Donde se exponen unas soluciones
razonables para trocear España al gusto de todos
Parece claro que lo que hasta ahora
entendíamos por España está entrando en fase de pura entelequia, motivo por el
cual se imponen iniciativas que para algunos serán traumáticas y que para otros
supondrán un alivio.
Para
empezar, habría que convocar cuanto antes la consulta sobre la independencia
catalana, aunque el espectro de dicha consulta no debería reducirse al ámbito
catalán, sino al ámbito global de las Españas, con lo cual, paradójicamente,
tendrían más oportunidades de éxito quienes ansían independizarse de España
para pasar a depender de Europa. Una vez independizada, Cataluña podría hacerse
cargo de Melilla, para que de ese modo tenga su cupo colonial.
Ya puestos, podríamos
conceder la independencia de forma automática, sin necesidad de hacer gasto en
un referéndum, al País Vasco, con el regalo de Ceuta, para no crear agravio entre
los pueblos liberados de su yugo y como compensación además por los territorios
vascos usurpados por Francia. Incluso podríamos ponernos rumbosos y conceder la
independencia a los gallegos, otorgándoles la soberanía sobre Gibraltar.
Comprende uno que regalar Gibraltar es como regalar una finca embargada y llena
de okupas, pero estoy seguro de que los dirigentes del nuevo estado gallego
sabrían gestionar la situación, ya que, al disponer de un formidable flota
pesquera susceptible de transformarse en flota bélica, pueden reeditar una
versión moderna de la batalla de Trafalgar, aunque cabe desearles que con el
final cambiado.
Estas
pérdidas territoriales tendrían que verse compensadas, como es lógico, de modo
que se impondría la anexión de Portugal por parte de la corona española,
trámite que sin duda se resolvería por la vía pacífica, pues resultaría raro
que un país aquejado de saudade se animara a padecer el estrés que propician
las trincheras. Como gesto de bienvenida a los antiguos lusos, se daría al
bacalao el rango de plato nacional, ya que el curso de la Historia nos enseña que
ese tipo de gestos fomentan la integración y disuelven, por vía simbólica, la
sangre de las heridas internas que sin duda provocaría la disolución del país
vecino como tal país, pasando de vecino a miembro de la familia.
Dado
que todos los españoles compraríamos toallas y sábanas portuguesas, que ya
serían españolas, provocaríamos una crisis en la industria textil catalana, con
lo cual solventaríamos, de paso, el afán mezquino de venganza que late en toda
escisión, ya sea política o meramente matrimonial. Los vascos, por su parte,
tendrían que llenar Ceuta de erchanchas e ikastolas. Al ser el bacalao el plato
nacional, como ha quedado dicho, la industria pesquera de Galicia vería mermada
sus exportaciones, y más aún si tenemos en cuenta que la mayor parte de su
flota pesquera, una vez convertida en flota bélica, andaría en guerra con los
gibraltareños.
¡ Viva Cartagena ¡
ResponderEliminarMuy bueno Felipe. Lo de la flota pesquera ya está en marcha, pues hemos invadido las aguas gibraltareñas con barcos pesqueros de Algeciras y La Lïnea, o sea andaluces, sin necesidad de que sean gallegos. Por cierto, ¿cómo quedaría Al Andalus en tu mapa?
ResponderEliminarjajjajaj...buenísimo.
ResponderEliminar:)