Cuando los políticos quieren
quedar bien con la plebe, se refieren a nosotros como “ciudadanos”, cuya
acepción primera en el diccionario de la
RAE es “Natural o vecino de una ciudad” y cuya
acepción tercera, mucho más optimista, es la siguiente: “Habitante de las
ciudades antiguas o de Estados modernos como sujeto de derechos políticos y que
interviene, ejercitándolos, en el gobierno del país”. En boca de un
político de talante halagador, somos ciudadanos los pueblerinos, los aldeanos e
incluso los vecinos de las pedanías, y todos intervenimos, por supuesto, en el
gobierno del país, con una capacidad clarividente para elegir a quienes
acabarán haciéndonos la vida un poco más imposible, cabe suponer que para que
luego, en nuestra fase ultramundana, el purgatorio nos parezca un sitio
inmejorable. “Los ciudadanos de este país…”, y en ese momento nos sentimos importantes
e imprescindibles: ciudadanos. Nada menos. De este país. (No de otro: de este.)
Para
la clase política, el de “ciudadanía” es un concepto oscilante: somos
ciudadanos de pleno derecho a niveles retóricos, pero la cosa cambia si
decidimos solicitar una audiencia a un simple concejal, ya que entonces pasamos
de la categoría de ciudadano a la categoría de pelmazo. Te sientes ciudadano
cuando pagas tus impuestos para que ese concejal pueda ponerse un sueldo mayor
que el tuyo, compensatorio de sus altas responsabilidades, aunque una voz
interior te susurre que tienes menos de ciudadano que de siervo de la gleba, en
el caso afortunado de que esa voz no te susurre que en realidad eres tonto de
remate. Eres ciudadano incluso cuando un político, para blanquear sus
corrupciones, se escuda en el apoyo electoral de los ciudadanos. Eres.
Ciudadano.
Sea como sea,
uno agradece el otorgamiento de la condición de ciudadano -que resuena en
nuestro subconsciente colectivo con el prestigio de la Revolución Francesa
y de ese tipo de cosas-, ya que resultaría impopular el referirse a nosotros
como “gentuza” o como “chusma”. No hay necesidad, en fin, de vejarnos tan a las
claras, aunque sepamos de sobra que la palabra “ciudadano” es el eufemismo de
cosas un poco peores. “Los ciudadanos de este país…”. (Sí, vale.) Hay políticos
que llegan más lejos y se atreven a una formulación que admitiría matizaciones complicadas:
“La ciudadanía ha hablado”, dicen no ya cuando ganan unas elecciones, sino
incluso cuando algunos ciudadanos se concentran a favor o en contra de algo de
lo que ellos también están en contra o a favor, aunque sepan que una misma
plaza puede atestarse un día con los defensores de pelar artísticamente a los
caniches y, al día siguiente, atiborrarse de defensores de mantener a los
caniches con su pelaje natural.
Para que un
político se adueñe del mensaje de la ciudadanía no le hace falta siquiera
contar con un apoyo electoral mayoritario: los ciudadanos hablan y los
políticos glosan. Por su parte, quienes disfrutan de un apoyo mayoritario no se
toman ni la molestia de glosar: les basta con decretar de una manera bíblica,
como si hubieran recibido directamente desde las alturas las Tablas de la
Ley. Y amén.
(Publicado el sábado en prensa.)
3 comentarios:
Resulta curioso que los dos primeros intentos de democracia directa tras el 15M sean estos de Cataluña y Canarias, tan radicales ellos, y tremendos, como para denostar la misma idea de dejar que la población se pronuncie. Podrían haber sido asuntos de menos calado, aunque importantes, como el cierre al tráfico rodado en los centros urbanos, la Ley de tasas de la Justicia, etc; pero estamos asistiendo a un espectáculo mediatizado por los políticos profesionales y un corporativismo sospechoso; no es que haya exceso de glosas, es que redactan el mismo incunable.
Donde dijo inquilino pongo ciudadano y copio una estrofa de Diego Carrasco
Ciudadano, hombre divino, que estás vivo,
igual que tu, ciudadano del mundo, ciudadano
como el presidente de Estados Unido
o como el cantaor de flamenco Manuel Gerena
o como el presidente de CC.OO.
que también es ciudadano.
Si eres buen vecino te querrán hacer presidente de tu comunidad de vecinos y a presumir de ciudadano.
Estamos en pre crisis, llegará la crisis y luego vendrá la post crisis, nos llamaran gorriones pero dudo nos den trigo, lo importante es seguir siendo divinos por mucho tiempo como escribió D.C., no somos dueños de nada , si acaso de las malas decisiones .
Amén totá.
Que parece una deidad egipcia, pero no.
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