(Publicado en el nº de mayo de TintaLibre)
Cuando a Ronald Reagan le
preguntaban que cómo un actor podía ser presidente de Estados Unidos, solía dar
una respuesta inesperada, más propia del epigramista mundano de una comedia de
Oscar Wilde que del protagonista de una película de soldados o de vaqueros: “No
concibo que alguien que no sea actor pueda desempeñar ese trabajo”.
Es
posible que el discurso político esté sujeto a la misma regla de oro que el
discurso de la ficción: depender menos de la verdad que de la verosimilitud, en
parte porque hay ocasiones en que la verdad resulta poco creíble –además de
poco conveniente- y en parte porque la verosimilitud no está reñida con la mentira,
por no decir que suele estar hermanada con las medias verdades. Hay políticos
que prometen paraísos sociológicos instantáneos, y lo curioso es que muchos
–desde la ingenuidad o desde la desesperación- los creen a pies juntillas. Hay
políticos que justifican el destrozo del contrato social en beneficio de la
consolidación del contrato social, y hay gente que los vota. Hay políticos, en
fin, que, en nombre de la coherencia, niegan hoy lo que dijeron ayer y lo que
tal vez vuelvan a afirmar mañana, y hay gente que lo da por bueno. En esto se
ve que hemos decidido ser cándidos, imagino que por ese algo de creencia
religiosa que tiene en el fondo toda adhesión a una causa política.
En
los últimos tiempos estamos asistiendo a una exhibición actoral que excede nuestra
tolerancia con respecto a la fantasía, por mucho que en los mundos imaginarios
aceptemos la existencia de los dragones de tres cabezas. Para mentir medianamente
bien conviene ser un actor profesional -aunque sea al nivel artístico de
Reagan-, y muchos de nuestros políticos parecen requerir con urgencia un
cursillo de dramaturgia, al menos para evitar el defecto de la sobreactuación.
Se
nos ha propuesto creer que los tesoros escondidos en una gruta encantada de los
Alpes suizos provienen de herencias misteriosamente ancestrales. Se nos ha
dicho que las escrituras de constitución de las sociedades offshore son algo así como unos pergaminos góticos de los que sus
firmantes se olvidan al momento de rubricarlos, por culpa sin duda del conjuro
de una hechicera malvada. Algún maleante célebre por su reincidencia olímpica en
el delito, ante la evidencia de sus travesuras mercantiles, no ha dudado en
acogerse al comodín de la caza de brujas, a las que imaginamos, por instinto
reflejo, revoloteando en sus escobas en una selva panameña o en un despacho de
Bankia. Hemos oído al ex presidente multado por Hacienda convertir su desliz en
una diferencia de criterio con Hacienda, como si la fiscalidad se basara en el
debate socrático. Hemos visto dimitir a un alcalde no por las corrupciones de
las que lo acusan, sino por lo intolerable que le resulta que lo acusen. Hemos
visto al banquero engominado presentarse como un antisistema perseguido por el
Sistema. Hemos sabido que los áticos pueden viajar desde Delaware a Estepona
como la ínsula volante que acogió al aventurero Gulliver. Hemos sido testigos
de cómo toda la cúpula de un partido apoya al embustero de su tribu, ese que
asegura que no mintió, sino que dijo cosas que no se ajustaban a la realidad,
sin saber que ese era el problema médico que afectaba a la nariz de Pinocho. Y
así sucesivamente.
Para
transformar las mentiras en verdades ficticias conviene, insisto, ser un buen
actor, porque de lo contrario el pacto ineludible entre el escenario y el patio
de butacas se rompe. Y lo que queremos es disfrutar de un buen espectáculo, no
de una improvisación delirante.
.
Los políticos tienen mucho de actores, ciertamente, pero no son los únicos. Casi todo aquel que tiene que comunicar algo -no digamos ya si tiene que venderlo- tiene que actuar. Un cura, un guía turístico, un camarero, un médico, un policía de tráfico ... Y, por supuesto, también un profesor. En una entrevista a Juan Mayorga (pongo el enlace porque, aunque no tiene que ver directamente con el tema, me parece interesante) le preguntábamos al final por esto mismo. http://gaceta.rsme.es/abrir.php?id=1200
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