(Publicado en prensa)
El día en que Pedro Sánchez se
decida a hablar sin tópicos de mitin, sin clichés y sin eslóganes de catálogo,
podremos calibrar la hondura o la superficialidad de su pensamiento político,
asunto que, aunque con indicios preocupantes, sigue siendo uno de los grandes
misterios del momento presente. Entre esos indicios se cuenta el de haber
puesto en circulación un concepto pluripintoresco: el de plurinacionalidad,
cabe suponer que como parche retórico para el ensueño telúrico más o menos colectivo
que de un tiempo a esta parte ameniza nuestros días sobre la Madre Tierra, a la que en
España no cabe aplicar aquello de que madre no hay más que una.
Hasta
hace no mucho, la iglesia católica tuvo una piedra en el zapato con el culto al
Santo Prepucio, del que algunos teólogos daban por supuesto que había ascendido
al cielo teológico, por su cuenta y riesgo, el mismo día de la resurrección de
Cristo, criterio juicioso donde los haya ante el que se rebelaron otros sabios
en asuntos parapsicológicos, que dieron en sostener que tanto el prepucio como
el pelo o las uñas del Redentor eran elementos secundarios que bien pudieran
haberse quedado en este valle de lágrimas sin menoscabo de la integridad del
susodicho Redentor. A finales del siglo XVII, el teólogo León Alacio puso un
poco de sentido común en la disputa: según sus conclusiones, el Santo Prepucio
ascendió al Cielo a la vez que Cristo y dio origen a los anillos del planeta
Saturno.
El
PSOE parece estar ahora en su fase prepucio con lo de la plurinacionalidad. Los
socialistas valencianos, en línea con el aparato central del partido, defienden
un “federalismo asimétrico”, como las narices que pintaba Picasso, en tanto que
los socialistas andaluces reclaman un “federalismo cooperativo”, con la agravante
de que ninguno de los ellos cuenta con la versión irrefutable de un equivalente
de León Alacio que dictamine cuál de ambas modalidades de federalismo puede dar
origen a esos anillos saturnales que cohesionen nuestra pequeña nación de pequeñas
naciones.
Por otra parte, todos ellos reconocen no tener muy claro no sólo cuál
es el modelo federal que propugnan, sino incluso qué distinguiría a un estado
federal de nuestro actual escenario de autonomías, ni si, monárquicos como dicen ser, convertirían a Su
Majestad en rey asimétrico o en monarca cooperativo de una federación, pero el
hecho de que no se sepa con exactitud el significado de un sustantivo nunca ha
sido impedimento para que se le añadan adjetivos. Para alegrar esta maratón de imprecisiones,
los socialistas baleares reclaman una “federación de islas”, lo cual puede dar
pie –con arreglo a la vieja consigna de “café para todos”- a que otros
territorios de nuestra plurinación reclamen una federación de montañas, de
mesetas, de costas o incluso de secarrales.
Algunas
ocurrencias políticas corren el riesgo, en fin, de acabar en chistes. Chistes
sin demasiada gracia. Pero se ve que a sus divulgadores les divierten. Al menos
de momento.
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