Suben diligentes al tren. Resultan inconfundibles: un traje que les queda un poco holgado o un poco estrecho, con brillo de mucha plancha y mucho uso; una corbata de esas que regalan con la compra del traje en cuestión, con un nudo de simetría discutible; una camisa de las que, si te llevas un par, salen muy baratas, porque ya de por sí son baratas… Cuidan poco, eso sí, el calzado: esos zapatos vencidos y polvorientos, agrietados por las muchas caminatas, de textura mate, con suelas gordas de goma. No parecen saber que los zapatos son muy delatores.
Nada más tomar asiento, o incluso antes, ya están hablando por teléfono: “Dile a Juanchu que o me da una respuesta antes de las 12 o no hay trato”. Todos tienen una voz potente, capaz de llenar por sí sola el vagón. Otro dice: “Pereda me ha mandado el balance de su empresa, pero dile que se lo meta por el culo. Que eso no se lo cree ni su madre”. Suelen ser jóvenes. Cuando negocian dos o tres a la vez con sus interlocutores respectivos, el vagón parece un teatro de la ópera, en pleno duelo de tenores. No faltan las arias de estrépito: “Diles a los de Corfisa que por menos de 100.000 euros ni siquiera nos tomamos la molestia de hablar con ellos”. Te levantas con disimulo para observar al que cobra 100.000 euros por hablar con él: una corbata roja brillante, rígida como un pimiento; su trajecito de 90 euros, su camisa de rayas apasteladas, sus mocasines de piel sintética. En el extremo norte del vagón salta otro: “¿Juanmari? Mira, he estado hablando con el director general de Porpunsa y me ha dicho que su última oferta es de 45.000 unidades al mes. Yo le he dicho que se vaya al carajo”. Usan palabras duras, de individuos curtidos en la matonería mercantil. Palabras duras y zapatos blandos.
Pero de repente entiendes que todo se trata de una representación. Esos pobres muchachos disfrazados de ejecutivo son en realidad figurantes de una teatralización patrocinada por el ministerio de Fomento para crear un espejismo colectivo de actividad empresarial, de trasiego incesante de dinero y mercancías. Comprendes que se trata de actores en paro que simulan hablar con alguien por teléfono, aunque en realidad no hablan con nadie. Que la ropa que llevan es prestada y que por eso los trajes les quedan apretados o fofos. Que no existe Pereda ni existe Juanchu, ni mucho menos Corfisa o Porpunsa. Que están allí con un bono de RENFE, yendo y viniendo dos o tres veces al día de un sitio a otro, repitiendo un guión: “¿María? Tienes que sacarme dos billetes para volar a Bruselas el viernes. Y resérvame mesa para hoy en Jockey. Para seis, porque vendrá el director general”. Con voz más baja, un hombrecillo en mangas de camisa marca un número: “Joselito, que dice Manolo que le mandes esta tarde al bar una caja de patatas fritas”. Y te sientes aliviado de volver a la realidad.
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Madre mía, lo suyo es para quitarse el sombrero, o mejor, no ponérselo ya más! Qué bueno. Lo de los zapatos, los trajes holgados o estrechos, lo del duelo de tenores... pero el desenlace es tremendo. No me extrañaría nada. A veces es increíble ver a esa gente que se cree imprescindible, agobiada de trabajo... ha de ser teatro, sin duda. Pero hasta que usted no lo ha dicho, no lo he visto. Eso pasa leyendo.
ResponderEliminarUn saludo.
En definitiva, mercado de espejismos.
ResponderEliminarUno de la Judería
Muchas gracias a los dos.
ResponderEliminarFelipe: aún sobreviven algunos y se comen el mundo a pedacitos delante de nuestras narices. Ayer, en el fútbol, tenía uno a mi lado. Observé que sus ojeras eran más grandes y lo noté ciertamente nervioso. Corren malos tiempos. Saludos
ResponderEliminarTengo una amigo cuya vecina solía salir al balcón a hablar y hablar luengas horas (de setenta y hasta ochenta minutos, las horas) por teléfono, mientras se acariciaba un rizo. Este amigo mío un día sospechó que la otra no hablaba con nadie. Y en efecto. La llamó al móvil, escondido detrás del visillo... y la vecina pegó un respingo cuando le sonó la llamada en plena oreja.
ResponderEliminarEn resumen, que la hente ehtá fatá, querido amigo. Fatá.
Perdón por esta pregunta técnica y como poco sublime. Me gustaría saber qué tipo de tipografía, valga la redundancia, usa el autor de este blog. Me parece muy bonita. saludos
ResponderEliminarLa letra es IM Fell English
ResponderEliminargracias, trataré de instalarlo ahora..
ResponderEliminarMuy bueno Felipe.Me reconcilia de nuevo con tu ingenio.Gracias.
ResponderEliminarCarnaval humano.
ResponderEliminarTrajes, camisa, corbata, gemelos e, incluso, pañuelo de dudosa calidad.
Personajes fríos y distantes que, elevan la voz buscando en el eco del vagón un grado de notoriedad.