(Publicado el sábado en la prensa.)
El hecho de que nuestros
gobernantes vocacionales se dediquen últimamente a fomentar la ingobernabilidad
no debemos interpretarlo como una paradoja irresponsable y caprichosa, sino más
bien como un experimento arriesgado con la realidad colectiva, sin duda para
comprobar hasta dónde puede dar de sí dicha realidad sin que se rompa en varios
pedazos irreparables.
Por
su tradición de alternancia exclusiva en el poder, tanto el PP como el PSOE procuran
no darse por aludidos ante un panorama político diversificado, ante una
multiplicidad de opciones que ni siquiera desde el más tajante de los
optimismos puede interpretarse como coyuntural. Y, cuando los que se postulan
para administrar las realidades colectivas empiezan a perder el sentido de la
realidad a secas, nos ganamos a pulso nuestro derecho al estupor, que es en lo
que andamos ahora.
Descolocados
ante la incomodidad del voto pluralizado, el PP y el PSOE son víctimas
aturdidas del fin de la posibilidad de las mayorías absolutas, así lo sean
mediante pactos de poca complejidad estratégica como los suscritos en el
pasado, cuando los nacionalistas se limitaban al independentismo retórico.
Motivos no les faltan para ese aturdimiento, pero tal vez sería conveniente que
entendieran que los gobiernos en minoría son un fastidio para los gobernantes,
pero que a la vez suponen un impulso de efectividad para la oposición y, sobre
todo, una garantía democrática para la ciudadanía, al imposibilitar el
mecanismo absolutista del rodillo.
Por otra
parte, ambos partidos comparten un problema: su pasado. Si bien algunos sectores
del PP han disfrutado de una orgía de corrupción sin freno ni límites, algunos
sectores del PSOE tampoco se han limitado a rezar el rosario, de modo que su
actitud de no haber roto un plato a lo largo de su historia adquiere un matiz
desconcertante. (“¡Qué escándalo! ¡He descubierto que aquí se juega!”, exclamó
el prefecto de policía de Casablanca.)
Resulta comprensible que ambos partidos
se instalen en el desentendimiento mutuo, en parte porque en eso les va la
vida, pero se comprende un poco menos el hecho de que se desentiendan de la
necesidad de entenderse desde el más enrocado de los antagonismos, si me
permiten ustedes el modesto trabalenguas. Es decir, entenderse como lo que son:
unas opciones opuestas condenadas a ser complementarias, al menos de momento. No
estoy sugiriendo ni mucho menos la necesidad de un pacto de gobierno entre PP y
PSOE, sino la necesidad urgente de un pacto de deslealtad: que uno de los dos
permita la formación de un gobierno precario, y que el otro lo espere con la cachiporra
a la vuelta de la esquina.
Si
Rajoy se empeña en alcanzar la presidencia del gobierno en virtud de la
confianza que pueda generar entre sus adversarios políticos, lo lleva claro. Si
Pedro Sánchez se empeña en lo propio en virtud de la magia espontánea, en plan Princesa por sorpresa, lo tiene negro. Porque
lo que parece inevitable es que quien quiera gobernar estará obligado a dormir
con su enemigo, así sea con un ojo abierto y el otro cerrado. Eso o pasarse la
vida en vela, o en duermevela, o padeciendo el insomnio que suelen provocar los
afanes incumplidos, o sumido en la pesadilla de las posibilidades imposibles.
Así que no
queda otra que paciencia y barajar. Pero teniendo muy presente que la paciencia
del público de las comedias de enredo, por imprevisibles y divertidas que
resulten, tiende a agotarse.
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Lúcidas y muy hondas reflexiones de Benítez Reyes. La realidad es que ahora mismo (“a día de hoy”, que diría Pedro Sánchez) nos encontramos, en efecto, con severo desentendimiento entre PP/PSOE y, a su vez, entre PODEMOS/CIUDADANOS. Desde lo alto, Cataluña, Euskadi y Galicia constatando con mirada fija sendos desencuentros. Así pues, ¿nos encaminamos a una España Ingobernable? Especulando con probabilidades, pudiera muy fácilmente suceder (a consecuencia de un pútrido hartazgo ya insoportable) que en unos hipotéticos nuevos comicios en diciembre próximo, se alcanzara ya la mayoría absoluta entre PP y CIUDADANOS. Por lo cual, el asfixiante dilema para el PSOE es: ¿mejor abstenerse ahora dando luz verde a otra investidura de Rajoy antes del 31 de octubre para que el PP gobierne en minoría o arriesgarse a una tercera convocatoria electoral navideña a ver si mejoran los resultados socialistas y con la esperanza (Ferraz cruzando los dedos) de que el Partido Popular, Ciudadanos y Coalición Canaria no logren mayoría parlamentaria porque todavía les falte sumar -por un decir- un solo escaño? Sea como sea, qué bien se lo está pasando Satanás…
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