lunes, 12 de enero de 2015

LO INVISIBLE




Uno de los grandes méritos de nuestras tandas sucesivas de políticos consiste en haber creado instituciones y organismos de espectro más o menos pintoresco y muchos de ellos con apariencia –al menos a primera vista- de inutilidad. Aun así, no duda uno que esa telaraña burocrática tiene una eficacia indispensable para la buena marcha de la realidad común: ¿qué sería de nosotros sin el Centro Militar de Veterinaria, pongamos por caso, o sin el Observatorio Joven de Empleo, también conocido como OBJOVEM, desde el que se imagina uno a varios expertos observando, de 8 a 3, cómo el desempleo juvenil alcanza el porcentaje esperanzador de casi el 54%? (Por no plantear la pregunta escalofriante de qué sería de España si a alguien no se le hubiera ocurrido crear el Observatorio del Transporte y la Logística o patrocinar la Obra Pía de los Santos Lugares de Jerusalén, dependiente del Ministerio de Asuntos Exteriores.) 

La creación de instituciones y organismos oficiales requiere, de entrada, un golpe de inspiración de índole artística: intuir un vacío en la realidad y llenarlo con unas oficinas, con un logotipo, con unas siglas, con un director general, con un subdirector general, con un secretario general, con un subsecretario general, con unos cuantos funcionarios especializados en la materia hasta entonces desconocida y con lo que sea menester, que nunca suele ser poco. Hay un no sé qué esencialmente artístico en esa labor, ya digo. Algo teológico también: un crear desde la nada. Y algo esencialmente mágico: sacarse de la chistera una agencia estatal o un observatorio autonómico. Por menos de eso, hay gente que se inmortaliza en las enciclopedias.

            Lo que a ningún político se le ha ocurrido, al menos de momento, es la creación del Centro Estatal para la Prevención de la Invisibilidad Política. (El CEPIP, como si dijéramos.) ¿Y cuáles serían las funciones de ese organismo? Bueno, varias, por supuesto, pero quizá la esencial consistiría en impedir que determinadas gestiones políticas y extrapolíticas de los políticos se hicieran invisibles no ya para la ciudadanía, que está de sobra habituada no sólo a las invisibilidades, sino también a las opacidades, sino sobre todo para los políticos mismos.

            Pongamos, no sé, algunos ejemplos… Ana Mato no vio el Jaguar que tenía su marido en el garaje de la vivienda familiar. Tania Sánchez no vio la empresa de su hermano: la parte contratante de la parte contratante. Nadie vio los sobres de Bárcenas. El recién jubilado Alfonso Guerra nunca vio a su hermano Juan. En Blesa no se fijó nadie. Nadie miraba a Urdangarín. Aguirre no vio a Granados. Nadie se paró a observar a los Pujol. La gente sólo se fijaba en las gafas oscuras de Fabra, no en Fabra. Etcétera. El CEPIP evitaría eso. 

            Aunque, bien mirado, ¿qué mejor ley de transparencia que esa invisibilidad?


. (Publicado el sábado en la prensa)

1 comentario:

  1. Bien, Felipe. Quiero un cargo bueno en esa oficina de Invisibilidad, que ya sabe que soy especialista en lo que no se ve.

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