La entradilla anterior ("Las pompas fúnebres deben tener su justa medida para no acabar convirtiéndose en una burbuja fúnebre") iba referida -aunque creo que no quedaba claro- a los fastos funerarios en torno a G.G.M., que fue, sí, un gran escritor, pero también un gran figurón. (Y es que en todo funeral pomposo hay una obscenidad cursi, una tramoya faraónica de floristería.)
No puede ser casual: hay fórmulas anticipadas para controlar lo que vayan a hacer con tu cadáver. Nadie es quién para montar una verbena en torno a un cadáver sin el consentimiento previo del cadáver antes de ser cadáver, valga el lío.
Aunque qué más da...
Yo ya he dejado dicho que la líen parda en el mío. Nada de cruces y, si se logra dar esquinazo a Protección Civil, un entierro vikingo (si hay viento de levante, que, si no, vamos a quemar todita Puertatierra).
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