lunes, 24 de junio de 2019

INSULTOS Y LAZOS



Ada Colau se ha dolido, entre lágrimas, de que, en el día de su elección como alcaldesa, ella y sus ediles fueron insultadas por quienes se concentraron en la plaza Sant Jaume para protestar por el tetris democrático que, tras dejar fuera de juego a ERC, propició su investidura. Razón para el duelo no le falta, pues los insultos sobrepasaron el límite del machismo para invadir el terreno de la pura barbarie. Las bocas de las que salieron esas barbaridades se supone que son las mismas que pregonan y ensalzan el pacifismo y la sonrisa permanente del ideario independentista catalán, que se exhibe ante el mundo como un episodio candoroso de los teletubbies, entre cánticos regionales y banderas de un país imaginario, aunque muy parecido, según cuentan, a Shangri-La, al menos a medio plazo vista.

            La apertura de la caja de los truenos suele presentar ese inconveniente: que los truenos suenan para todo el mundo. Por su parte, el inconveniente de los insultos es que son portátiles y van de un bando a otro, sin más disciplina que la del sentimiento en caliente. Estás en el país de la fraternidad, como si dijésemos,  y, de improviso, te cae un insulto no ya de tus adversarios, sino de tus aliados naturales, y todo empieza a enrarecerse, pues lo que era Shangri-La empieza a parecerse un poco al barrio del Raval de madrugada.

            Cuando la política se saca del ámbito de la gestión de lo público y se desplaza al ámbito de la gestión de lo esotérico pasan al menos dos cosas, a saber: 1) que la realidad acaba siendo un factor secundario y 2) que las fantasías acaban siendo un sustituto irracional de la racionalidad. La buena noticia es que para un político profesionalizado resulta más cómoda la puesta en circulación de abstracciones irresolubles que el dar solución a concreciones irresueltas.

            A pesar de los insultos recibidos por un sector exaltado del independentismo, Colau ha manifestado su intención de mantener el lazo amarillo en la fachada del ayuntamiento. Bien. Puede entenderse como una muestra de su falta de rencor. Puede entenderse como un guiño de complicidad a quienes la insultaron. Puede entenderse como una muestra de su habilidosa ambigüedad. O puede entenderse sin poder entenderlo en absoluto. 

            Hay optimistas que opinan que un referéndum pactado solucionaría este tipo de disputas y se impondría una armonía social modélica. No diré que no. Pero, a poco que echemos unas gotas de pesimismo a ese optimismo, se impone la sospecha de que esa consulta no sería la solución del problema, sino el principio de otro, distinto en su apariencia aunque idéntico en su esencia. Es lo que tiene el romanticismo telúrico cuando se aplica a la política: crear conflictos sin solución posible. Tal vez porque la solución –quién sabe- es el problema mismo. 

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miércoles, 19 de junio de 2019

martes, 18 de junio de 2019

WILD WILD COUNTRY

En El Mundo escribo sobre la serie documental Wild Wild Country.
 

(No pierdan el tiempo en leer mi artículo y apresúrense a verla, bajo promesa de alucinación.)

https://www.elmundo.es/cultura/laesferadepapel/2019/06/16/5d03ab9221efa0744d8b45ff.html

lunes, 17 de junio de 2019

UN DOCUMENTAL DE MÚSICA Y DE SANGRE: LA MASACRE DE LA MIAMI SHOWBAND. (En Netflix.)

31 de Julio de 1975. El grupo Miami Showband ("los Beatles irlandeses") vuelve a Dublín tras un bolo en Banbridge, en Irlanda del Norte. Un aparente control de carretera. Unos soldados aparentemente británicos. Una bomba que explota de repente en la furgoneta. Tres de los seis músicos son tiroteados a quemarropa con munición expansiva. Dos sobreviven, al haberlos dado por muertos. (El sexto componente tuvo la suerte de viajar en coche propio.)
 

Y el enredo: la relación de los servicios secretos británicos con los terroristas unionistas. Aquella Irlanda que vivía en un baño de sangre. La investigación escabrosa en torno a una guerra no ya sucia, sino más bien cochambrosa.

sábado, 15 de junio de 2019

A LA MANERA DE ÁLVARO DE CAMPOS


Anteayer fue el cumpleaños de Pessoa.
Traigo aquí este poema que escribí intentando imitar los modos de Álvaro de Campos.




Estoy cansado de sentir.

De sentir incluso esos sentimientos

que he dejado hace tiempo de sentir

y que regresan desde el pasado como un eco

para que yo los sienta sin sentirlos.



Los sentimientos que están fuera de lugar,

los inesperados, también me cansan.

Me aburre este corazón que no para de sentir

incluso las cosas que no siente,

que no debería sentir, al no ser sentimientos

estrictamente suyos, sino de alguien

que está ya muy cansado de sentir.



