sábado, 27 de junio de 2009

ASUNTOS PENDIENTES



La mañana se le presentaba un poco dura: tenía que ir a la ORM a pagar el IBI, el IAE y la TAU, con sus recargos de demora correspondientes (sus RDC, supongo), porque se le había pasado el plazo por culpa del tiempo que le quita su cargo directivo en la APA, y luego tenía que pasar por la OMIC porque los de FEDEMA le habían consignado en la factura un IVA incorrecto por tercera vez y había decidido presentarles una denuncia, circunstancia que aprovecharía para ponerle otra al BBVT por haber incrementado la tasa TAE de manera abusiva en el préstamo hipotecario que se había visto obligado a pedir para la adquisición de una VPO.
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Luego iría a Correos para enviar una carta de protesta a la ANFAC, un boletín de suscripción al ANDELE, un recibo atrasado a la FUP y un giro postal a una ONG. Una vez hecho esto, se pasaría por la FNAC para ver las últimas novedades discográficas, y quizá le diese tiempo a tomar el aperitivo en la peña PLUD. Después de eso, su intención era ir a alguna oficina de Telefónica para pedir información sobre la línea ADSL, y luego a la sede de UGT, por si podían facilitarle allí las señas de la CFDT en Lyon, donde trabaja un primo suyo que antes era jefe del CEMLA. Luego iría a la estación, que está al lado del FEMPLE, para comprar un billete del AVE, y quizá le daría tiempo a pasar por el CACRS para ver la exposición de documentos de la CIA. (El mes pasado hubo una, excelente, sobre la KGB.)
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Una vez hechas estas gestiones, iría al SAS para que le diesen los resultados del TAC y de allí, quién sabe, podría acercarse al CSIC para comprar un libro sobre los trovadores provenzales, porque es materia que entra en el temario de literatura de la UNED, en la que se matriculó el año pasado por influjo de su amigo Alvarado, jefe de personal de GOMMA y socio de UNICEF.
Este era el plan. El plan de una mañana dura, pero sin duda provechosa.

Llegó a la ORM y dijo: “Vengo a pagar el IBI, la TAU y el IAE”. El funcionario lo miró: “Aquí sólo puede pagar el IBI. El IAE se paga en la OFM y la TAU en la OTM, así que usted sabrá”. Y el hombre dijo: “Pues pagaré el IBI”. Y el funcionario le preguntó entonces: “¿Trae el DNI?”, y él asintió. “¿Trae también el PRAC2?”, y ahí lo pilló en falta. “Pues si no trae el PRAC2, no puede pagar el IBI”. (Se le había olvidado el PRAC2.) (Nada menos.) (El PRAC2, que es indispensable para determinadas cosas.)
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“¿Por dónde queda la OFM?”, y el funcionario le dijo que al lado de la UMP. “¿Y la OTM?”, y eso quedaba justo detrás del PMD. “¿Tendría usted por casualidad un mapa de dependencias municipales, un MDM, como quien dice?”, pero el funcionario le dijo que no, de modo que sin mapa buscó la OFM y la OTM, y en esa aventura se le fue la mañana de forma infructuosa, y no pudo atender sus demás ocupaciones, de modo que se subió a su BMW, enfiló la N4, llegó a casa y se encontró debajo de la puerta un anónimo que decía “Eres un HDP y vamos a cortarte las orejas”, y se tocó las orejas como si se despidiese de ellas, se derrumbó en el sofá y puso la TV, donde un directivo de la OCU disertaba sobre el PIB ante la mirada atónita de un miembro honorífico del COI, y entonces el hombre se quedó tan profundamente dormido, que cualquiera que lo viese pensaría que RIP.

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viernes, 26 de junio de 2009

LA MUERTE Y LO CURSI

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Oído en televisión, en el informativo de las 3: "Se ha detenido el corazón de Michael Jackson y se ha detenido el corazón del pop".

Si partimos del hecho de que la muerte es uno de los asuntos de este mundo menos vulnerables a la cursilería (una muerte puede ser ridícula, por ejemplo, pero es imposible que sea cursi, por cursi que fuera el difunto), ¿por qué la literatura necrológica, al menos en el ámbito periodístico, está casi siempre a un paso de la cursilería y casi siempre un paso más acá de la literatura, aunque esa sería otra historia?

