lunes, 6 de noviembre de 2023

VACACIONES POR REAL DECRETO

 


(Publicado en prensa)


Uno de los mayores sufrimientos que padezco en mi día a día se deriva del hecho de que nuestros políticos estelares no disfruten de unas vacaciones que merezcan ese nombre, lo que entra en contradicción con el artículo 24 de la Declaración Universal de Derechos Humanos.

Cierto que algunos desaparecen del escenario durante una breve temporada veraniega para disfrutar de la familia o similar, de la montaña o de la playa, lo que no es impedimento para que sigan haciendo declaraciones contundentes desde su retiro espiritual, sin duda porque el espíritu de un político profesionalizado tiene mucho en común con un alma en pena: un ente que se resiste a la inexistencia y a la invisibilidad.

         Incluso Puigdemont, que ha tenido la suerte de disfrutar de una larga estancia vacacional en el extranjero, no ha logrado neutralizar esa zona de la mente en que se activa la necesidad de gestionar una patria. Podría haberse dedicado a vivir como un erasmus, pero no: prefirió vivir como Erasmo de Rotterdam, soportando como un martirio heroico el acoso de los poderes malignos.

         Creo que al Jefe del Estado habría que concederle la prerrogativa de agendar el periodo vacacional de los miembros del Gobierno mediante la firma de un real decreto por el cual tanto el presidente del gobierno como su consejo de ministros se viesen en la obligación de tomarse un mes de estricto reposo al año, sin dejarse ver ni, sobre todo, oír. Ya puestos, y siempre y cuando eso no atente contra la libertad personal, y por supuesto con derecho a recurrir la decisión en el plazo de diez días hábiles, podría asignarles destinos concretos: el ministro de tal, a Benidorm; la ministra de cual, a Santa Cruz de Tenerife, y así sucesivamente. ¿Y a los de la oposición? Reconozco que ese asunto requeriría una regulación más compleja, pues resulta difícil mantener callado a un opositor, dado que su negocio se sustenta en practicar la retórica adversativa, tarea que suele iniciar en los programas radiofónicos del amanecer y culminar en los de la madrugada. No obstante, y como mera experiencia piloto, el jefe del Estado tal vez podría hacer coincidir las vacaciones de los gobernantes con las de los opositores, para que nadie juegue con ventaja en la extenuante pugna por llevar la razón.

         Esa medida no solo beneficiaría a los gobernantes y a los aspirantes a gobernar, sino que también supondría un beneficio para la salud de la ciudadanía, que de ese modo podríamos descansar de la tarea de despertarnos oyendo a los políticos y de acostarnos oyendo a los mismos políticos decir las mismas cosas… o las contrarias, según. En el desayuno, en el almuerzo, en la merienda y en la cena. Sin tregua. Sin piedad.


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