Todos los topónimos son raros,
pero hay lugares que tienen un nombre especialmente raro, lo que no deja de
reservar su peligro, ya que un pueblo con un nombre especialmente raro facilita
que ocurran en él cosas muy raras.
Si vas, qué sé yo, a la guatemalteca Chimaltenango, ¿qué habría de insólito en que avistaras un ovni con hechuras de templo maya? Si visitas Nicosia, ¿quién quita que te persiga por las calles vacías, de madrugada, el fantasma de hierro de un templario? Si por cualquier azar recalases en Sri Jayewardenepura, allá en Sri Lanka, ¿quién te libraría de un encuentro misterioso con un mercader de caucho que te llevase a su casa para mostrarte una cabeza parlante o la cría de un dragón tricéfalo?
En Colombia, en un pueblo llamado Facatativa (un nombre que sugiere una nomenclatura propia de un novelista acogido al realismo mágico, ese código imaginativo que tolera el vuelo espontáneo de los ancianos achacosos o la suelta de una plaga de mariposas en cualquier página, ya sea par o impar, de las ficciones) ha ocurrido algo que sólo podría ocurrir en un pueblo que se llama así. (Por si fuera poco, Facatativa pertenece al departamento de Cundinamarca, lo que es el colmo del sincretismo: una mezcla de Congo con u y de Dinamarca tal cual.) El caso es que allí, en Facatativa, seis niñas de entre ocho y nueve años le regalaron un yogur a su maestra. ¿Un yogur de piña, un yogur de mango, un yogur natural con bífidus activos? No exactamente: un yogur en el que las niñas habían vertido, machacadas, todas las pastillas que habían encontrado en su casa respectiva. Un yogur farmacológico, digamos, tal vez con tropezones de sustancias laxantes o anticoagulantes, anestésicas o antiinflamatorias.
¿Le ofrecieron las alumnas a su maestra ese yogur no homologado para paliarle algún tipo de afección? No. Lo que las niñas pretendían escapaba del ámbito de las actuaciones filantrópicas: su intención consistía en envenenar a la maestra, a la que responsabilizaban de sus malas calificaciones. Estamos -por si alguien lo ha olvidado- en Facatativa, ¿eh? Y los habitantes de Facatativa no pueden andarse con los mismos remilgos que los de Ponferrada o los de Alicante, pueblos que a los naturales de Facatativa deben de sonarles tan exóticos como a nosotros el suyo, porque el mundo es en el fondo una cuestión de perspectiva: si vas a Katanga, cabe la posibilidad de que te devore un león; en cambio, si vas a Helsinki, descartas la posibilidad de que te devore un león, pero no sería prudente que descartases la posibilidad de que te atropelle con su coche un cazador de leones o, como poco, un taxidermista.
Pero a lo que íbamos: ¿lograron su propósito las niñas asesinas? No. Una de ellas dio marcha atrás en su camino hacia el crimen organizado y confesó antes de que la maestra se tomara el yogur. De modo que final feliz.
“Pero ¿por qué nos cuenta usted esto?” Pues miren, porque prefiero no hablar de otras cosas, incluido el yogur que algunos están haciéndonos tragar.
.
Si, un yugur facatativo con diez mil millones de ele casei inmunitas, casi seis millones de parados y un enorme puñado de ladrones con la flora intestinal intacta..
ResponderEliminarLondres.-
Lo leí hoy en " el diario montañés ", muy bueno. Queda la duda ¿ Serian imputados unos mayores por un hecho similar ? ,
ResponderEliminarLa caducidad de los yogures que nos están haciendo tragar no quita que sus relatos, cuentos o espejismos sean una delicia para lectores como el que le escribe. Un saludo a todos.
ResponderEliminarPues yo, como docente y como ser humano, prefiero que me envenenen a esto:
ResponderEliminarhttp://www.youtube.com/watch?v=ZCK8XSi5hCg
Me parece mucho más higiénico. Y poético, si me apuran.
Dame veneno que quiero morir
ResponderEliminardame veneno
Un relato muy original
Chao
Yo estuve a punto de largarle, en una botellita de Ginger Ale, medio bote de Evacuol a un tipo que me levantó la novia. Al final me pudo la civilización y no lo hice (se escapó por un pelo, el hijoputa). La empatía me pudo. Me puse en su lugar y decidí que yo, en su caso, habría hecho lo mismo. Lo mismo que el hijoputa. Así que le provoqué una tremenda diarrea a las bacterias del desagüe de la pila y ya.
ResponderEliminarAún no he decidido si me arrepiento o no.
Microalgo,propongo una cuestión para el debate. Walter Arias habría usado el evacuol?
ResponderEliminarLo peor del tipo era que bebía Ginger Ale (sin bautizar seguro). El evacuol va genial para los cursis.
Últimamente huele a requesón toda la Vía Láctea.
ResponderEliminar