(Al menos una excepción, entre otras posibles: González Ruano -que se las sabía todas, incluso las que no debiera- presumía de que los muertos se le daban muy bien. Y era cierto. Hay una recopilación excelente de sus necrológicas, editada por el ex futbolista Miguel Pardeza y publicada por Mapfre, empresa dedicada curiosamente a los seguros de vida... aunque no puedan asegurarte en la póliza una buena necrológica, claro está.)

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jueves, 25 de junio de 2009

POEMA PARA LA NOCHE DE SAN JUAN


Se me pasó la noche de san Juan sin traer aquí, como tenía pensado, este poema -un mero apunte, poca cosa- que incluí en el libro Sombras particulares (1992). En fin, va ahora, como un ligero anacronismo. (Añado también la traducción inglesa que hizo de él el poeta británico Bob Gurney, para dar a esto un toque cosmopolita.)



NOCHE DE SAN JUAN

Qué secreta y hermosa
es la noche festiva para aquel
que no tiene pasado, un tiempo frío
dentro del corazón.
Qué exacta noche
de fuego y juventud.
Qué diferente
ya de cuando éramos
aquellos que en la sombra
furtivos se besaban y reían.

Las muchachas se obsequian como entonces
y los amigos beben en una copa igual
a la que ya apuramos cuando fuimos
como estos que ahora se adueñan de la vida.




NIGHT OF SAINT JOHN
(Midsummer party)

How secret and beautiful
is the festive night for the one
who has no past: a time of coldness
within his heart.
How exact a night
of fire and youth.
How different
now from when we were
the ones who in the dark
furtively kissed and laughed.

Girls give themselves as they did then
and friends drink from a glass like
the one we drained when we were
like these who are taking life over now.


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martes, 23 de junio de 2009

LA ADUANA DE CÁDIZ


Una de los grandes bazas de los políticos populistas es que saben que pueden manejar a un sector de la ciudadanía al margen de la razón e incluso al margen de la ley.

Teófila Martínez, alcaldesa de Cádiz, desde luego lo sabe.
La estrategia consiste en crear el espejismo de que se le da la voz a la gente, aunque en realidad lo que el político populista busca con ese espejismo es conseguir más poder personal a costa de la voz de la gente: legitimarse a partir del vocerío del coro.

"La Dirección General de Bienes Culturales de la Junta de Andalucía ha incoado expediente para incluir el edificio de la Aduana nueva en el inventario de bienes reconocidos del patrimonio histórico andaluz de arquitectura contemporánea", leíamos hace unos días en la prensa.

Pero se da el caso de que la alcaldesa está empeñada en demoler ese edificio porque le estorba para desarrollar un proyecto faraónico encaminado a la potenciación comercial de la zona.

"Yo soy capaz de recoger 100.000 firmas para demolerlo", ha retado la alcaldesa.

¿Firmas contra la ley, firmas contra la sensatez, firmas contra la historia misma de la ciudad? Si las firmas pueden enmendar esas tres cosas, estamos, creo, en ligero peligro, aparte del peligro que implica el que un cargo público recurra a los plebiscitos espontáneos cuando la ley le contraría.

Alguien puede recoger 100.000 firmas para derribar la Giralda, por ejemplo. O 100.000 firmas para legalizar la pena de muerte. O 100.000 firmas, qué sé yo, para que Chiquetete, pongamos por caso, no vuelva a grabar un disco.

Potencialmente, puede haber 100.000 partidarios de cualquier cosa, lo que no legitima necesariamente esa cosa.

El edificio de la Aduana está bien donde está, creo yo, y su demolición no sólo implicaría la pérdida de un edificio con valores históricos indudables (un pastiche herreriano de los años 50 del siglo XX, sí, pero muy bien encajado en el entorno, y muy representativo además de la tan denostada arquitectura historicista), sino que implicaría además -y sobre todo- una vuelta a la impunidad demoledora de los viejos tiempos, cuando el afán de desarrollismo se llevaba por delante lo que tuviera por delante, con el argumento de la mejora urbanística y del beneficio comercial.

