Cuando yo era
pequeño, había en mi pueblo un fakir que se anunciaba en los carteles como
Sigfrido Khan.
Una noche, mientras actuaba en una
gala benéfica a la que tuve la suerte de asistir, se envalentonó más de lo
preciso y se tragó una cuchilla Gillette Blue Blade.
Murió a los dos días.
Desde entonces, de mi pueblo han
salido seis o siete fakires, pues se ve que Khan creó afición, y, aunque todos
ellos suelen tener un recuerdo admirativo en mitad de sus actuaciones para
aquel pionero y mártir, ninguno de ellos se ha atrevido –al menos de momento- a
tragarse una Gillette Blue Blade, lo que no creo que diga mucho a favor del
fakirismo local.
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No fue hasta mucho después de su ingreso en el monasterio que el hermano Regino emprendió el trabajo de campo que habría de situar a la antropología local en el lugar de privilegio que ahora ocupa dentro de la ciencia provincial. Y si su extensivo estudio sobre el fakirismo en Chipiona y su comarca no llegó a ser gloria de las letras gaditanas -y aún andaluzas- fue por quedar inconcluso, después que llegara a oídos del abad su inclinación al conocimiento carnal -casi tan grande como al resto de todos los otros conocimientos juntos- y éste lo llamara a proseguir sus estudios en la paz y tranquilidad de su celda...
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