(Publicado el sábado en prensa. El asunto era facilón, pero...)
La exministra Tejerina estudió de
niña en un colegio vallisoletano de la orden religiosa de María Nuestra Señora.
Tuvo suerte, pues no hay parangón posible entre estudiar al amparo exclusivo de
unos maestros y hacerlo bajo la protección de una deidad: la cosa cambia. Mucho.
Por ejemplo, no es lo mismo aprobar de milagro que aprobar gracias a un
milagro. En un colegio público, el mayor milagro que suele producirse es que no
tenga goteras, pero en un colegio religioso incluso las goteras, si las
hubiese, pueden interpretarse pedagógicamente como la manifestación
sobrenatural de los santos y santas que lloran en el Cielo por nuestros pecados
infantiles.
En
un rapto de generosidad informativa, la exministra ha declarado que lo que sabe
un niño andaluz de 10 años es lo que sabe un castellanoleonés de 8. Ella lo tiene
muy medido con una vara estadística solvente, pues de mucho tiempo libre habría
que disponer para evaluar sobre el terreno los saberes de tantísimas criaturas y
luego sentarse a comparar lo que saben unos y otros. La noticia, en fin, no
puede ser más desoladora no solo para los niños andaluces, sino también para
los castellanoleoneses, a los que ese exceso de sabiduría puede arruinarles la
infancia, más propicia a la expansión mediante el juego que a la adquisición de
conocimientos mediante la aplicación y el estudio. (De momento, la exministra
no ha planteado las diferencias de cavidad craneal ni de volumen cerebral que podrían
darse en nuestras respectivas autonomías, ya sean históricas o de historieta.)
Desde
la revelación de la exministra, les confieso que voy por la calle con
pesadumbre, mirando con compasión solidaria a esos niños andaluces de 10 años
que llevan dos de retraso en su formación, hasta el punto de que algunos juegan
a la pelota en vez de estar leyendo a Schopenhauer. No sé, resulta triste saber
que las niñas andaluzas de hoy nunca llegarán a ser ministras de nada, porque, en
el caso de que llegaran a serlo, se pasarían la mitad exacta de la legislatura
sin enterarse ni de la cuarta parte de los asuntos de Estado de los que se
enterarían sus adelantados compañeros castellanoleoneses de gabinete, y la vida
es corta, y una legislatura aún más corta que la vida.
En
2011, la exministra Mato –afectada por una rara discapacidad visual que le
impide ver jaguares en el garaje de su casa- nos informó de que los niños
andaluces son “prácticamente analfabetos”. Así las cosas, la declaración de la
exministra Tejerina puede interpretarse como un dato esperanzador: es posible
que, de aquí a un par de décadas, los niños andaluces se pongan a la par de
los de Castilla, en el caso de que los niños castellanos no se embalen
intelectualmente y se pongan otros dos años por delante de los andaluces.
Seguiremos
informando.
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