Se supone que el respeto a una ciudad comienza por el respeto a los testimonios materiales de su historia.

Pero se ve que la alcaldesa, con los ojos puestos en los fastos previstos en Cádiz para 2012, quiere sorprender a los visitantes con una plaza moderna, acogedora sin duda de palmeras exóticas, de alguna escultura simbólica de quién sabe qué, de alguna fuente más o menos psicodélica y de un centro comercial idéntico a cualquier otro centro comercial.

Está aún por ver que no se salga con la suya.
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viernes, 19 de junio de 2009

EL PELIGRO DE LAS COMILLAS


Cuando un periodista abre comillas para citar las declaraciones de alguien, ese alguien puede echarse a temblar. Yo al menos lo hago.

Entre las distorsiones más extremas y pintorescas que recuerdo está la de un periodista jerezano que entrevistó hace ya bastantes años a Francisco Brines, a quien acababan de dar el Premio Nacional de Literatura por su libro El otoño de las rosas. "¿A qué otro premio aspira usted después de este?", le preguntó el periodista en cuestión. La respuesta de Brines fue: "Bueno, en concreto a ninguno. No soy megalómano". Al día siguiente, en el DIARIO DE JEREZ, los lectores pudieron leer el siguiente titular: "No quiero más premios porque no soy melómano".

Comprendo que parece un chiste tirando a dadaísta, pero ahí están las hemerotecas si alguien tiene interés en comprobarlo.

Anoche se presentó en Jerez La noche no tiene paredes, el nuevo libro de poemas de Caballero Bonald. José Ramón Ripoll y yo hicimos de presentadores.

Mi intervención -escrita- empezaba de esta manera: "Creo que estarán ustedes de acuerdo conmigo en que son muy pocas las trayectorias poéticas ascendentes. Casi todos los poetas, incluso los más grandes, disfrutan de una época de esplendor y luego caen en una honrosa rutina, una rutina tanto expresiva como temática que, sin ser desmerecedora de lo antecedente, añade poco o nada a sus logros mayores. Hay, sin embargo, algunos poetas privilegiados que mantienen la excelencia a lo largo de toda su obra, sostenida en una indagación indesmayable de los recursos retóricos y de las variaciones temáticas esenciales. Entre esos poetas privilegiados se cuenta José Manuel Caballero Bonald".

He aquí en lo que se convierte eso tras pasar por el filtro del reportero del ya mencionado DIARIO DE JEREZ:

Y es que son "muy pocas las trayectorias poéticas ascendentes. La mayoría tienen épocas de esplendor, que luego terminan cayendo en la rutina. Bonald es uno de esos pocos privilegiados", aseguró Benítez Reyes. El poeta de Rota aseguró que 'La noche no tiene paredes' sí tiene, sin embargo, "el ímpetu creativo de un autor joven renovado".

Con lo cual, aparte de quedar yo como un enunciador de desatinos agramaticales, da la impresión de que dije lo contrario de lo que dije, relegando a Caballero Bonald al bando de los rutinarios. (Qué peligro tiene ese "sin embargo" que he marcado en negro...)

Si no tiene uno ya bastante con las tonterías que dice, tiene que cargar además con las tonterías que le atribuyen gracias a las peligrosísimas comillas, que deberían estar reguladas por la Ley de Propiedad Intelectual.

Y así, en fin, vamos tirando, entre megalomanías y melomanías, que tanto parece dar lo uno como lo otro.

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jueves, 18 de junio de 2009

LA OPINIÓN DE KAFKA


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En la sesión mantenida en casa de Madame Rotasky, el espíritu de Kafka nos dijo que nos aguantásemos y nos pidió por favor que no le molestásemos más con asuntos absurdos.


Se harán ambas cosas.
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miércoles, 17 de junio de 2009

DROGAS Y KAFKA



Esta tarde he quedado con unos amigos fumadores en casa de una espiritista conocida como Madame Rotasky, fumadora también. Nuestra intención es invocar el espíritu de Frank Kafka. Tenemos algo para él.


Si alguien se convierte en adicto a la heroína, que es una droga ilegal, los organismos correspondientes del Estado le proporcionan gratuitamente metadona, así como programas de apoyo psicológico para el desenganche. Y está muy bien que así sea.


