jueves, 7 de enero de 2010

FUMAR SIN PÚBLICO




Fumar es una estupidez. Lo sé de muy buena tinta porque fumo desde los 12 años. Un veterano del humo, como quien dice, con muchas medallas de nicotina y de alquitrán –y quién sabe de qué otros miles de sustancias- en el pecho.
De todas formas, no conozco a ningún fumador que sea tan estúpido como para mostrarse orgulloso de su adicción al tabaco, ni siquiera para manifestarse a favor del tabaco, y por eso me resulta inconsecuente que existan no fumadores que, aunque no les echemos el humo a la cara, estén en contra del consumo de tabaco, cuando los únicos que tendríamos derecho a ser enemigos a muerte del tabaco somos precisamente los fumadores.

Por una cuestión de dignidad corporativa, los fumadores estamos dispuestos a ser considerados apestosos, pero no apestados. Suicidas pero no asesinos. Llegado el momento, comprendimos que era una salvajada fumar en los hospitales, en los centros de enseñanza, en las oficinas, en los transportes públicos… Y creo que la mayoría lo comprendimos no por la fuerza de una ley, sino por la fuerza del sentido común: ni siquiera a los fumadores nos entusiasma fumar, de igual modo que al ludópata no le entusiasma jugarse el sueldo en dos horas. La sociedad tiene capacidad espontánea para crear sus normas de convivencia dentro de unos parámetros de sensatez y de respeto, lo que no quita que los gobernantes caigan en la tentación de la rigidez legislativa para prevenir desmanes que no tienen por qué producirse.

En cualquier momento de este nuevo año, según parece, ya no podremos fumar en lugares públicos, y eso resulta un poco más difícil de comprender, porque se da el caso de que muchos lugares públicos son privados. “Ya que no somos capaces de mantener limpio el planeta, al menos mantengamos limpios de humo los bares”, parecen razonar los políticos. De modo que podremos entrar o no en un bar de alterne, a nuestro libre albedrío. Podremos entrar o no –a nuestro criterio- en un bar gay o en una taberna de hinchas futbolísticos. Podremos entrar o no –a nuestro arbitrio- en un bar cofradiero o grunge. Podremos entrar o no –a nuestro gusto- en una sala de streap tease o en un bingo benéfico. Pero no podremos elegir entrar en un bar de fumadores.

Y es una lástima, porque si la ley permitiese la existencia de bares en exclusividad para fumadores, no sólo seríamos fumadores activos, sino también pasivos, con lo cual nos envenenaríamos el doble en la mitad de tiempo, nos moriríamos mucho antes y le evitaríamos un problema a nuestra celosa administración, veladora de nuestra salud por la vía de la paradoja: legalizar la fabricación del veneno y anatemizar -e incluso penalizar- su consumo.

En medio de todo esto, la vicepresidenta del Gobierno, a propósito del proyecto de prohibición de las corridas de toros en Cataluña, proclama que no hay que prohibir, sino que lo idóneo es que se pueda elegir en libertad. Pues vale.


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9 comentarios:

  1. Yo fui fumador en la adolescencia, pero lo dejé hace más de venticinco años. Me molesta el humo en los lugares pequeños y cerrados, pero jamás he comprendido ni apoyado la caza al fumador, made in USA, que se está llevando a cabo. Cuando sacaron la ley que discriminaba los espacios en los bares grandes y obligaba a los pequeños a situarse a un lado o al otro del tabaco, los no fumadores también nos vimos jodidos. Por ejemplo, porque ya no podíamos entrar en algunos bares de siempre, declarados "de fumadores", porque íbamos con nuestra hija pequeña. Recuerdo que al principio, cuando la ley estaba en su mayor rigidez, incluso nos invitaron amablemente a marcharnos, so pena de multa para el propietario del bar. La ley de ahora es otra cortina de humo (nunca mejor dicho), como la del aborto y otras, para que no se hable del paro, que es un arma que puede echarlos del poder si llega caliente a las elecciones. Y fíjate hasta que punto este gobierno parece estar siempre improvisando, que ahora no sólo van a joderos a los fumadores, sino también a los dueños de bares que hicieron un esfuerzo económico tremendo para dividir en dos zonas el espacio de sus negocios. Y tú los has dicho bien: legalizar, fabricar y cobrar impuestos por el tabaco, pero correr a gorrazos a los fumadores. ¿Cuando sacarán una ley que eche del poder a la legión de necios e incapaces que desde hace años nos gobiernan en las instituciones locales, provinciales, autonómicas y estatales? En fin. Un abrazo. (Y deja de fumar, que es malo).

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  2. Me mata este tema, nunca mejor dicho. Yo no soy una fumadora orgullosa de serlo, soy una adicta y una pecadora atormentada, pero sí que me gusta fumar. Cuando lo que quiero es un cigarrillo, hay pocas cosas que me satisfagan igual: la primera calada por la mañana, directa al estómago y esa manera que tiene el humo de salir de ti, nunca igual, siempre cambiante y eficaz. Algo me acaricia el cerebro, qué quiere que le diga. Y me consuela de noche cuando todo el mundo se ha dormido e intento escribir, y cuando salgo del trabajo, y cuando estoy sola, y también me hace disfrutar más cuando estoy bien entre la gente. Si no me gustase tanto, lo dejaría. Claro que no me gusta hacerme daño ni quiero intoxicar a nadie, pero supongo que sería justo tener un sitio donde poder tomarte un café y fumarte un cigarrillo con otros que estuvieran de acuerdo en compartir tu lamentable vicio. Después de todo, pagamos un montón de impuestos en cada cajetilla y nos morimos antes, así que se ahorran un montón de jubilaciones. Es el único vicio que tengo en mi vida, por lo demás he hecho siempre lo que se suponía que debía hacer: estudio, trabajo, soy madre, limpio mi casita, pago impuestos, ni me dan ni pido ayudas sociales. Sólo quiero fumarme algún cigarro en una cafetería mientras procuro escribir, porque en mi casa no me dejan en paz. Me veo con un cuaderno debajo de un puente, sentada al estilo indio, mientras me apestan los tubos de escape de todos los coches del mundo, intoxicada pacientemente por toda la mierda legal que le meten a la comida, por los humos de extraños colores que vienen de la margen izquierda de mi ciudad, reflexionando sobre la libertad y lo mucho que me quiere el gobierno.

