sábado, 28 de marzo de 2009

ENTREVISTA


ENTREVISTA CON NURIA AZANCOT EN "EL CULTURAL" de EL MUNDO (2008)





Se ve que, como él mismo escribe , “la vida es demasiado larga, al menos para ser tan corta”, o quizá sea que a Felipe Benítez Reyes (Rota, 1960) le ha cundido mucho, porque acaba de reunir en Laboratorio de irrealidades (Diputación de Cádiz) una antología de poemas, relatos, novelas, teatro, ensayo y traducciones que son “espejos que reflejan espejismos de quita y pon”.


Pregunta: ¿Qué ha descubierto de sí mismo con esta antología general?


Respuesta: Precisamente, que uno siempre acaba siendo más o menos el mismo, aunque reflejado en espejos extraños. Espejos que reflejan espejismos de quita y pon.


P: ¿Qué le sorprende más del poeta que fue?


R: Que lo fuera. De todas formas, supongo que nadie está capacitado para sorprenderse de su pasado. Sería un malabarismo psicológico muy pintoresco. Llega un momento en que ni siquiera resulta sorprendente el futuro.


P: ¿Y del narrador?


R: Quizá que acertara a poner el punto final a historias potencialmente infinitas.


P: De todas formas, ¿se reconoce en sus primeros poemas, en sus primeros balbuceos narrativos?


R: En la misma medida fantasmagórica en que uno se reconoce en las fotografías antiguas.


P: Si escribir es una forma de entender la vida, ¿cómo explicaría la suya?


R: Es posible que una vida no admita explicación: se configura a fuerza de hechos incoherentes y pensamientos contradictorios, y lo curioso es que todo eso tiene como resultado una armonía anómala, aunque armonía al fin y al cabo.


P: ¿Se ha descubierto más poeta que narrador, más ensayista que poeta, más...?


R: Me temo que soy un escritor que padece diversos trastornos bipolares.


P: ¿Podría recordarnos alguno de sus primeros versos, esas letras de canciones en inglés-comanche?


R: La memoria es compasiva. Las tengo por ahí, en una carpeta, pero me da vergüenza leerlas. Uno se debe a sí mismo un poco de respeto.


P: ¿Soñó quizá ser Bob Dylan y se quedó en ...?


R: Yo soñaba más bien con ser Jimi Hendrix, pero ya estaba muerto.


P: De los autores que admiraba cuando comenzó a escribir, ¿a quién le ha perdido el respeto?


R: Creo que hay que ser respetuoso con los antiguos maestros aunque se les derrumbe el pedestal.


P: ¿Pero quién, y por qué, le resulta hoy imposible?


R: A los 20 años me gustaban mucho los poetas modernistas, incluidos los de cuarta fila. Hoy sólo llego a los de tercera. Va uno degenerando.


P: ¿Qué es lo que viene después de lo peor?


R: La calma, al menos si se es un poco taoísta.


P: ¿Y como escritor?


R: Como escritor, conviene ponerse siempre en lo peor en todos los aspectos, por lo que pudiera pasar, aunque nunca pase gran cosa.


P: ¿Qué tiene de Quijote y de don Juan, dos personajes que estudió?


R: De don Quijote, el desprecio por las armas de fuego. De don Juan, tal vez la capacidad de improvisar ripios de viva voz a la luz de la luna, o incluso a mediodía.


P: Al final de su antología confiesa que hay algunos libros que suprimiría... ¿Cuáles y por qué?


R: Varios. Pero no voy a delatarlos, porque son inocentes: la culpa es sólo mía. Además, la cosa no tiene ya remedio, y lo irremediable es un espacio hermético para el que no existe llave.


P: ¿Qué le gustaría escribir a continuación?


R: Una novela que tengo ya clara, dentro de lo que cabe. Pero el proyecto es tan imprudente y tan laborioso, que no veo el momento de abordarlo. Aunque está bien así: las obras aún no escritas tienen el privilegio de flotar en el ámbito platónico de la perfección. Luego viene lo que viene: la sombra.


P: ¿Sigue teniendo cuento para rato...? Lo digo porque acaba de ganar el NH de relatos...


R: Muchos piensan que el relato es una especie de faena de alivio. A mí me parece un género prodigioso si el resultado alcanza a ser prodigioso, claro está, como ocurre con todo. No hay géneros mayores ni menores, sino autores mayores o menores en el género que sea.


P: Incluye en el libro un ensayo sobre Luis García Montero, “poeta con brújula”. ¿Qué relación mantiene con él?


R: Una relación fraternal que dura ya treinta años. Al cariño puedo unir la admiración.


P: ¿Y con Ángel González?


R: Aparte del poeta único que fue, fue una persona única. No he conocido a otro melancólico tan respetuoso con la felicidad, que él sabía encontrar en cosas muy pequeñas.


P: ¿Qué fue de la saña contra los poetas de la experiencia como usted?


R: Eso se calmó un poco. Sólo parece persistir Gamoneda, él sabrá por qué.


P: ¿Qué clásico sigue entusiasmándole?


R: Todos aquellos que han sobrevivido a la fosilización y todos aquellos que han conseguido transformarse en fósiles portentosos.


P: ¿Y por qué poeta joven apuesta sin dudar?


R: Por todo aquel que dude de sí mismo sin dejar de estar seguro del poeta que es.


P: ¿Qué verso suyo recomendaría a un joven lector que no le haya leído?


R: Recomendar algo es siempre una imprudencia, porque se corre el riesgo de defraudar, pero recomendar algo propio es una petulancia. Aparte de eso, uno escribe por escribir, no para ser leído.


P: ¿Y un verso ajeno?


R: Tal vez uno de Lope: “Dar la vida y el alma a un desengaño”.

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