Pero por lo que respecta a la adicción al tabaco, que es una droga legal y muy rentable (incluido entre los principales rentistas el propio Estado y excluido por supuesto el consumidor, que paga en dinero y en salud su manía de echar humo por la boca), el Gobierno decide de pronto que hay que encarecer esa adicción pintoresca con una subida directa de impuestos. Aparte de eso, en los tratamientos antitabaquismo que dispensa la Administración no dan gratis ni los chicles de nicotina. (Por no hablar del fármaco conocido como Zyntabac, que sale más caro que la heroína misma.) Existen incluso filántropos que han propuesto que a los fumadores se les relegue a los últimos puestos en las listas de espera de la sanidad pública.

La heroína, como droga ilegal, puede tener una composición variable, según su grado de adulteración, lo que hace que su pureza sea imprevisible y por tanto peligrosa. El tabaco, como droga legal, tiene, a efectos prácticos, una composición secreta: los magos jamás desvelan del todo sus fórmulas.

Ya os contaré lo que nos dice Kafka.


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lunes, 15 de junio de 2009

CÁLCULOS OCIOSOS


Había vivido siempre en ese pueblo. “Hermoso pueblo costero de unos 25.000 habitantes”, según el folleto turístico editado por el Ayuntamiento. “¿Cómo que unos 25.000?” De repente cayó en la cuenta de que ese número era resultado de un cálculo frívolo, un guarismo abstracto. Algo fallaba en esa cifra, porque cualquier cifra imprecisa es siempre un error: una cantidad irreal. Unos 25.000, sí. Pero ¿cuántos? ¿25.623 el lunes y 25.620 el martes, y el miércoles 25.621?

“Vivimos juntos y no sabemos ni cuántos somos en total”, pensó. “Somos una cofradía de fantasmas sin control numérico”, y ganas le entraron de salir a la calle para gritar una consigna desesperada: “¡Tenemos que contarnos! ¡No podemos seguir así, con esta incertidumbre aritmética!”, pero no salió a la calle, porque no quería que lo tomasen por un profeta pasado de visiones, sino que cerró los ojos y se dispuso a recorrer con la mente las calles del pueblo.

“El punto de partida será el muelle”, se dijo, y en el muelle inició su paseo ilusorio, y fue cruzando calles con desenvoltura de transeúnte etéreo, ligero como un ectoplasma, y en ese ocio andarín empleó un buen rato, hasta que sintió pánico al comprobar que conocía el pueblo de memoria, que podría recorrerlo a ciegas si la siempre vigilante desventura le dejase ciego, que conocía cada esquina, que era capaz de evocar los olores de la frutería de la calle tal y, enseguida, evocar el olor confuso que salía del bazar de tal otra calle. “A esa altura de acera hay una baldosa suelta. En ese portal dormita siempre un perro. En esa casa abandonada hay seis ventanas que sólo conservan entero un cristal de los cuatro que tuvieron cada hoja”, y así sucesivamente.

“Conozco todo el laberinto”, pensó, y sintió un miedo insignificante y a la vez indefinible, pero miedo al fin y al cabo: una astilla de hielo clavada en la conciencia, una astilla de conciencia dentro del corazón, un corazón astillado latiendo en la memoria. “¿Seré el Minotauro?”

De pronto, cayó en la cuenta de que no sólo conocía el trazado del pueblo de memoria, sino que también recordaba con exactitud lo inexistente: aquella tienda en que vendían santos de escayola que hoy es una agencia de seguros, aquel bar de bebedores sombríos que es hoy una academia de peluquería, el casino que ahora es un banco… Podía recorrer con pasos seguros, en fin, un pueblo espectral.

“¿Soy ya tan viejo?” Entonces pensó en otra cosa: conocía de vista a miles de los miles de vecinos del pueblo, y eso le llenó de angustia: “He visto envejecer a muchos, he visto nacer a muchos, he visto crecer a centenares de ellos. Y es como verlos caminar hacia la muerte”. Y pensó también en esos desconocidos que uno ve habitualmente por ahí, atentos a sus afanes y trajines, figurantes anónimos de la realidad rutinaria, hasta que un día deja de verlos para siempre, esfumados como por arte de ilusionista, y no se pregunta uno jamás por su suerte porque en realidad no existían. “Y es que somos unos 25.000, más o menos, y unos van y otros vienen, y unos vienen y otros van, quién sabe bien adónde.” Sí, desde luego, quién sabe.

