(Publicado en prensa)
Sin comerlo ni beberlo, y sin
tener que ir al frente de batalla, todos nos hemos convertido potencialmente en
carne de cañón. O de misil balístico intercontinental, para ser más exacto. Es
la esencia de la Historia: unos pocos deciden el presente y el futuro de
muchísimos, lo que no quita que muchísimos de esos muchísimos padezcan la
sugestión de ser agentes del destino del mundo mediante el método de alinearse
ideológicamente con las decisiones de esos pocos: hay quien va a una guerra
–pongamos por caso extremo- no con la sospecha de estar haciendo el tonto, sino
con la convicción de ser un héroe.
Los
pocos que mandan en Rusia exportan la imagen de un país enfervorizado de manera
unánime con la invasión de Ucrania, lo que no quita que allí hayan tenido que
hacer reclutamientos forzosos incluso entre la población reclusa, porque una
cosa es jalear desde lejos una guerra y otra muy distinta que te manden a la
guerra. El patriotismo también tiene sus límites, sobre todo cuando deja de ser
un sentimiento confortablemente abstracto.
Por lo demás,
se ve que en eso de las amenazas apocalípticas todo es cuestión de animarse:
ahí tenemos a Kim Jong-un lanzando misiles que sobrevuelan territorios de Japón
y de Corea del Sur, sin duda con algún misterioso afán intimidatorio y estratégico,
dentro de lo misteriosa que puede ser la insensatez, pero sobre todo con la mentalidad
de un idiota que juega a la PlayStation.
En
medio de estas hazañas bélicas, Bolsonaro, tras perder las elecciones, alienta más
o menos veladamente una confrontación civil que podría resolverse felizmente con
la guinda de un golpe de Estado, mientras
que Biden avisa de que en EEUU la democracia está en peligro, hasta el punto de
que cualquier chiflado –canadiense, además- puede entrar en la casa de la
presidenta del Congreso con la intención de romperle las piernas, algo que no logró
la horda trumpista que asaltó el Capitolio, con la frustración politológica que
eso conlleva para cualquier mente iluminada. Dentro del pintoresco ámbito
monárquico o del pintoresquismo a secas, la heredera de la corona belga vive
confinada por la sospecha de que el crimen organizado pretende secuestrarla. Al margen de todo esto, Feijóo, ante la exhumación
de los restos de Queipo de Llano, declara que hay que dejar a los muertos en
paz, aunque resulta curioso que los muertos a los que no quiere causar
molestias póstumas sean siempre del bando de aquel paisano suyo que ascendió a
caudillo.
Entretenidos
estamos, sí.
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ResponderEliminarQue alguien se sienta inspirado y saque a colación las guerras carlista, sin venir a cuento, vale, vale si lo contemplamos desde una perspectiva intelectual ambiciosa, muy ambiciosa, eh; pero acordarse de los gitanos y dedicarle casi un easayo, me parece, cuando menos, inexplicable, cuando lo inexplicabe es eso, inexplicable.
En cuanto a su columna me parece, para no variar, amigo Benítez, excelente.
No se necesita estar inspirado para escribir , de donde te has caído porque hablas sin sentido y te ha gustado mucho los dos comentarios, de lo contrario no habrías leído el segundo . Pues sólo faltaba que un mindundi diga lo que se tiene que escribir , vete a la escuela de Sevilla , que se quien eres , y de que pie cojeas ,
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