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  3. Yo sospecho que todo tiene que ver con el parné. Políticos, científicos y demás "entendidos" esgrimen, para poder aplicar la ley, que las enfermedades derivadas del tabaquismo arrojan una cifra de 70.000 enfermos al año y más de 8 millones de euros en gasto sanitario que pagamos todos. No sé cuánto recaudan vendiendo el "veneno" en cuestión. Me imagino que la paradoja les compensa. Yo, después de haberme fumado varias hectáreas de tan dañino cultivo, lo he dejado(creo que temporalmente porque el olor del tabaco sigue gustándome más que cualquier lujurioso perfume).

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  4. Lamentablemente, me temo que es una cuestión de números. De cuentas, más bien (que son los número de andar por casa). ¿Cuánto gana el estado gracias a los impuestos del tabaco? ¿Y cuánto clacula que gastará la sanidad en tratar a los que sufran enfermedades derivadas (o incluso sól oagravadas) por causa del tabaco?

    Resultado: no es rentable. Caza al fumador. Subida de impuestos, restricciones de uso, vergüenza pública y quitarle la pipa a Popeye y el cigarrillo sempiterno a Luky Luk.

    Yo no le habré dado diez caladas en mi vida a un cigarrillo (no al mismo, se entiende) (excepto una noche en Granada, pero yo estaba muy borracho y no cuenta), pero me parece que si en el Pay-Pay no se permite fumar, se perderá un poco el espíritu del sitio.

    Y a Paloma García, la gerente de ese local, le va a dar un recontrainfarto.

    Así que me manifiesto a favor de que haya sitios públicos (sobre todo bares) donde se permita fumar, y el que no quiera respirarlo que no entre. Y puede que yo mismo no entre, pero me sigue pareciendo bien.

    Contradictorio inicio yo el año, según veo.

    Abrazos.

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  5. Me cabrea bastante saber que colaboro para enriquecer a Tabacalera Española todos los meses.
    Respeto a los no fumadores y a los que no quieran respirar humo de tabaco.
    Me parece bien que se prohiba fumar en lugares públicos como hospitales, medios de transporte,etc. Pero por otra parte no entiendo que se prohiba fumar en todos los bares, ya que el gobierno debería hacer gala de la tan cacareada libertad para el pueblo y permitir que si la gente quiere envenenarse colectivamente lo haga.

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  6. Debo de comentar que estoy en contra de la opinión del autor del post y de los comentarios.
    Siempre se esgrime la tan cacareada libertad individual para hacer lo que a cada uno haga lo que le salga. Es muy interesante ese enfoque, pero creo que inadecuado pues esa persona que loa tanto la libertad individual resulta que pertenece a la sociedad en la que yo participo y acto que haga esa persona, acto que influye en mí directa o indirectamente. Hablando del tabaco, sin poner otros ejemplos, nadie rebate ya lo dañino que es y creo que todos elegiriamos que nuestros hijos no fumaran, incluso hariamos lo posible por evitarlo, al igual que les decimos que si beben que no cojan el coche, o les aconsejamos que sean prudentes en la carretera y eso lo decimos porque nos importan.
    Parece que son efectivas las visitas a hospitales donde mucha gente ha tenido la mala suerte de tener algún accidente para concienciar; pues si uno visitara hospitales donde sobreviven temporalmente personas adictas al tabaco seguramente pensariamos distinto. Yo digo que a mí no me gusta el sufrimiento, ni propio, ni ajeno y el tabaco, mejor dicho, el abuso del tabaco genera mucho sufrimiento.
    Perdonad por la extensión.

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  7. Me tomo la libertad de intervenir nuevamente pero es facil argumentar yendose al extremo. Si no entiendo mal, verías bien la prohibición total, o chicha o limoná o todo o nada blanco o negro. No me convence esa argumentación.
    ¿No podriamos enfocar el tema de la siguiente manera?:
    Hay gente adicta que no puede dejar el tabaco o no quiere, por lo que no podemos hacer una ley seca contra ellos.
    También hay gente que está en los preeliminares o aún no ha comenzado a fumar, por lo que seguramente es conveniente poner trabas para que puedan pasar de largo ante el tabaco.
    Creo recordar que fue en el suplemento del "País" donde un cardiólogo comentaba que cuando salvaba a un paciente de un paro cardiaco ese paciente estaba agradecido con él y con el servicio sanitario toda la vida, pero si convencía a un fumador a no fumar esa persona expresaba mucho menos agradecimiento y seguramente le habrá salvado la vida igualmente o al menos y eso es indiscutible, le ha conseguido calidad de vida.
    Mi esposa fuma, no mucho, y sale al balcón cuando lo hace. Creo que eso es lo adecuado. Es cuestión de conciencia. Cuando uno tiene ventosidades, se retiene o se va al lavabo, un pedo no mata pero la educación nos aboca a actuar así.
    El tabaco miremoslo igual. Es algo que influye y afecta al de al lado. Conciencia y educación y lo que ahora parece aberrante, el tiempo lo pondrá como algo normal, como siempre a ocurrido.
    Perdón por la extensión del comentario del que no espero revatimiento sino reflexión.
    Saludos.

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