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viernes, 12 de junio de 2009

DRÁCULA


La configuración moderna de este antiguo mito del folclore rumano se la debemos a un novelista irlandés: Bram Stoker, de quien se dice que concibió su obra aterradora en medio de las alucinaciones que le provocó una indigestión de cangrejo –así estaría el cangrejo-. Enfermo luego de sífilis, repitió alucinaciones: moribundo en una mísera pensión londinense, se pasó las últimas horas de vida señalando un rincón de su cuarto y repitiendo la palabra “strigoi”, que en rumano significa vampiro. (Mala suerte, Bram. Muy mala muerte.)

Los vampiros están asociados de forma inexorable a la infancia: eran uno de los muchos factores idóneos para meternos el pánico en el centro mismo del ser, por decirlo de algún modo, ya que estaría por ver si ese centro existe. Íbamos al cine y allí aparecía el conde con la cara de Bela Lugosi, de Christopher Lee o de Max Schreck, que era el que tenía peor pinta de todos, y el corazón se nos aceleraba al oír el crujido de los goznes de la tapa de un ataúd, y una fina mano de uñas frías anunciaba el despertar sediento de su alteza irreal el príncipe de las tinieblas. (Y aquellos carruajes sin cochero tirados por caballos negros con penacho negro, a galope tendido por los desfiladeros neblinosos de una Transilvania de cartón piedra. Y las doncellas vampirizadas, con sus ojeras góticas. Y, en fin, los milagros lunares del terror.) Mala gente, en fin, los vampiros.

La vampirología resultaba una ciencia muy simple, y sus secretos estaban al alcance de cualquiera: a partir de los cinco o seis años, el 90% de los niños de mi generación sabía que los vampiros quedaban fulminados si se exponían a la luz del sol, que había que clavarles una estaca en el corazón para mandarlos a ese otro mundo que está más allá del otro mundo, que no se reflejaban en los espejos, que se ponían como locos ante la visión de la cruz y que no soportaban el olor del ajo, que era la peculiaridad más insólita e inexplicable de todas, ya que esa repugnancia introducía en el monstruo un rasgo de remilgo que no casaba del todo con su condición de príncipe del Mal. Sea como sea, el caso es que si el 90% de los niños de mi generación resultaba atacado por el conde Drácula o por uno de sus muchos subalternos en el organigrama piramidal de los cadáveres vivientes, el vampiro en cuestión tenía muchas papeletas para salir perdiendo, pues conocíamos a la perfección sus puntos débiles.

Hay un ingrediente lírico en la figura del vampiro: el mendigo de vida. El necesitado de sangre. El sediento de realidad.

Noctámbulo a la fuerza, pálido de anemia macabra, el vampiro sale cada medianoche de su ataúd allá en lo más recóndito de nuestra niñez: la cripta en que conservamos nuestros terrores incurables. No muere nunca en nosotros el chupasangre, el de los ojos enrojecidos por el crimen tenebroso que le concede el don de la vida, el señor de la capa de vueltas moradas, errante entre la niebla, sombra ojival de los camposantos, a la búsqueda de campesinos desprevenidos y de muchachas en la edad de la gloria terrena, muerto en pie, siempre con su funeral a cuestas, por los campos desasosegantes de los Cárpatos, en los que aúlla el lobo escurridizo y silba el viento su melodía tétrica, entre otras cosas.

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miércoles, 10 de junio de 2009

COLECCIONISMO


La esencia del coleccionismo es misteriosa: alguien decide acumular objetos afines, similares pero a la vez muy distintos entre sí. No sirven las piezas idénticas: cada cual está obligada a la singularidad. Lo curioso es que, sea lo que sea lo que alguien decida coleccionar, y por extravagante que resulte el parámetro fijado para su colección, las posibilidades de adquisición de piezas son casi infinitas, lo que da idea de lo maravilloso que es el mundo: un lugar lleno de cachivaches, un inmenso bazar de cacharritos.

