martes, 23 de julio de 2019

LOS DUELISTAS

(Este artículo lo publiqué el sábado pasado en prensa. Tras el pleno de hoy, seguimos casi igual, con una variante: Iglesias con un gesto fijo que puede traducirse como "¿Creías que el humillarme iba a salirte gratis?".)



El desacuerdo obstinado entre Sánchez e Iglesias admite una traducción metafórica: tres coronas son demasiadas para un solo reino. 

Durante el periodo en que Iglesias creyó que podía ganar unas elecciones generales tras arrebatar el grueso de su electorado histórico al PSOE, se servía y se bastaba por sí solo a través de un discurso de redención nacional inminente: plantaría cara al FMI y al IBex 35, acabaría con la usura bancaria y con la codicia de las inmobiliarias, daría a los catalanes su referéndum, convertiría la prima de riesgo en una pariente lejana, acabaría con el oligopolio de las eléctricas, desterraría de nuestra mente el concepto de “corrupción política” y pondría un candado a las puertas giratorias, entre otras aventuras no menos emocionantes que apremiantes, de modo que la clase obrera pasaría en cuestión de meses de oprimida a regalada. (¿Quién da más?) Muchísima gente decidió comprarle ese discurso, quizá porque resulta difícil no hechizarse ante el mensaje de un mesías, sobre todo si el mesías en cuestión aparece cuando la gente lo que pide es la multiplicación de los panes y los peces. Los buenos mesías, los mesías profesionales, digamos, saben que su éxito está casi garantizado en tiempos de crisis, en parte por la misma razón por la que una persona desahuciada por los oncólogos decide ponerse en manos de un curandero: a falta de milagros, buenos son los malabares.

Ahora, cuando Iglesias ha caído en la cuenta de que es muy probable que nunca gane unas elecciones generales, ha decidido acceder al poder –al de verdad, no al retórico- no por la puerta falsa, porque tanto las urnas como las matemáticas han dado legitimidad a su formación para entrar en un gobierno, sino por la puerta grande, cuando en cualquier caso le correspondería entrar por la pequeña. El problema es doble: que a Iglesias no le cabe el ego por una puerta pequeña y que Sánchez, por su parte, está empeñado a darle con la puerta -así sea la pequeña- en las narices. En cualquier caso, debemos elogiar el doloroso esfuerzo psicológico realizado por Iglesias al postularse como vicepresidente de un posible gobierno de alianzas, teniendo él mimbres para ser no ya presidente, sino incluso emperador. (Algo así, no sé, como haber propuesto a Napoleón Bonaparte que en su destierro en Santa Elena se dedicara a pastorear cabras, o poco menos.)

Sánchez quiere ser presidente a pesar de Iglesias e Iglesias quiere ser vicepresidente a pesar de Sánchez, de manera que cabe la posibilidad de que ambos se queden sin nada hasta unas nuevas elecciones, sin haberse enterado de que en la última convocatoria electoral mucha gente no les votó desde el fervor, sino con la resignación de quien se conforma con lo menos decepcionante. 

Pero ¿quién les explica eso a dos gigantes de sí mismos?

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1 comentario:


  1. Sr. Benítez, su opinión de los duelistas se escora, a mi modo de ver, de forma más negativa hacia uno de los duelistas, a saber: Iglesias, nada anormal por otra parte para una mayoría del país (véase resultados electorales.) Goza este duelista de un gen fatal para su oficio de político, repele su estética visual y verbal en un oficio que suele disfrazar la disonancia entre el ser y el estar, entre lo que se ve y lo que no, entre lo que se habla y lo que se calla, entre no ser honrado y parecerlo. En fin (le copio este latiguillo) el Sr. Iglesias es un "bicho raro", que dice verdades como sueños imposibles, que denuncia el color oscuro con lo que vemos la realidad, llena de corruptos y de gente que pase lo que pase, sin que la fiesta sea para ellos, siga alimentándola con sus desvariados votos.
    Sr. Benítez, es tremendamente injusto tildar sarcásticamente a Iglesias de creerse Emperador, tiene usted a su disposición una fauna
    repleta de ejemplares, que van desde los más ladrones, corruptos, mentirosos, sin escrúpulos, todos ellos de demostrado historial y que merecen ser sacado a escena y avergonzarlos con sus tropelías. El Sr. Sánchez tiene ya en su haber muchos de estos adjetivos, si sigue así los tendrá todos.
    (Sr. Benítez, para un intelectual la derecha es su límite, no hay nada de belleza singular en ese espacio)

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