un Mundo Peligroso, La Maleta Del Naufrago (un poco criptico para mi) y Papel De Envoltorio. Los he disfrutado mucho.
Los saqué prestados de la Biblioteca Publica Infanta Elena, donde no encontré Humo, el cual tengo muchas ganas de leer.
Frecuento las librerias de viejo así que tarde o temprano daré con él.
Seguiré sus comentarios del blog.
Un cordial saludo
Gracias, Andre, y bievenido.
ResponderEliminar"Humo" es una novela a la que no reservo simpatía. Me permitiría recomendarle -con mucha prudencia-"El pensamiento de los monstruos" o "Mercado de espejismos".
Gracias de nuevo.
Felipe, tiene usted muy bien puesta esa ventana. La mía da a una calle sin salida y a un patio de colegio con eco catedralicio y niños gritones.
ResponderEliminarMe encantaron esos ojos del pescado detenidos en el horror. Mucho, también, “El novio del mundo” y “Mercado de espejismos”.
Un saludo,
Virginia
Extraordinario.
ResponderEliminarNo sé si será una leyenda espuria. El caso es que tengo por cierto que a Bob Dylan su abuela le dijo una vez "chaval, tienes que ser amable con todo el mundo, porque cada persona está inmersa en una batalla".
ResponderEliminarSi non é vero, é ben trovatto.
Palabra de verificación: atchi, muy de acorde con mi actual estado de salud.
¿Muy "de acorde"?
ResponderEliminarMuy acorde, por Dios.