Un día cualquiera te levantas y te propones coleccionar, qué sé yo, ranas guitarristas, pongamos por caso, y no porque la decisión de coleccionar batracios músicos sea fruto de una revelación espontánea, de una iluminación caprichosa del entendimiento, sino porque un amigo tuvo la ocurrencia de regalarte una rana guitarrista y tú, de repente, tienes la ocurrencia de coleccionar ranas guitarristas: si tienes ya una rana guitarrista, ¿por qué no animarse a tener docenas de ranas guitarristas?
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En el coleccionismo, ese suele ser el detonante: el azar te hace dueño de un objeto estrafalario y tú decides ser dueño de montones de objetos estrafalarios similares a ese. Al poco de iniciar tu colección, te das cuenta de que, cuantas más piezas tienes, más te faltan, porque te has metido en una tarea inagotable, en una variante de la condena de Sísifo. De pronto, comprendes que hay miles de modelos de rana guitarrista, y que eso no tiene fin: en el mismo instante en que estás comprando una rana guitarrista de porcelana en Tenerife, hay un artesano de Méjico que está tallando en madera una rana guitarrista con sombrero de mariachi. La cadena de las ranas musicales se amplía a cada segundo, y tu afán coleccionista te obliga a vivir angustiado: has conseguido reunir 346 ranas guitarristas en dos años. Una big band de ranas guitarristas. Tu casa es la casa de las ranas melómanas. Pero hay diseminadas por el mundo cientos de miles de ranas guitarristas. Aguardándote. Esperando que la casualidad te las ponga al alcance de la mano. Y dedicas unos minutos cada día a pensar en las ranas guitarristas, y algo más si tienes que quitarles el polvo.
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Las ranas guitarristas se han metido, en fin, en tu vida, forman parte de tu ilusión: las ranas. Con su guitarra. De todos los materiales y de todas las hechuras que puedan imaginarse e incluso que no pueden imaginarse: un amigo te ha dicho que en el escaparate de tal tienda ha visto una rana guitarrista que mueve el anca, rasgueando las cuerdas, y que además canta un bolero. Otro te dice que un amigo suyo se trajo de Tailandia una rana guitarrista que orina. Y así. Y tú con el ansia.

Cuando celebras tu cumpleaños, todo el mundo llega con una rana guitarrista envuelta en papel de colores. Todas distintas, aunque todas son ranas y todas tienen su guitarra, porque, de no ser así, no merecerían integrarse en tu colección, a pesar de que, en un momento de debilidad, decidieras colocar entre las ranas guitarristas aquella rana acordeonista que alguien te trajo de Buenos Aires y aquella rana trompetista de raza negra que alguien te trajo de Nueva Orleáns. Pequeñas concesiones, en fin. Ligeras heterodoxias. Y es que la vida es rara, con ranas o sin ellas. Pero con ranas más, por descontado.
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lunes, 8 de junio de 2009

OTRO POEMA DE NABOKOV






Va otro de los poemas de Nabokov que traduje hace unos años. Se refiere a su labor de traducción al inglés -con un inmenso aparato de notas- de la novela en verso de su compatriota Pushkin, labor que tantas disputas filológicas le acarreó con su puntilloso amigo Edmund Wilson.


Nabokov predijo que sería recordado por Lolita y por esa traducción. Se equivocó en la mitad del pronóstico, claro está.







AL TRADUCIR EUGENIO ONEGUIN



1

¿Qué es traducir? En una bandeja,
la pálida y crispada cabeza de un poeta,
el graznido de un loro, el parloteo de un mono,
y la profanación de los difuntos.
Aquellos parásitos a los que criticaste
sean perdonados si obtengo tu perdón,
oh Pushkin, por mi estratagema:
descendí por tu tallo secreto,
y alcancé la raíz, y de ella me alimenté;
luego, en una lengua recién aprendida,
de mí creció otro brote y convertí
las modeladas estrofas de tu soneto
en mi prosa sincera y pedestre,
hecha sólo de espinas, aunque pariente de tu rosa.


