lunes, 5 de abril de 2010

GRANDES ACONTECIMIENTOS


















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Con la llegada de la primavera, la gente del Sur no ganamos para sobresaltos antropológicos.


En cuanto guardamos los disfraces de carnaval en el armario, se nos viene encima la Cuaresma y, de repente, nos vemos metidos en Semana Santa, de modo que tenemos que sacar del armario la túnica, el capirote, las alpargatas y, en fin, los distintivos particulares (capas de satén, fajines de seda) de aquella cofradía que sea objeto o cauce de nuestra devoción ritual. En cuanto guardamos el atuendo penitencial en el armario, tenemos que orear el traje corto o el de faralaes, porque se nos viene encima la feria, y el disfraz étnico andaluz para las ocasiones festivas no es poca cosa: botines, zahones, marsellés, sombrero de ala ancha, camisa con chorreras, mantones, mantoncillos, caireles de plata fina, peinetas, gemelos de nácar...

Aún bajo los efectos secundarios propios del etilismo que trae consigo cualquier feria, tenemos que sacar del armario el atuendo rociero, que es muy parecido al utilizado en la feria, aunque no del todo igual, pues cada cosa es lo que es, afortunadamente para los sastres. El armario de un andaluz profesional, en definitiva, suele estar más surtido que la guardarropía de un teatro de provincias. Lástima que el caballo no quepa en el armario. Cuando llega la época de ferias, la sociedad se divide, por cierto, en tres grandes estamentos: los caballos propiamente dichos, los que tienen caballo y los que no tienen caballo. Nadie desea pertenecer al primer estamento, pero todos desearíamos pertenecer al segundo, porque a nadie le gusta que los demás lo miren desde la altura feudal de un caballo. "¿Cuánto costará un caballo?", se pregunta uno. "¿Por cuánto viene a salir una jaca como ésa que monta usted con inigualable dominio y donosura?", le preguntamos al fin al jinete que hace artístico passage sobre una jaca torda por el real de la feria. Cuando nos enteramos del precio del animal, sentimos un crujido dentro del alma, nos agarramos a una botella de vino de la tierra con la misma amargura con que un filósofo existencialista se agarra al concepto de la nada, nos vamos a la calle de las atracciones y nos montamos en un caballo sonriente y multicolor del tiovivo, y sobre él nos ponemos a meditar sobre la injusticia y la desigualdad existentes en el mundo, y comprendemos entonces a la perfección la vigencia de la teoría de la lucha de clases.

Tampoco está barato el jamón, y una feria sin jamón se convierte en algo parecido a una temporada de ayuno ascético. En época de farolillos y de faralaes nadie come mortadela, pongamos por caso, porque la mortadela entra en contradicción metafísica con el concepto popular de diversión a lo grande. Ir a la feria sin caballo es un hecho lamentable en sí mismo, pero ir a la feria y comer mortadela en vez de jamón supone una especie de distorsión antropológica. Y lo mismo ocurre con la bebida: en una feria se bebe manzanilla de Sanlúcar, fino de Jerez o cerveza helada y diurética (lo que tiene como consecuencia la inundación inevitable de los urinarios públicos), pero a nadie se le ocurre beber sangría, por ejemplo, porque esa ocurrencia podría interpretarse como un atentado contra las señas colectivas de identidad. Ni siquiera los extranjeros pueden tomar sangría en las ferias, aun siendo la sangría nuestra bebida más turística, de modo que se ven obligados a beber fino o manzanilla, y luego ocurre lo que ocurre.

La primavera del Sur, en fin, tan complicada…


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5 comentarios:

  1. El texto resulta muy interesante por lo que cuenta y más todavía por la manera de contarlo que al fin y al cabo en eso consiste la literatura, el léxico es muy rico y denota una gran cultura, yo no soy nadie para decírtelo pero a mí me ha gustado mucho. Enhorabuena. Un abrazo

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  2. Pues no se crea usted tan especial, que en todas partes cuecen habas.
    En Pola de Siero, por ejemplo mañana se celebran los "huevos pintos" fiesta ancestral en la que la tradición exige la venta y exposición de huevos de gallina vaciados y artisticamente decorados, acompañados siempre de sidra del país y alimentos varios, todos de primera calidad.

    Previamente, el jueves anterior a Carnaval "jueves de comadres" todos los polesos y centenares de visitantes siguen bebiendo sidra y, esta vez sí, acompañada por "bollos preñaos" exquisitez gastronómica donde la haya.

    La siguiente cita es "el Carmín", para la virgen del Carmen, en Julio, con romería, prao, gaitas, danzas , más sidra y muchísismo personal.

    Eso sí, caballos no se ven, así el reparto de papeles es más equilibrado. Las vacas se quedan en el campo , paciendo para producir leche abundante y de calidad:"La Polesa".
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    Aunque a mí, justo es confesarlo, me gusta más lo suyo. Anda que no tengo yo ganas ni nada de ponerme una bata de cola...

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  3. ¡Bendita primavera!
    Me gustan hasta las complicaciones, aunque no tenga caballo ni pueda beber manzanilla, por aquello de la salud.
    Tendré que conformarme con el jamón y unas gambitas, de Sanlúcar, claro!

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  4. Nunca fui muy dada a tales acontecimientos, rara lo que se dice rara, pues eso me decían. Pagas algunas consecuencias pero son gratificadas con lo que que una desea ser, simplemente.

    ¿ Son grandes, de veras ?.

    Saludos.

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  5. Qué me gusta leerlo, caballero.

    Sin caballo, por cierto.

    Cabe la posibilidad del alquiler, me parece, pero se expone Usted a que le toque aquel famoso rucio al que llamaban "artomático", que una vez que uno se montaba empezaba a caminar sin rumbo y sin posible freno durante horas y horas, con la inevitable, a la larga, escocedura inguinal de quien lo montaba...

    Yo fui una vez a la feria y bailé media sevillana con una chica para ligármela, hace muchos años. Me la ligué, salí con ella tres años y disfruté de su muy bien proporcionado cuerpo hasta que se la ligó otro pelanas, que lo mismo bailaba la sevillana entera. Léase el poema "Advertencia" y asunto concluído. No he tenido mucho más interés en visitar las ferias.

    Me apropio de un par de frases de este post para mi colección de citas, si me lo permite.

    Un abrazo.

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