El género humano tiende a la asociación, generalmente como fórmula para dar un marco colectivo a nuestras exóticas manías particulares. Existen asociaciones de criadores de canarios canoros, de amigos de la capa española, de bebedores de moscatel… Existen asociaciones de casi todo, incluso asociaciones de asociaciones, porque a nadie le gusta andar por el mundo solitario y desasociado, a cuestas con el peso psicológico de su afición, sin poder repartir ese peso entre algunas mentes cómplices.
Por existir, existe la Asociación Española de la Cama, de la que todos nos haríamos socios si supiésemos cuáles son los trámites de inscripción, ya que nos cuesta trabajo imaginar la existencia de una Asociación de Enemigos de la Cama, aunque no deberíamos pasar por alto la opinión que al respecto puedan tener los fakires, claro está. Pero ¿quiénes son los promotores de esa mullida asociación conocida por ASOCAMA? ¿Será su presidente Joe Marmota, el vago de Minnesota, aquel personaje de tebeo que era capaz de dormirse incluso cuando no tenía sueño? El misterio se clarifica, en fin, de manera más bien decepcionante, porque los misterios acostumbran tener un buen arranque y un mal punto de llegada: se trata de una asociación integrada por fabricantes de colchones.
El lema de ASOCAMA resulta escalofriante: “Si tu colchón tiene más de diez años, no tienes colchón”. Es decir, los colchones mueren a los diez años, en plena infancia, cuando aún tienen por delante lo mejor de la vida. Los colchones mueren niños, y a los diez años y un día estamos durmiendo sobre un colchón muerto, sobre un cadáver de muelles difuntos, sobre una estructura fantasmal, porque el tiempo asesina a los colchones.
Cada diez años, tenemos que enterrar nuestro colchón, y con él enterramos muchas noches inquietas y muchas apacibles, muchas noches de insomnio y muchas de adentramiento en unos mundos psicodélicos, simbólicos, freudianos e inquietantes, conversando en sueños con zombies, desplazándonos a países descoyuntados, besando a muchachas sin rostro. Cada vez que muere nuestro colchón, se va con él la memoria de las noches de enfermedad, de las noches de sexo, de esas horas de lectura arañadas al tiempo de descanso por nuestro afán de aprender o de buscar un refugio amable en las ficciones ingeniosas.
Los colchones tienen algo de superficie embrujada, porque en ellos encuentra campo libre nuestro descontrolado subconsciente y porque siempre hay algo mágico en el hecho de soñar, de ser nosotros sin ser nosotros, de ponernos un pijama y emprender un viaje por el mundo oscuro, sobre un colchón que se muere un poco cada día, como tantas otras cosas.
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Mi cama aún no tiene diez años, pero me daría mucha pena separarme de ella.
ResponderEliminarSi te enteras de donde hay que apuntarse para ser miembro de la Asociación Española de la Cama infórmanos, por favor. Creo que todos haríamos cola por poder pertenecer a una asociación así.
Un saludo
Philippe:
ResponderEliminarRaro es el día que paseando por los alrededores de mi pequeño lugar de residencia, no encuentro sólo, perdido, sucio, triste, un colchón de tallas diversas abandonado tras unos arbustos o junto a los contenedores de basura las más veces.
Parece que Asocama tiene un buen número de asociados por aquí.
☺
Nunca lo había visto así, siempre he pensado que la renovación del colchon precedía a que nuestro descanso y nuestra espalda mejorara. Ahora siento nostalgia por cada uno que enterré, y ya me da pena el abandono del actual, cuando llegue, aunque quizá me aferre a él por más de diez años.
ResponderEliminaraludos.
Ayer, después de leer su comentario me fui a dormir dándole vueltas a su artículo, pensando en ASOCAMA, en los años que llevo conviviendo con mi colchón y que, pensándolo bien, ya me toca cambiarlo. Por lo menos llevo 14 años aburriéndome en él.
ResponderEliminarEsta mañana me levanté con la sensación de que ha sido la mejor noche dormida. ¿Mi colchón habrá intuido algo? ¿Conocerá ASOCAMA?.
Me gustaría compartir con usted, y sus seguidores, mi blog de poesía. Si le parece una impertinecia no tiene más que eliminar este comentario. La dirección es
ResponderEliminarjosemanuelbegineshormigo.blogspot.com
A mí me cuesta desprenderme de las cosas pero, curiosamente, de los colchones no. Será por mi espalda que ya no es lo que era.
ResponderEliminarComo siempre magnífico artículo. Saludos.
Gracias por los comentarios.
ResponderEliminarPues mi colchón tiene diez años (o así) y sí que tengo colchón. Y dado lo que me costó (mi novia de entonces era muy exigente con los colchones), me tiene que durar otros treinta por lo menos, for the glory of my mother.
ResponderEliminarLos de asocama son unos jetas. Los concesionarios (asocoche) harán pronto otra campaña publicitaria del tipo "si tu coche tiene diez años, no tienes coche". Y con más razón que con los colchones.
Mondo cane.
Lo citu a Usted mismo, si me lo permite... una de esas citas que me reconcilian conmigo mismo y con mis paréntesis a la hora de escribir.
(Porque el sueño es asunto aparte: el descenso a una cripta psicodélica de la razón.) (Una cripta en la que el tigre que está devorándote se convierte de pronto en un rinoceronte alado y en la que el cadáver de una bailarina japonesa se abre de piernas ante ti y te dice «Sácame los ojos», por ejemplo.) (Menuda cripta...) (Y tenemos que pasar en ella, diariamente, seis o siete horas.) (Y regresar de allí como si nada.) (Y afeitarnos y salir a toda prisa a trabajar.) (Felipe Benítez Reyes: El Pensamiento de los Monstruos).
Me encanta.