2


El reflejo de las palabras sólo puede reverberar
como largas luces que serpentearan
en el espejo negro de algún río
entre la ciudad y la niebla.
¡Escurridizo Pushkin! Perseverante,
aún recojo el pendiente de Tatiana,
aún viajo con tu taciturno libertino.
Descubro el error cometido por otro hombre,
analizo aliteraciones
que adornan tus banquetes y que embrujan la gran
estrofa cuarta de tu Canto Octavo.
Esa es mi tarea: armonizar la paciencia del poeta
y la pasión del escoliasta:
excrementos de paloma sobre tu monumento.


(1955)






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domingo, 7 de junio de 2009

ECOS DE SOCIEDAD


EL ACTOR AL LEWIS, EL ABUELO DE LA FAMILIA MONSTER, TRAS RECIBIR EL PREMIO CERVANTES. (Sin sus nietos.)
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sábado, 6 de junio de 2009

LO QUE



Lo que es esta mañana estaba yo en lo que es mi casa, después de lo que es haber desayunado lo que son cereales y lo que es un zumo de lo que son naranjas, dispuesto para lo que es salir para lo que es el trabajo, cuando sonó lo que es el teléfono. Era una llamada de lo que es mi sobrino, que me dijo que no le funcionaba lo que es la PlayStation que le regalé por lo que era su cumpleaños. Lo que se dice durar poco: lo que son apenas tres meses. Quedé en llamar a lo que es la tienda para reclamar lo que son los derechos que otorga lo que es la garantía, a efectos de lo que es la reparación. Y bajé lo que es la escalera (vivo en lo que es la primera planta), rumbo a lo que es el garaje, para coger lo que es el coche.

Cuando llegué a lo que es la portería, lo que es el portero me dijo: “Ha llegado para lo que es usted lo que es un telegrama”. ¿Un telegrama? Porque lo que son los telegramas son cosa ya de lo que es el pasado, y no hay lo que se dice nadie que recurra a esa vía urgente de lo que es comunicación. Pero lo que es la realidad resultaba lo que se dice aplastante: allí estaba lo que es el portero con lo que era el telegrama en lo que era la mano de lo que es mismamente el portero. Se trataba, en fin, de lo que es un simulacro de lo que es un telegrama que me remitía lo que es una empresa de venta de lo que son enciclopedias. Me citaban para lo que es una reunión en lo que es un hotel para informar de lo que son los contenidos de lo que es la enciclopedia en cuestión. Si iba acompañado de lo que es mi mujer, le regalarían a ella lo que es un colgante de lo que es circonita y a mí lo que es un reloj de lo que es cuarzo.
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El problema estribaba en que lo que era la reunión tendría lugar a lo que eran las 12 de lo que es el mediodía, lo que era una hora en que yo tenía que estar en lo que es la oficina, despachando lo que son los asuntos de lo que es el día a día. Pero como me resistía a lo que era perder tontamente lo que es el colgante y lo que es el reloj, enfilé lo que es la escalera y volví a lo que es mi casa para decirle a lo que es mi mujer que fuese ella a lo que era la reunión con lo que es nuestro vecino Julián, que es soltero y prejubilado, de modo que tiene lo que es todo el tiempo de lo que es el mundo para hacer lo que le viene en lo que es propiamente en gana. “Que lo que es Julián se haga pasar por lo que soy yo y así nos llevamos lo que son los regalos”. Y a lo que es mi mujer le pareció bien lo que era el plan de suplantación.

Así que me fui para lo que es el trabajo con lo que es la alegría de que lo que son las cosas te salgan lo que se dice gratis. A eso de lo que era la una, llamé a lo que es mi mujer para preguntarle si tenía ya lo que eran los regalos. Me dijo lo que es que no, pero que entre los que eran los asistentes se había rifado lo que era un viaje a lo que son Las Palmas y que les había tocado a lo que eran ella y Julián. “Pero es que lo que son los billetes son intransferibles”. Lo que era la segunda noticia me la dio lo que es un minuto después: “Para participar en lo que era el concurso había que comprar lo que es la enciclopedia. Pero no te preocupes, que se paga en lo que son 68 plazos”. Y así ha empezado hoy lo que es el día, en fin. Porque es verdad que hay lo que son mañanas en que es mejor lo que no es levantarse, como solía decir lo que era mi bisabuela, que en lo que es la Gloria esté.
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