La realidad resulta problemática
por definición, a pesar de que lo más problemático tal vez consista en
definirla, pues es posible que no haya otro concepto más sometido a la libre
interpretación de cada cual. Sea como sea, la realidad, aparte de por
definición, resulta especialmente problemática si confiamos su rumbo a quienes
tienen menos sentido de la realidad colectiva que un pez de colores criado en
una pecera.
Quién
pudiera no tener que decirlo, y menos aún en una alegre mañana de sábado de
carnaval, pero el caso es que hemos puesto nuestra realidad común en manos de
gente muy extraña. Gente que está convencida de que tiene que trasladarse en
coche oficial incluso cuando asiste a una rueda de prensa para presentar el
proyecto del carril bici como alternativa a los atascos y a las emisiones
contaminantes. Gente que cree que hay que comer en restaurantes escogidos -con
cargo al resto de la gente- para mantener reuniones de trabajo encaminadas a
que el resto de la gente tenga algo que comer, así sea tras hacer cola en un
comedor benéfico, ya que al fin y al cabo los políticos han conseguido en
cuestiones gastronómicas la cuadratura del circulo: que los restaurantes de varios
tenedores se conviertan para ellos en comedores de beneficencia, por aquello de
salirles gratis, cuyos menús vienen a ser el equivalente –aunque en versión
algo mejorada- del bocadillo del obrero. Gente extraña que necesita una
secretaria hiperactiva, un vicesecretario diligente, un subdelegado de confianza
en el que subdelegar, un chófer a jornada completa, un jefe de protocolo, un
jefe de prensa y unos asesores que a su vez necesitan una secretaria, un
vicesecretario, tal vez un chófer, tal vez unos asesores especializados en
asesorar a los asesores, para que el asesoramiento resulte lo más asesorado
posible.
Gente extrañísima que entiende que un sueldo no es más que un trámite
necesario para la consecución de un sobresueldo. Gente extraña que legisla urbi
et orbi el delito fiscal y que, de puertas para adentro, aplica a las leyes que
promulga un método aproximadamente homeopático: manejar dineros delincuentes y
elaborar contabilidades propias de estraperlistas, cabe suponer que para que
quede claro que la ley es igual para todo el mundo, excepción hecha de los valedores
oficiales de la ley, que demasiado tienen ya con inventarse las leyes como para
tener también que cumplirlas a rajatabla. Gente culpable que resulta inmune al
reconocimiento de su culpabilidad, ya sea con argumentos sofísticos o sencillamente
de patio de colegio: “Yo no he sido”. Gente extraña que promete en falso desde
la convicción de que lo importante no es cumplir las promesas, sino formularlas
con alegría y contundencia retórica. Gente que sabe que la corrupción puede
convertirse en un aval de cara al electorado.
Gente.
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Dirigentes, ¿no?
ResponderEliminarTransparente, ¿no?.
ResponderEliminarUn buen post, sí señor.