Uno de los conceptos más obscenos
y tal vez más absurdos de cuantos circulan entre nosotros es el de haber vivido
por encima de nuestras posibilidades, ya que resulta difícil tener
posibilidades si no se tienen posibilidades. En cualquier caso, hacer posible
lo imposible no deja de ser un malabarismo portentoso y digno no sólo de
aplauso sino incluso de ser integrado, como número estelar, en una función de
circo.
El
disfrute de una imposibilidad implica una imposibilidad en sí mismo, lo que no
impide que mucha gente asuma retrospectivamente la culpa de ese disfrute con
ánimo penitencial, arrepentida de haber hecho lo que de ninguna manera pudo
hacer. No sabe uno desde dónde se ha implantado ese espejismo de pecado
colectivo, hasta el punto de que incluso los más inocentes acaben sintiéndose
culpables de una falta no sólo ajena sino también inexistente. Es probable que
desde el pecado original ningún otro pecado genérico haya conocido, en fin, una
implantación tan exitosa.
Convendría
analizar las posibilidades antes de calibrar lo que está –o estuvo- por encima
de esas posibilidades. Recibías, por ejemplo, una carta de tu banco en la que
te adjuntaban un cheque simulado por valor de 9.000 euros, reintegrable en
menos de 24 horas. Comoquiera que el banco desconfiaba de tu capacidad de
imaginación con respecto al uso que podías dar a ese importe, te ofrecía
incluso sugerencias: cambiar de coche, renovar tu cocina, hacer un crucero,
celebrar una boda equiparable a la de Caná o un bautizo con rango de boda
babilónica. Esa era la posibilidad. Si se hubiera tratado de una imposibilidad,
en su variante de cosa que está por encima de la posibilidad, esa carta no
hubiera sido posible. Pero lo era: posible como ella sola. Si dejabas pasar la
ocasión, recibías otra carta idéntica a los quince días, para recalcarte la
posibilidad de disfrutar de esa posibilidad, al parecerle imposible a tu banco
que renunciases a la posibilidad en cuestión. Si ibas al banco y retirabas ese
dinero, ya fuese para destinarlo a la cocina o al crucero inolvidable, no estabas por
encima de ninguna posibilidad, sino a la altura exacta de tus posibilidades, y
el tiempo ha demostrado que quien estaba por encima de sus posibilidades no
eras tú, sino el banco, por esa cosa tan rara que tienen los bancos de no
entender demasiado de cuentas.
Ibas
a firmar una hipoteca y, en vez de darte el 70% del valor, te ofrecían el 120%,
para que tuvieras la posibilidad de armonizar el estreno de la vivienda con el
estreno de un coche. Esa era la posibilidad. No algo que estaba por encima de
la posibilidad, sino la
Posibilidad en persona. No una posibilidad flotante, alzada
sobre la cabeza de la gente, sino la posibilidad a ras de suelo, la posibilidad
rastrera. La posibilidad más posible de todas las posibilidades. Esa
posibilidad, en fin, que han vuelto imposible precisamente quienes tuvieron la
idea diabólica de hacer posible lo que no lo era.
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si destruyes algo de mala manera resulta imposible de reconstruir . Las empresas que desaparecen lo hacen con impunidad y no hay relevo de recursos , iremos a peor .
ResponderEliminarImposible una argumentación mejor. Si (como el griego afirma en el Cratilo) el nombre es arquetipo de la cosa, en las letras de posible está la posibilidad (de pincharse con la espina de la rosa).
ResponderEliminarSolamente he vivido una vez por encima de mis posibilidades, cuando de feto habitaba en el vientre de mi madre. Las demás veces, por costumbre heredada, he sufrido por encima de mis posibilidades. Ahora, por ejemplo, ni le cuento.
ResponderEliminarPor cierto, ¿mentir cómo lo hace Rajoy, Wert, Cospedal, Aguirre…, está dentro de sus posibilidades, o por encima?
Uno de la Judería