Reconozco mi fe inquebrantable en
la capacidad redentora de nuestro sistema penitenciario: no hay delincuente VIP
que, tras su paso fugaz por la cárcel, no salga de allí transformado en un
moralista, dispuesto a dar lecciones gratuitas de comportamiento cívico a
quienes quieran aprender, que somos casi todos, ya que casi todos andamos
faltos de líderes y de referentes morales, en parte por la sobreabundancia de líderes
y de referentes a la inversa. Ellos pasan entre rejas una temporada
–generalmente breve, casi testimonial, casi simbólica- y salen de allí que da
gusto escucharlos, inflexibles en su denuncia de la arbitrariedad de las leyes,
combativos con respecto a la manipulación mediática de su inocencia, con el
dedo siempre levantado, en actitud admonitoria. Es un poco como lo de san
Agustín. Un poco como lo de san Pablo. Un poco –también- como lo de Jekyll y
Hyde. Pasan por el trullo y se diría que les falta apenas un hervor para
ascender al rango de arcángeles de la sociopolítica o de la socioeconomía, lo
que para el caso viene a ser casi lo mismo. De lo limpios de alma que salen. De
lo niquelados de espíritu, los tíos. De lo alados. Lo mismo un banquero que un
tesorero. Lo mismo un presidente autonómico que un alcalde. Lo mismo un Dioni
que un Roldán. Como te lo digo: limpios y niquelados. Dando lecciones. Incluso
en la tele, los tíos.
Lo
que no entiende uno es que, comprobados de sobra los beneficios espirituales
que reporta el pasar unas cuantas semanas en el talego, nuestros prohombres no
ingresen voluntariamente en él, así no tengan ningún delito por el que hayan
podido pillarlos, que eso al fin y al cabo es lo de menos: ¿hay cosa más bonita
en el mundo que convertirse, por voluntad propia, en chivo expiatorio? (Bueno,
sí: tal vez el convertirse, por voluntad ajena, en cabeza de turco, pero esa
sería otra historia.) Es que sales de allí fortalecido, coleguita. Es que sales
que ni te lo crees. Eso es como el fitness, aunque para el alma inmortal. De
como sales. De lo dabuti que sales.
…Pero
vayamos al aspecto espinoso del asunto, a saber: llega un momento en la vida -un
momento de veras triste, de pura decadencia- en que cualquier persona se
resiste a que le den lecciones de honorabilidad, así provengan esas lecciones de
los delincuentes VIP que han hecho su camino de Damasco en chirona, que son los
más acreditados para esa tarea divulgativa de los principios morales. Llega el
momento, en fin, que como que no. Que gracias, pero que no. Y eso, por el bien
de todos, hay que conciliarlo. Si creemos de verdad en la capacidad redentora
del trullo, aceptemos sin fisuras la autoridad moral de nuestros redimidos.
Acojamos su discurso moral como un regalo de la vida. Porque es que da gloria
ver cómo salen de allí –y qué envidia- los tíos.
.
Ya no asombra esto, porque estamos curados de espanto y de sorpresas, pero si. Es como si entraran allí por gusto y para hacer Ejercicios Espirituales de los de antes, que salias llorando y arrepentido de tus pecados.
ResponderEliminarpero cuidado, porque a partir de ese momento con sus lagrimas de cocodrilo "La Coste", te lo venderán las cadenas de TV como una persona nueva que está dispuesta a empezar. A empezar a robar otra vez.