Me entero de la muerte de Carmen Jodra, a sus 38 años.
A sus 18 ganó el premio de poesía Hiperión con un libro de factura clásica que me deslumbró: Las moras agraces.
Bueno, me deslumbró y deslumbró a casi todos los lectores de poesía,
que adivinamos allí una voz de una potencia excepcional, a una casi niña
que manejaba con maestría los recursos retóricos y que lograba
trascender, con giros irónicos y sorpresivos, los moldes estróficos
tradicionales en los que se apoyaba.
Tuvo mucho éxito, pero parece ser que el éxito la abrumó y optó por hacerse casi invisible.
Me encontré con ella en una ocasión. Una muchacha excepcionalmente tímida. Le elogié mucho su libro y la noté incómoda ante aquellos elogios. Como si pidiese perdón, me regaló su segundo libro. Le pedí que me lo firmase y se sintió desconcertada, balbuciendo que ella no firmaba sus libros, que sus libros no valían nada y que para qué. Al final, me lo firmó, con una caligrafía nerviosa.
Creí intuir que llevaba por dentro muchas tempestades.
Descanse en paz... aunque demasiado pronto.
.
Me encontré con ella en una ocasión. Una muchacha excepcionalmente tímida. Le elogié mucho su libro y la noté incómoda ante aquellos elogios. Como si pidiese perdón, me regaló su segundo libro. Le pedí que me lo firmase y se sintió desconcertada, balbuciendo que ella no firmaba sus libros, que sus libros no valían nada y que para qué. Al final, me lo firmó, con una caligrafía nerviosa.
Creí intuir que llevaba por dentro muchas tempestades.
Descanse en paz... aunque demasiado pronto.
.