No sé si lo que siento

es falso o es veraz, ajeno o propio,

y de ahí sin duda este cansancio,

mientras observo sin sentir nada

los barcos que zarpan con esos marineros

de redes invisibles

que navegarán sin sentir nada,

como tampoco lo siento yo mientras escribo esto,

como no siento cuando pienso en el pasado

y me digo: “Eso en lo que pienso nunca existió”,

y en ese momento tampoco mi yo fundamental –digamos- existe,

porque no está amparado por una densidad de tiempo verifi-cable,

un tiempo exclusivo que sostenga

lo que voy a sentir a continuación

sin sentirlo, y de ahí este barajar fantasmagorías

para echar atrás la tarde

engalanada de unos oros transitorios

y del humo de las fábricas,

la tarde que se fuga hacia la noche,

como el oficinista apesadumbrado

que, al regresar a su casa pequeña, se siente el emperador

de unos planetas desconocidos.



Y desde luego la nostalgia, sí, la nostalgia

de aquel que sentía lo que creía sentir

y derivaba todo cuanto sentía al gozo o al dolor,

y no a la indiferencia del sentir,

como este yo de ahora que no siente

la obligación de sentir.



Nostalgia

de cuando la vida era más vehemente y un poco más extraña,

al menos como recuerdo que yo la sentía,

aunque quién sabe.

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(Del libro Ya la sombra, 2018)

DYLAN por SCORSESE

Acaba de estrenarse.
De nuevo, tras la inolvidable No Direction Home, Dylan a través de Scorsese.
Una gira extravagante, en 1975. Un documental que juega con el testimonio y con la mentira bromista. Un genio patoso en la carretera, con una trupe de estupendos patosos alrededor.
Pero, sobre todo, más allá del ambiente circense de aquel experimento, un Dylan que versiona maravillosas canciones propias para convertirlas en maravillosas canciones diferentes.


miércoles, 12 de junio de 2019

martes, 11 de junio de 2019

18

(En Cádiz)
 
No era fácil, pero, a veces, cuando se juega al 50% con el azar, se consigue.

lunes, 10 de junio de 2019

(Para quien quiera aburrirse durante unos 45 minutos...)


ALGUNOS PARÉNTESIS



(El artículo que publiqué el sábado en la prensa.)


La frutera del barrio comenta que apenas gana unos céntimos con la venta de un kilo de sus productos, que tiene que levantarse a las cinco de la mañana para ir a la lonja, que en verano la mercancía se le estropea de un día para otro, pues el precio de la luz le impide tener una cámara frigorífica. (Mientras tanto, sus señorías aprueban una partida presupuestaria para renovar sus dispositivos móviles.) El peluquero del barrio se queja de que el alquiler de su local esté gravado con el 21% de IVA, en tanto que el dueño del local se queja de tener que tributar, en concepto de IRPF, el 19% de su importe, cargas invariables así se trate de una oficina de 500 metros cuadrados en el centro de Sevilla o de un kiosco de cuatro metros cuadrados en un suburbio de Ponferrada. (Mientras tanto, sus señorías extenderán la mano para cobrar sus dietas de alojamiento: 1.921 euros al mes si viven fuera de Madrid y 917 si residen habitualmente en la capital. Para que el alojamiento resulte más confortable, en ambos casos se trata de cantidades exentas de tributación.) 

           El estanquero del barrio coge cada mañana un autobús para ir de su casa a su comercio, gasto que no le cuenta como desgravable, por la insensatez que implica el vivir lejos del lugar de trabajo. (Mientras tanto, nuestras señorías, en caso de no disponer de coche oficial, cuentan con un bono anual de 3.000 euros para taxis.) 

El barrendero del barrio está contento con la subida del salario mínimo: va a cobrar 900 euros al mes. (Y va a ganarlos gracias a la gestión de unas personas que pueden ganar casi 88.000 euros anuales para que el barrendero pueda ganar 900 euros mensuales.) El parado del barrio está casi tan contento como el barrendero del barrio: va a entrar en una bolsa de trabajo durante seis meses, antes de recuperar su condición de parado de larga duración. (Mientras tanto, un ministro saliente, así salga por pies a causa de un escándalo, cobra 4.700 euros mensuales durante tres meses.) 

Tras tener colgado durante más de un año el cartel de SE ALQUILA en su piso del barrio, la anciana que se fue a vivir a una residencia decidió rebajar el precio para no tenerlo vacío y para que le rentase algo que complementara su pensión de viudedad, por poco que fuese. (Mientras tanto, en una oficina lejana, un técnico de Hacienda, ante un plano virtual del catastro, está redactando un informe en el que da por hecho que se trata de un precio doloso, al estar por debajo de los precios de mercado que fijan los parámetros oficiales para nuestro barrio, y reclamará a la viuda una tributación complementaria, con el posible añadido de una sanción por fraude.) 

            Y es que los barrios tienen ese defecto: el de estar sujetos a la realidad. Sin fantasías. Al precio justo.

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viernes, 7 de junio de 2019

(Perdonen la insistencia con lo del libro, pero esto va por rachas, y ahora es lo que toca.)

Carlos Mármol publica hoy este artículo en LETRA GLOBAL.




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