Esta fotografía anónima podría haberla firmado Cristina García Rodero.
miércoles, 28 de abril de 2021
Esta fotografía anónima podría haberla firmado Cristina García Rodero.
martes, 20 de abril de 2021
lunes, 19 de abril de 2021
POSTULANTES
(Publicado ayer en prensa)
Convocar elecciones, así sean
autonómicas, en medio de una pandemia viene a ser como empezar a estudiar el
temario de unas oposiciones en medio de un terremoto: no puede decirse que sea
el momento propicio. Y no porque haya que extremar las medidas sanitarias de
seguridad tanto en los mítines como en los colegios electorales, pues ya hemos
visto en Cataluña que eso puede resolverse con éxito, sino porque una campaña
electoral exige a la gente un esfuerzo psicológico complementario al que ya
supone soportar este desastre que ha hecho que se tambalee nuestra salud,
nuestra economía, nuestras rutinas y nuestros equilibrios emocionales.
Lo que menos
necesitamos, en definitiva, es asistir al espectáculo vociferante de una pugna
política para ocupar sillones y, de paso, y si se tercia, para llevar a la
ciudadanía en bloque al paraíso sociológico con el que la humanidad sueña desde
que empezamos a caminar erguidos, hará de eso unos cuantos millones de años,
aunque el disfrute de ese paraíso sea nuestra principal asignatura pendiente,
pues se ve que el género humano es un mal estudiante de sí mismo y lleva
demasiado tiempo suspendiendo los exámenes, hasta el punto de que casi podemos
dar por agotadas las convocatorias.
Se
nos hace raro, en fin, asistir en estos tiempos a esa confusa función teatral
que son las campañas electorales, pues, a pesar de nuestras profundas
convicciones democráticas, todo nos suena a comedia de capa y espada ante un
decorado de cartón piedra. Los actores parecen sobreactuar más que nunca. El
argumento de la obra nos resulta inverosímil. Los aplausos que reciben parecen
venir sólo de la clac.
No
sé. Es un mal momento para alentar ilusiones colectivas a partir de futuribles,
precisamente porque lo que más necesitamos es otro tipo de utopías: que la vida
vuelva a nosotros, que nos vacunen, que se encuentre un remedio para el virus y
que la gente pueda regresar sin miedo a su trabajo y a sus ocios. La promesa
del paraíso en la tierra no es ahora un artículo de primera necesidad, y nos
conformamos con salir de este purgatorio, cuando no, en los casos más
desventurados, de este infierno en vida.
Hay
que reconocer que los políticos son muy valientes al someterse a un escrutinio
en tiempos de crispación, de desaliento y de escepticismo globales, con la
desconfianza hacia ellos acentuada por unas circunstancias muy adversas (algo
así como si se incendia el bloque y aparece el vecino del 6ºA disfrazado de
Spiderman), porque corren el riesgo de no resultar creíbles, de ser vistos como
actores pendencieros y malhumorados que venden un discurso que en su mayor
parte se quedará, a la hora de la gestión, en un mero discurso.
Lo
de siempre, se dirá. Sí. Pero tal vez en el peor momento posible.
.
jueves, 8 de abril de 2021
MAE WEST as herself
Esta película de 1933, dirigida por Wesley Ruggles, con guion -al menos en parte- de Mae West, resulta fascinante por lo que tiene de disparate casi del todo involuntario.
A sus 40 años, la divertidísima y narcisista Mae West se adjudica el papel de
adolescente fatal, de flapper, de sex symbol irresistible, de perdición de los hombres, que
con solo verla caen fulminados ante el esplendor rubio de su belleza. (Como
dato curioso, creo que ella inventa en esta película los andares
característicos de los vacilones de Harlem.)
Mae West está absurdamente grandiosa, en
fin, en un papel del todo absurdo.
Por su parte, Cary Grant, que por
entonces tenía 29 años, pasa las fatiguitas de la muerte para meterse en el
papel de enamorado rendido de la diva.
Una cautivadora majadería kitsch, en
definitiva, de cabo a rabo.
(En FILMIN. También disponible en
Youtube.)
lunes, 5 de abril de 2021
viernes, 2 de abril de 2021
UNA RESEÑA
Ana Rodríguez Fischer, hoy, en EL PAÍS / Babelia:
https://elpais.com/babelia/2021-04-02/majaretas-y-charlatanes.html
Creo que sólo está accesible para suscriptores. La copio:
MAJARETAS Y CHARLATANES
Son dos tipos humanos que parecen necesitarse mutuamente o al menos mantener entre sí cierta dependencia. Así lo percibimos en La conspiración de los conspiranoicos, novela protagonizada por cinco amigos que, en plena pandemia, se dedican a analizar la situación, recogiendo las múltiples noticias y opiniones que van aflorando, valorándolas y elucubrando sobre los oscuros propósitos que esconden o los intereses a que sirven, dando rienda suelta a disparatadas hipótesis y llegando a conclusiones no menos chocantes.
Los materiales proceden en gran medida de la realidad que estamos viviendo y el acierto de Felipe Benítez Reyes es organizarlos conforme a un designio inequívocamente literario. Empezando por los personajes: Montse Montenegro, maestra en una guardería, viuda y muy dada a fantasías espirituales de diversa índole; Beltrami, de elevada alcurnia pero que fue dependiente raso en un bazar chino; Mangoli, acrónimo de Manuel González Lira, muy versado en cientifismos, trabaja en la Diputación Provincial coordinando eventos, aunque lleva un año de baja por depresión; Tomi Guerra, profesor de literatura en secundaria, colabora en el Diario de Cádiz y es autor de una novela histórica, y Lorenzo Aguado Menéndez, propietario de una gestoría y narrador de la novela.
El segundo acierto es articular todo el discurso a partir de la tertulia mensual que mantienen estos amigos que se conocieron en un taller literario y que, por motivos paranoicos, pasa a ser ambulante. Benítez Reyes toma la tradición satírica del XVIII y articula esta hilarante crónica a partir de una tertulia provinciana. Los espacios que la acogen o el rito que la preside añaden variedad y amenidad al relato, pues en cada sesión un tertuliano pronuncia un discurso que después se debate, proyectando la especulación hacia el trascendentalismo religioso o la ambición enciclopédica. Por último, el lenguaje o la maestría de Benítez Reyes en el manejo del humor, la ironía y la parodia. Como adenda, un divertido desenlace novelesco.
Y ahí lo dejamos, que diría un contertulio.