(Publicado en prensa)
Durante este periodo excepcional de la Historia de la Civilización, todos hemos aprendido muchas cosas. Eso sí: algunos han aprendido más que otros. Hay quien ha aprendido que el virus no existe, por ejemplo, lo que no entra en contradicción con la certeza simultánea de que el virus inexistente ha sido lanzado al mundo por los chinos.
Según era
de esperar, algunos han llegado a la conclusión de que Joe Biden es un agente
comunista al servicio de China y que su tarea consiste en desestabilizar EEUU
desde la Casa Blanca. ¿De qué modo? Pues, sin ir más lejos, poniendo trabas a
la Asociación del Rifle: una vez que los estadounidenses pierdan su derecho
constitucional a la posesión de armas de fuego, los chinos, en alianza con los
rusos y los norcoreanos, tendrán el campo libre para invadir EEUU y hacerse de
esa manera con el control del mundo. Es lo que venimos llamando la geopolítica.
Hay
también quienes han accedido a conocimientos extraordinarios. Por ejemplo: ¿por
qué hay carencia de chips en las fábricas de coches? Creo que no hace falta la
respuesta, pero por si acaso ahí va: porque el chip lo tenemos metidos casi todos
en el cuerpo, y de sobra sabemos que la producción de chips es limitada, por
mucho que las fábricas chinas de chips trabajen a destajo. O hay chips para los
coches o hay chips para la gente, y siempre será preferible gastar chips en
personas que en máquinas, sobre todo si se tiene en cuenta que vivimos en un
planeta antropocéntrico, tanto para lo bueno como para lo malo.
Como
casi nadie ignora, el inocularnos un chip mediante una vacuna para un virus
imaginario fue una ocurrencia de Bill Gates, aunque con la aprobación, para su
desarrollo, del gobierno chino. A estas alturas, con media población mundial
vacunada, Bill Gates se levanta a las claras del día, se sienta delante de la
pantalla gigantesca de su megaordenador y, a través del programa de
geolocalización psicológica con que controla la vida de la gente presuntamente
inmunizada contra el virus de opereta, se dice: “A ver quién es este…” Y entra
en el cerebro de, qué sé yo, Antonio Miranda, natural de Vigo, y, con sólo
pulsar una tecla, Gates ordena a Miranda que meta al gato en la lavadora o que se
juegue el sueldo en las tragaperras, y Miranda obedece. O bien se adentra en la
mente de Sharon Mills, natural de Tennessee, y le manda que asalte el Capitolio
estatal disfrazada de búfala. Y así va el mundo. (Si Bill Gates pudiera acogerse
a los disfrutes que brinda nuestro Imserso, no pasarían estas cosas, ya que un
jubilado aburrido es un peligro para la Humanidad.)
En
fin, lo que decía: todos hemos aprendido mucho gracias a esta pandemia. Lo
único que nos queda pendiente es aprender a no volvernos locos del todo.
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